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Mataró

La ruta del mar

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Mataró

La ruta del mar nos invita a descubrir la vinculación de Mataró con el Mediterráneo; su historia marítima y naviera, su privilegiado litoral, su transformación y modernización y sus personajes más ilustres. Un recorrido salpicado de sorprendentes anécdotas y datos sorprendentes que no te dejarán indiferente.

Texto y Fotos Josep Guijarro

R esulta paradójico. Cualquiera que examine la historia reciente de Mataró puede pensar que la capital del Maresme ha vivido de espaldas al mar, un Mediterráneo que nos regala aquí algo más de dos kilómetros de aguas de un azul intenso, cuatro playas de arena fina y un paseo marítimo que nos invita a pasear entre el mar y la sombra de los árboles. La razón reside, probablemente, en que la vía del ferrocarril y la carretera N-II actúan como doble barrera a un litoral que le ha dado mucho a la ciudad, tanto en lo económico como en las costumbres.

Ahora puedes conocer lo que el Mediterráneo aportó a Mataró desde tiempos inmemorables, en una ruta turística guiada que impulsa el Ayuntamiento de la ciudad desde el 19 de julio al 6 de septiembre, una ruta imaginaria porque, desgraciadamente, muchos de los enclaves que recorre ya no disponen de sus edificios característicos. Pese a todo, vale la pena hacer este salto en el tiempo y dejarse llevar por la imaginación, descubrirás así sorprendentes rincones y fascinantes historias.

El itinerario comienza a las 19 horas en la Ermita de Sant Simó, un pequeño santuario situado en el extremo este del Camí Ral, en el barrio de La Habana. Este arrabal debe su nombre a los ilurenses que probaron a hacer fortuna a las Américas, concretamente a Cuba. Se trata de una construcción concebida como aviso a los piratas –muy supersticiosos- que, a menudo amenazaban las costas de la ciudad y, es por eso, que fue advocada a San Simón un aguerrido zelote conocido por su violencia contra los romanos. Los zelotes eran conocidos, también, como los “hombres del cuchillo”.

El cuidado de esta ermita estuvo a cargo de marinos, pescadores y agricultores de la zona de Mata i les Cinc Sènies entre quienes existía una cierta rivalidad, tal vez por esa razón, el Consejo de la Universidad  (hoy Ayuntamiento), esgrafió las dos representaciones que decoran la fachada, franqueando la puerta de acceso; un pescador y una campesina con sus hijos.

En su interior llaman la atención los exvotos de los marineros que prometían dedicar un regalo a la Virgen del Carmen o a algún santo si conseguían regresar sanos y salvos de su empresa. Entre ellos, cabe destacar la llamada “Coca de Mataró” un prototipo inédito de una embarcación de tres cubiertas que puede datarse en torno al 1450. La Coca desapareció de la ermita a principios del siglo XX, un episodio que sigue siendo un misterio pues después de reaparecer en Munich y Nueva York, fue finalmente comprada por 18.000 florines por el Maritiem Museum Prins Hendrik, de Rotterdam (Holanda) donde todavía permanece expuesta. De todos modos, no hace falta que vayas hasta allí, puedes admirar una magnífica réplica en la ermita de Mataró.

Tras la visita al santuario, nos dirigimos hacia el Paseo Marítimo donde haremos una parada frente al mar para gozar de su patrimonio natural. Aquí los fondos marinos resultan espectaculares gracias a la llamada Posidonia oceánica que no es exactamente una alga sino una planta superior de origen terrestre que hace millones de años se adaptó para vivir en el mar.

Mención especial merece la parada en la Playa del Callao, donde todavía se mantienen en pie -desde el siglo XIX- varias  casas de pescadores de belleza singular. Está documentado que, desde el siglo XV, existía actividad comercial en la playa de Mataró (pese a no disponer “oficialmente” de puerto). La proximidad con Barcelona favorecía el comercio, principalmente de madera procedente de los bosques de Dosrius, Canyamars y Llavaneres. La leña era enviada a diversos puntos del Principado, pero, especialmente, abastecía la actividad de les atarazanas de Barcelona.

Más adelante nos detendremos en la Playa del Varador que albergaba los baños y las casetas. A diferencia de hoy, los bañistas evitaban tomar el sol. Cuánto más blanca era la piel se suponía que de mejor familia provenían… como cambian los estándares.

Hacia el final de la ruta se encuentra la estación del ferrocarril. Su construcción se remonta a 1905 y supuso el empujón definitivo a la revolución industrial de Mataró. La construcción del primer ferrocarril de la península es obra del empuje de Miquel Biada i Bunyol quien, tras formar parte de la junta que promocionó la creación del ferrocarril en Cuba, quiso unir Barcelona con su ciudad natal: Mataró. No más de cien accionistas financiaron el proyecto que separó la ciudad del mar. A fin de cuentas era lo más económico. A las dificultades financieras se sumó el resquemor de los vecinos que aseguraban que el humo sería pernicioso para los pulmones de los viajeros, que el traqueteo provocaría enfermedades nerviosas o los rumores más osados que aseguraban que el tren, era un “monstruo” que comía niños para poder funcionar. Contra viento y marea, Biada consiguió su objetivo… aunque no lo pudo ver. Murió  seis meses antes de la inauguración de la línea. El primer viaje de la locomotora “Mataró” tuvo lugar -ironías del destino-, el día de San Simón, 28 de octubre de 1848.

Publicado el lunes, 01 de junio de 2015

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