Larzac (Grandes Mesetas de Francia)
La ruta de los templarios
Seis localidades francesas albergan una singular ruta templaria donde podemos constatar la singularidad de sus construcciones y adentrarnos en sus misterios por caminos serpenteantes y austeras encomiendas.
Casi todo el mundo sabe que los templarios fueron una orden monástico-militar medieval que se conviritó, en apenas dos siglos, en la principal fuerza económica, militar y espiritual de Occidente. Su paso por tierras francesas fue sonado, habida cuenta de que aquí nacieron y reclutaron a los primeros nobles para su causa: la defensa de los Santos Lugares. No es extraño, por tanto, que podamos admirar hoy en la antigua Galia, parte de su patrimonio cultural y arquitectónico, magníficamente conservado, así como encontrar interesantes pistas acerca de la misteriosa simbología que esta Orden nos legó tras un incomprensible proceso inquisitorial que le llevó a su disolución en 1314. Seis pueblos del sur de Francia, en la zona conocida como Grandes Mesetas, muestran aún, parte de esta herencia medieval. La Orden del Temple se adueñó de estas tierras durante el siglo XII gracias a las donaciones de mucha gente que buscaba el cielo eterno. De este modo fueron recaudando parcelas, bienes y derechos.
Extraños símbolos
En el departamento de Larzac, por ejemplo, se extiende la pequeña aldea de Sainte Eulalie de Cernon. No posee más de 200 habitantes y sus murallas son visibles, en medio del valle, desde varios kilómetros. Nos reciben en medio de una bruma misteriosa que parece retrotraernos a la Edad Media. Y, es que en este periodo, esta pequeña villa fue el centro de operaciones del Temple, concretamente en 1159. El Rey de Aragón, a la sazón tutor de Raimond Berenger II, vizconde de Milliau, cedió estos terrenos a Élie Monbrun y fue a partir de entonces cuando los Templarios construirían su Encomienda. Desde aquí desarrollarían una fuerte tradición agropastoral en la región.Todos nos hemos sentido seducidos por las hazañas militares, por los misterios que rodean las iniciaciones de la orden monástica, olvidando otros aspectos –tanto espirituales como terrenales- que fueron responsables, seguramente, de su rápida expansión.Las murallas de esta aldea dan refugio a una curiosa iglesia templaria llena de símbolos, incluido el misterioso Baphomet. Se erige en la encantadora Place de la Fontaine que constituye el acceso a la parte amurallada. Para nuestra sorpresa la entrada a la capilla se efectúa por el ábside porque su orientación está invertida: ¿Por qué? ¿Hay tal vez un mensaje oculto en esta iglesia o en la encomienda aneja? Puede ser. A un lado y otro de la puerta nos llaman la atención dos relieves en espiral. Esta forma geométrica, junto con la hélice y el pentáculo (también llamado Sello de Salomón) entre otros, guardan entre sí una inquietante relación matemática expresada por Leonardo Fibonacci en la fórmula ½ (raíz cuadrada de 5 – 1), lo que los griegos llamaron aurio sectio y que se halla presente en las catedrales góticas, cuyas hermandades de constructores –conviene recordar- nacieron a la sombra y auspicio del temple.
Según apreció el arquitecto Moessel, muchas de las construcciones sagradas de la antigüedad se estructuraron a partir del círculo ideal en el que se inscribía su planta, sobre las figuras del pentágono, el decágono y el pentágono estrellado, es decir, el aludido pentáculo, de ahí que todas ellas contengan el aurio sectio o número de oro (1,681803398875...). Podríamos deducir, entonces, que las medidas de los templos podrían encerrar también mensajes concretos que sólo adquieren un sentido desde el ámbito de la geometría y que, según Monseñor Devoucoux, podrían encerrar nombres o palabras en piedra.
Desde luego, en Sainte Eulalie de Cernon estas claves no se hallan en la nave central, por ser de estilo románico con algunos acabados barrocos. Lo interesante radica en la llamada Comandancia y el Tribunal a los que se accede por una puerta lateral. Allí tuvimos ocasión de sumergirnos en doscientos años de historia de la misteriosa orden monástico-militar y acceder a la Torre de vigilancia, donde descubrimos unos inquietantes grafittis que trajeron a nuestra mente los de Chinon, legados por los templarios condenados en el proceso inquisitorial y que, según algunos expertos, albergan las claves para dar con el tesoro y los documentos fundacionales del temple. No supimos descifrarlos.
Alrededor de la iglesia, estrechas callejuelas parecen trasladarnos a otra época. Sainte Eulalie de Cernon era el mejor lugar para controlar la comarca, su agricultura, las reses y todo desde la vida de austeridad de quienes tomaban los votos. Esta singularidad es, aun hoy, perceptible a través de la singular arquitectura del lugar, con tejados en uve, empleados para recolectar el agua de lluvias y nevadas, así como casas de bajos techos y recios muros.
El buen hacer de los agricultores de la zona puede notarse aún hoy porque en esta región nació uno de los quesos más conocidos del mundo: El Roquefort, cuyo sabor no se olvida y constituye un elemento importante de la gastronomía del lugar. Los caballeros productores de queso, organizaron tan bien la agricultura, que aún hoy se continúa usando esa forma de trabajar en la pequeña villa, que pasó más tarde a manos Hospitalarias. Fueron éstos quienes en el siglo XV fortificaron la ciudad para retener las acometidas de los protestantes en la Guerra de los Cien Años.
La Cavalerie
Ponemos rumbo a otro emplazamiento histórico. Las carreteras se tornan sinuosas en el camino que nos lleva hasta la siguiente encomienda Templaria. Debe su nombre de las caballerizas usadas por los monjes: La Cavalerie. Grande, de techos altos, que, en cierta manera, evocan el poder de quienes la construyeron, la caballeriza (si lo traducimos) sigue presidiendo la entrada a la localidad. El valle donde se erige también fue una propiedad donada a los templarios por el Vizconde de Millau, en el siglo XII. Una plaza importante, ya que, según nos cuenta Sandrine, la historiadora que nos acompaña, era parte de una ruta comercial que fue origen de disputas entre el vizcondado y los caballeros de la orden, obligando así a fortificar toda la villa. No pierdas la oportunidad de caminar por el cinturón de ronda; es emocionante. Nos transporta a la Edad Media cuando aquellos estrechos pasillos que rodean la ciudad la defendían de eventuales ataques y, a la vez, brindaban unas vistas extraordinarias de toda la región. Muchas de las viviendas pegadas a la muralla fueron construidas con sus piedras. Después, tendríamos ocasión de visitar la iglesia de Notre Damme de Larzac, erigida en el siglo XVIII. Es increíble pensar que la plaza donde está situada la entrada soportaba, anteriormente, los muros de una antigua iglesia templaria y ahora, señalada con cuatro árboles y una fuente en el centro, hacen de presentación para compartir el pase al nuevo templo. Quizás la sensación al pasar su umbral es que encontraremos en una larga nave, pero nada más lejos de la realidad, la entrada se ha mantenido en su emplazamiento original y a la derecha es donde se encuentra toda la nave de la iglesia actual. En esta villa rural también hallamos un misterioso pozo... ¿acaso para iniciaciones templarias?, que nos trajo a la memoria la leyenda del "pozo de almas" (ver imágenes).
Ciudades amuralladas
Finalmente el aire atrajo unas oscuras nubes que nos obligaron a hacer noche en un castillo, una vieja casa señorial de gruesos muros, donde podríamos guarecernos de la lluvia que ahora azotaba los cristales de la habitación, anocheciendo más pronto de lo que normalmente lo hace. Allí, con el calor de una chimenea recién encendida, la noche nos arropó con el único pensamiento de poder ir a conocer la ciudad amurallada, un rincón del que quizás cualquier descripción se quedaría corta: La Couvertoirade. Se trata de un pueblo medieval que da testimonio de la potencia militar y de la vida cotidiana de aquellos templarios y hospitalarios. Cierto es que, durante la temporada estival este lugar es carne de turistas, pero si uno puede acercarse a La Couvertoirade en otro momento podrá imbuirse –como nosotros- del espíritu templario entre intrincadas callejuelas, casas modestas y mansiones señoriales. Una ciudad fortificada que no ha crecido más allá de sus gruesas muros, nos lleva a visitar y a asombrarnos por las posibilidades de sus abrevaderos llenos de agua pluvial que recogían los tejados, o una evocadora iglesia con Baphomets templarios. En el siglo XIV esta villa amurallada pasó a manos de los hospitalarios, que respetaron todas las antiguas fortificaciones y vivieron en el castillo construido por sus predecesores. Tuvimos suerte, el silencio acogió algunos de nuestros pasos entre las grises piedras, y de no ser por nuestras vestimentas, tal vez hubiéramos podido pensar que subiendo alguna de las intrincadas escaleras excavadas en la piedra, nos encontrábamos en plena Edad Media decididos a subir a una de las torres vigía para preparar el turno de guardia. Laurence, la guía que nos acompañó en casi todo el viaje, nos llevó a conocer las salas dentro de la encomienda en la que hoy aun hay graffitis, como lo que vimos en la habitación de los capuchinos, de influencia templaria que posiblemente podrían representar iglesias de la isla de Malta, en honor a la orden del mismo nombre. Existen pinturas en los muros, marcas de cantero, todo tan bien cuidado que a veces sorprende el hecho de no encontrarse a un caballero de la orden Templaria u Hospitalaria caminando por las calles.
Una inmensa torre De allí nos encaminamos a Viala du Pas de Jaux. Este pequeño municipio alberga una gran torre hospitalaria de cinco pisos, nos muestra la vocación agro-pastoral de una comunidad autosuficiente, desde la cual en su terraza superior se puede dominar toda la inmensidad que le rodea. Construida para defender a los habitantes de la pequeña aldea, justo al lado del antiguo edificio de los caballeros de San Juan de Jerusalém, de las acometidas de la fatídica Guerra de los Cien Años, que paradójicamente duró 116. Algo que nos sorprendió es que en las letrinas fueron encontrados unos curiosos vestigios que permitieron deducir que aquí se estuvieron acuñando monedas falsas, ya que se trataba de quincalla sobrante.No pudimos abandonar esta región sin visitar un lugar, que aun no siendo ni encomienda, ni Templaria, ni Hospitalaria, merece una digna mención por su dimensión humana y sorprendente por su armoniosa regularidad. Saint Jean d’Alcas una fortificación que se debe a la mano de una abadesa de la abadía cisterciense de Nonenque, a quien pertenecía este lugar. Y fue el Prior de Saint Gilles, el que autorizó la fortificación de los lugares dependientes de la encomienda vecina de Sainte Eulalie. Una fortificación en miniatura, un recinto cuadrangular defendido por cuatro torres angulares, calles paralelas llenas de casas, imponiendo el orden en una época en el que el desorden era habitual en las callejuelas de los pueblos medievales. Regalando un poco de sosiego y paz al visitante que puede marcharse de estas tierras, bien seguro de que su paso no será más que un pequeño grano insignificante de arena en la historia de la orden más grande de la historia.
Un reportaje de: J. Guijarro y P. Hervías
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