Edurne Pasaban
La montaña me da libertad
Edurne Pasaban creció soñando en convertirse en alpinista profesional. En Tolosa (Guipúzcoa), donde nació el 1 de agosto de 1973, practicar deportes de montaña era algo habitual. Completó sus estudios de Ingeniería Técnica Industrial en la UPV y su primer trabajo como profesional fue como ingeniera de una empresa familiar. Más adelante fundaría su propio negocio: un pequeño hotel rural y restaurante en el País Vasco llamado Abeletxe, del que se encarga en persona, a la vez que imparte clase como profesora asociada en el IE Business School en Madrid. Tambien ejerce como conferenciante en empresas a nivel mundial. Hace poco recogió el Premio Reina Sofía como mejor deportista española del 2010, en una ceremonia presidida por Sus Majestades los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía. Además, en 2010 consiguió ascender los catorce ochomiles del planeta, convirtiéndose en la única mujer en la historia que lo consigue, tras confirmarse que la coreana Oh Eun-Sun había coronado una cumbre menos. La embajadora del Keep Walking Project nos cuenta sus secretos .
- ¿Qué es la montaña para ti?
Para mi es algo que me proporciona muchas cosas, pero hay una que está por encima de todo: La montaña me da libertad. Y me la da porque me ha brindado ser yo misma y el haber podido elegir lo que quiero ser. Me brinda la oportunidad de saber que lo que estoy haciendo, lo hago disfrutando porque es realmente lo que he elegido. Desgraciadamente no hay muchas personas que puedan decir lo mismo.
-Para los profanos , ¿cómo puede el montañismo ser una profesión?
Es complicado, pero ten en cuenta que yo llevo yendo al Himalaya desde que tengo 16 años. Es decir, toda la vida. Pero yo estudié ingeniería, vamos, soy ingeniero técnico industrial y he trabajado como tal. Recuerdo que al principio hacía la montaña como hobby y para viajar. Esto para mí ha sido una excusa para viajar, para conocer gente y lugares. Imagina, yo me iba a escalar a Marruecos, pero en realidad la escalada era una excusa para poder conocer el país. Así con muchos otros lugares.
- El montañismo parece un deporte muy solitario. ¿Te da la oportunidad de establecer contacto con la gente de cada lugar?
No, que va. Puede parecer que sí, pero al final siempre se está contando con alguien de la zona y se conoce a mucha gente local. Ten en cuenta que ellos son los que más saben de esto. Para que te hagas una idea, en Nepal estoy casi como en casa porque las relaciones personales allí, son brutales. Cuando uno viaja está abierto a que se te acerque la gente y tu a ellos. Viajar es una cuestión de conocer, lo bueno de ir a un sitio no es sólo el ver sino conocer y enriquecerte con lo que te está dando. Las personas, la cultura, la gastronomía.
-Ahora te marchas al Himalaya para subirlo sin oxigeno. Cuéntanos...
De los ochomiles que he terminado, el Everest fue el primero y fui con oxígeno porque no me conocía a esa altura. Ten en cuenta que sólo un 2% sube sin oxígeno. Si yo en el 2001 subo sin él, me hubieran mirado como una loca. Pero ahora, después de terminar los 14 ochomiles sí que soy consciente de que se pueden hacer. Tengo la experiencia suficiente para poder hacerlo, y a eso voy esta primavera.
- ¿Cuándo crees que tu espíritu quedará saciado?
Nunca.
- ¿Y eso te resta o te da felicidad?
Mi madre me dice que resta, pero yo no lo creo. Pienso que a mí me la da, porque todo lo que uno hace en la vida le tiene que dar felicidad. Hubo un momento en que me daba por pensar que esto del montañismo me hacía renunciar a mucho. A mi alrededor todos tenían familia, etc… Pero luego, me di cuenta que me ayuda a crecer y madurar como persona. Por lo tanto, me suma.
-Todo esto que vives subiendo a la montaña, ¿te ayuda como crecimiento interior?
SÍ. La montaña te enseña a sufrir, a seguir adelante, a regenerarte en los momentos duros: pero a veces lo que me ocurría era que en esa experiencia tan grande en aquellas montañas de superación, era muy difícil aplicarlo al día a día. Nuestra vida no tiene nada que ver con lo que vivimos allí, y con el tiempo he podido usar esas enseñanzas porque los factores externos de allí no tienen nada que ver con los de aquí, pero aprendes a darte cuenta que no es tan diferente.
- ¿En qué medida te ha ayudado o limitado tu condición de mujer?
Nunca he tenido problemas porque los que me han rodeado siempre han creído en mí. Pero sí que es cierto que alguna vez he tenido que demostrar algunas cosas por ser mujer. Recuerdo el principio. Ahora ya saben quién es Edurne Pasaban, pero cuando comenzaba e iba en una expedición de cinco personas, la gente venía a saber quién era y opinaban quién era más fuerte, quién iba a subir, quién a quedarse y a mí siempre me dejaban fuera de juego y en ese momento me daba rabia. Yo había entrenado lo mismo que ellos o más, y quizá podría dejarlos atrás, pero el hecho ese me fastidiaba y al final salía mi lucha. En resúmen, cuando tienes un buen currículo encuentras trabajo en muchos sitios. Y esto es un poco lo que me pasaba a mí, buena preparación al principio y ahora un buen currículo.
- ¿Una situación en la que sintieras miedo?
Cuando bajábamos de la cumbre del K2, en 2004. Yo me quedé rezagada a 8.400 metros. Era de noche, había perdido la luz y me quedé allí a esperar que alguien viniera a buscarme. Ahora, cuando lo recuerdo sí siento miedo, pero en el momento ,cuando lo vives, no sientes miedo. La mente humana tiene la capacidad de superación cuando se encuentra en esas situaciones difíciles.
- ¿Comes de todo?
Como de todo, pero al principio me costaba. Cuando viajas, en cada lugar encuentras diferentes formas de cocinar y hacer la comida. Los picantes, las especias y todas estas cosas al principio. Cuando fui a China me fue imposible, no podía comer de nada porque no sabía lo que estaba comiendo y me hacía muchas preguntas. Pero al final, el viajero se acostumbra a comer de todo.
- El lugar donde te gustaría volver.
Hay muchos sitios. Te diría uno en el que poca gente podría estar. Algún día me gustaría volver aunque soy consciente de que si no me lleva un helicóptero no subiré nunca más. Me refiero a un lugar situado un poco más abajo de la cumbre del K2 y ver el anochecer. Es decir, el sol entra por detrás tuyo y yo tengo una escena increíble. En ese glaciar vi un triangulo de luz y me dije: “¿Qué es eso?” Y luego me di cuenta de que era el sol el que entraba por detrás y era la sombra del K2 la que se reflejaba. Eso sólo se puede ver allí arriba.
-Cuando viajas por cosas que no tienen que ver con tu deporte, ¿Planificas?
Ya que la montaña necesita tanta improvisación, cuando viajo por placer improviso. Cojo mi mochila, me voy al lugar, con algunas cosas mínimas, y me lanzo. Me preocupo por saber el cómo, el dónde, pero nada más...me encanta. Porque te da la posibilidad de vivir muchas experiencias.
Una entrevista realizada por: Josep Guijarro
13439 lecturas.