Los 32 rumbos - revista on line de viajes


Volando, volando, a Mallorca voy...

Una aventura por tierra, mar y aire

La elegante isla mayor, como llamaron los romanos a mallorca, posee todo lo que uno pueda soñar: belleza, una gran historia, y una atmósfera cosmopolita, que la convierten en un lugar privilegiado para vivir la aventura

Texto: Josep Guijarro Fotos: Josep Guijarro

Por tierra, mar y aire. Así quería explorar la isla de Mallorca en un fin de semana que me permitiera desconectar del mundanal ruido y vivir experiencias excitantes.
Con las primeras luces del día, me dirijo al Aeródromo de Son Bonet, en Marratxí. El cielo amenaza lluvia. Una espesa capa de nubes gris cubre la isla. No hago más que mirar arriba porque, si el tiempo lo permite, en pocos minutos sobrevolaré Mallorca. Casi sin quererlo, tarareo mentalmente la canción: “volando... volando, a Mallorca voy...” pero en Mallorca estoy para vivir diversas aventuras; la primera, pasear por el litoral a bordo de una avioneta.
Una vez en el aeródromo, me dirijo a las oficinas de Air Xperience! Aviation, una de las cinco empresas de formación aeronáutica que, eventualmente, ofrece el servicio de alquiler de avionetas para turistas y que nos permite visitar la isla desde una perspectiva muy distinta y no exenta de carga adrenalínica.
Un chaleco fosforescente y una breve charla sobre seguridad en vuelo y... a la pista. Me acompaña Jaime Alonso, que como instructor atesora numerosas horas de vuelo. Son necesarias 40 para pilotar una avioneta privada. Para él, volar es una pasión mas que una dedicación profesional. Con todo, en Mallorca, se forman alrededor de 15 pilotos al año con idea de obtener la licencia y engordar el currículum que les permita dar el salto a la aviación comercial. El precio asusta: 60.000 eurazos para encontrar un hueco en el saturado mercado de pilotos comerciales.
La avioneta Piper PA-28-161 Warrior II está cubierta por una lona. Ayudo activamente a la puesta a punto de la veterana avioneta. Me siento como Tom Cruise en Top Gun, sólo que quien va a llevar los mandos –por fortuna- no soy yo. Estamos en pista.
En pocos segundos la avioneta alcanza la velocidad adecuada y alza el vuelo. Lentamente el suelo queda atrás y el viento sacude con fuerza el fuselaje. Nos dirigimos hacia el norte para sobrevolar Soller y la Serra de Tramontana. Por fortuna, allí el tiempo es mejor y se perciben algunos claros. Desde el cielo, la isla se convierte en un auténtico paraíso que va cambiando del azul al verde, según vamos avanzando en nuestro vuelo. No puedo resistir la tentación de abrir la ventanilla y tomar algunas fotos. El viento se deja sentir con fuerza y frío, muy frío. Mi respiración se entrecorta pero el espectáculo es sublime.
Tras media hora, iniciamos el descenso. El sol reina en el firmamento y dibuja bajo mis pies magníficas composiciones, entre cultivos, carreteras y terrenos.

Camino a Sóller
La misma lanzadera que me condujo al aeródromo me lleva ahora de regreso al Gran Hotel Sóller. Se trata de un establecimiento 5 estrellas ubicado en un edificio del siglo XIX y construido por Joaquín Pavía Birmingham en este hermoso enclave del norte de Mallorca.
Sóller posee varios monumentos y edificios de interés histórico- artístico, como la parroquia de Sant Bartomeu, que se remonta al siglo XIV, los edificios modernistas del Banco Central Hispano y la casa señorial Ca´n Prunera, la alquería de Comte, y el monumento dedicado al Sagrado Corazón de Jesús que recibe el nombre de Ses Tres Creus.
Encamino mis pasos al Museo del Mar, situado en el oratorio de Santa Catalina. Frente a sus puertas se extiende la plaza de la Miranda que, como su propio nombre indica, es un mirador situado sobre un abrupto acantilado abierto hacia al Mediterráneo. La visión resulta espectacular y sueño no sólo con navegar por las cálidas aguas mediterráneas sino, también, sumergirme en ellas porque muchos de los que se acercan hasta Sóller lo hacen para practicar el buceo.
En efecto, la costa norte de Mallorca se ha convertido en una de las principales localizaciones para la práctica del submarinismo. En Sóller existe un único centro de buceo especializado cuyos monitores te mostrarán los secretos más recónditos de los fondos marinos que discurren a lo largo de la costa de acantilados de Port de Sóller. Varias cuevas anchas, formaciones rocosas agrietadas y una vida submarina muy activa me trasladan a otro mundo, tan fascinante como desconocido.

La vida de Palma
Tras el chapuzón, me iré de marcha a Palma de Mallorca, la capital. Su animada vida nocturna es de por sí un reclamo. A lo largo del paseo marítimo y en las estrechas calles del casco antiguo se diseminan numerosos bares y pubs de diferentes estilos donde tomar una copa, conocer gente nueva, o comenzar una noche muy movida. Puedes empezar por Pachá o, si prefieres música latina, no te pierdas la zona de El Arenal o la Place Gomila. Hay chicos y chicas de todas las nacionalidades ya que el auge del turismo en estas latitudes ha sido espectacular. La comunidad alemana es, sin duda, la más numerosa pero podrás practicar muchos otros idiomas si tienes "don de lenguas".
Al día siguiente tendré oportunidad de explorar -por tierra, que es lo que me falta- la capital balear y visitar sus lugares más emblemáticos.
La catedral, por ejemplo, se alza sobre la antigua muralla que, hasta hace pocos años, lindaba con el mar. Se erigió en el siglo XIV en el emplazamiento de una antigua mezquita árabe y la construcción de la torre del campanario se inició bajo el reinado de Jaime I el Conquistador. El conjunto aglutina estilos diversos aunque el templo ofrece una unidad de estilo gótico. La fachada está presidida por un impresionante rosetón con motivos florares donde predominan los colores amarillo, rojo y azul.
La catedral acoje en su interior los sepulcros de Jaime II y Jaime III así como una tabla gótica de Santa Eulalia.
En las proximidades se erige La Almudaina conocido también como Castell Reial o Alcázar Real de la ciudad de Mallorca. Recoge en sus muros la historia de las islas desde los asentamientos megalíticos. Actualmente es utilizado por Su Majestad el Rey como residencia oficial para ceremonias de estado y recepciones durante el verano.

El barrio judío
Después tendré ocasión de recorrer las estrechas calles del barrio judío llenas de símbolos herméticos que llaman mi atención.
Los límites del call fueron establecidos por el rey Jaime II en 1309. El núcleo central del barrio judío se ubicaba en el entorno de la actual calle de las Platerías. La sinagoga principal, expropiada en tiempos de Sancho I, se convirtió en la capilla de Santa Fe, junto a la parroquia de Santa Eulalia.

De compras
Ya en el centro, me sorprende comprobar la animada vida que poseen sus calles, la enorme cantidad de tiendas fashion que conviven junto a otras de productos típicos: artesanías, cítricos y las famosas ensaimadas, un alimento de masa azucarada, fermentada y horneada, elaborada con harina de fuerza, agua, azúcar, huevos y manteca de cerdo que es un producto de repostería de gran tradición en la isla convertido en souvenir.
No puedes dejar de probar, tampoco, la exquisita caldereta de langosta ya que dentro de la gastronomía insular, los pescados y mariscos ocupan un lugar predominante. Entre Mallorca y Menorca, se pescan las langostas más sabrosas de todo el Mediterraneo.
El casco antiguo no se queda atrás en la concentración de grandes almacenes y outlets de moda. Hay tantos que no podrás verlos todos en un día. Si buscas alguna prenda o artículo, como un par de zapatos de diseño, antigüedades, boutiques, moda de hombre, prendas deportivas, decoración, hogar, tapicería, no tendrás ningún problema en encontrarlo en esta zona.
Una escapada, en suma, que reúne todos los requisitos para pasarlo bien, solo o acompañado, para vivir aventuras o estar tranquilo.

Publicado en nuestra edición número 1 de octubre 2009


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