En el mes de diciembre, un general de división israelí -ya retirado- ha declarado que los EE.UU e Israel tienen un pacto con los aliens, y no me refiero a la acepción de “extranjero” en lengua inglesa, sino a una Confederación Galáctica extraterrestre.
El revuelo ha sido tal que hasta la NASA se ha visto obligada a intervenir en el asunto para decir que, si bien la búsqueda de vida en el universo es uno de sus objetivos, por el momento no se ha hallado ninguna señal de vida extraterrestre.
En cualquier caso, más allá de la existencia de nuestros vecinos cósmicos conviene preguntarnos: ¿Un pacto para cooperar en el estudio del Universo con una civilización más avanzada que la nuestra? ¿En serio?
Es como si yo quisiera cooperar con las hormigas sobre cómo grabar buenos audios para vosotros. ¿Qué van a saber las hormiguitas de sonido o de contenidos? ¿De veras les tengo que pedir consejo, o van a ser útiles sus observaciones, cuando yo tengo un cerebro más evolucionado para esos menesteres?
No es prepotencia. En 1964, Nikolái Kardashov, un científico que buscaba señales de vida extraterrestre entre las señales cósmicas, concluyó que conforme una civilización crece y se vuelve más avanzada, crecen también sus necesidades energéticas. Esto se debe a que cuanto mayor es una población mayor es la maquinaria necesaria para mantenerla en pie. Pues bien, teniendo esto como principio, diseñó la Escala de Kardashov, que consta de 3 clases base, cada una con una reserva de energía a su disposición. Veamos:
Una civilización Tipo I es una especie que ha obtenido la capacidad de aprovechar la energía que proviene de su estrella más cercana (en nuestro caso el Sol), recolectando y guardándola para poder satisfacer las demandas de energía de toda su población. Nosotros aún no la hemos alcanzado completamente. Seguimos dependiendo de combustibles fósiles y energía nuclear y, sin embargo, ¿queremos “pactar” con las civilizaciones más desarrolladas?
Y es que el siguiente nivel — la civilización Tipo II— puede cosechar la totalidad de energía de su estrella más cercana. Esto no solo es transformar la luz solar en energía, sino tener un control sobre la estrella. Hay varios métodos teóricos que se han propuesto. El más popular es la ‘Esfera de Dyson‘, un dispositivo, por llamarlo de alguna forma, que rodea por completo la esfera cubriendo cada centímetro de su superficie y recolectando la mayor parte (o toda) su energía para transferirla y ser usada por el planeta.
Pero es que, además, la Humanidad aún no ha pasado su punto de inflexión. Según el renombrado físico teórico Michio Kaku, los siguientes 100 años en la ciencia determinarán si sobrevivimos como especie, o nos extinguiremos. Es el requisito para alcanzar el nivel III de la escala. Esta especie es capaz de controlar planetas, estrellas y sistemas solares lo que le permite ser inmune a la extinción.
Por consiguiente, es capaz de viajar por el espacio y disponer de un conocimiento total sobre la energía, lo que les convierte en una especie suprema. En términos de tiempo humano, esto equivale a cientos de miles de años de evolución — tanto biológica como mecánica— por lo que es probable que estos seres hayan alcanzado un nivel de evolución avanzado. ¿De veras creemos que podemos aportarles algo?
Eso, por no hablar de la cultura del pacto de los dos países mencionados por el general de división: Estados Unidos e Israel. Trump y la diplomacia son términos antagónicos. Y lo mismo se puede decir de Israel, incapaz de ponerse de acuerdo con los palestinos en décadas. ¿Ellos son los del pacto y la cooperación con los extraterrestres?
Mejor será que primero cooperen con Corea del Norte, con China o apaguen los fuegos de Oriente medio. Que desaparezcan los aranceles con Europa y que, en lugar de sembrar desconcierto y propiciar la guerra, se inculquen una cultura de paz. Seguro que eso redunda en unos puntitos más para salir del Tipo cero patatero y empecemos a trabajar juntos en pos del Tipo I. Eso convertiría nuestro planeta en algo más apacible, empleando la luz del Sol como fuente de energía… Por cierto, ¡no es Estados Unidos uno de los países que se ha pasado por el forro los acuerdos en materia de vertidos de CO2? Ahí lo dejo.
Una puntualización final. Que no haya cultura de pacto, no significa que los extraterrestres no existan o no hayan llegado hasta aquí. Sólo significa que –hoy por hoy- les importa un bledo Trump, el estado israelí, los rusos, los chinos y hasta los españoles. Se llama política de no injerencia para que una civilización crezca por sí misma. Cuánto nos queda por aprender ¿verdad?
Pues hala. Ahí lo dejo.
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