Los 32 rumbos - revista on line de viajes | |||
Destinos inquietantes / Francia | |||
Los alineamientos prehistóricos de Carnac | |||
Un recorrido singular por Bretaña y Normandía | |||
Los alineamientos de Carnac tienen más de 6.000 años de antigüedad, están formados por cerca de 4.000 menhires que ocupan 40 hectáreas. Son, con diferencia, la construcción prehistórica más grande conocida y, sin embargo, lo ignoramos casi todo... ¿Cómo y por qué fueron erigidos? ¿Prueban estas piedras la presencia de gigantes en el pasado? |
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Texto: Josep Guijarro Fotos: Josep Guijarro
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Los alineamientos megalíticos de Carnac despiertan curiosidad y fascinación desde hace décadas. Se me antoja extraño pensar como, a pesar de su volumen y proliferación, hemos perdido la memoria de su significado o el propósito para el que fueron erigidos. Se extienden por kilómetros en los alrededores de Carnac, una comuna situada en el departamento de Morbihac, de poco más de cuatro mil habitantes que es, además, cuna de sugerentes leyendas; los bosques de Broceliande, por ejemplo, fueron la última morada del mítico mago Merlín, el profeta bretón que aparece en las leyendas celtas y que fue integrado a la del rey Arturo. En esta región hasta los lagos poseen nombres de ensueño, como El Espejo de las Hadas o el Valle sin Retorno. Si hay –pues- un lugar dotado con spiritus loci, esa atmósfera mágica y energética que te llena en muchos sentidos, es sin duda la Bretaña francesa. Es difícil imaginar un lugar más armonizado, donde el pasado más remoto y el presente conviven en perfecto equilibrio. Las estructuras más antiguas de Europa Llego al yacimiento de Le Ménec con las primeras luces del día. Me espera allí el director del Museo de Prehistoria de Carnac, que ilustra la evolución del ser humano en esta región desde el Paleolítico (hace la friolera de 450.000 años) hasta la Edad Media. A medida que me aproximo me sobrecoge un paisaje misterioso. Extendiéndose a lo largo de ocho kilómetros, miles de enormes piedras verticales se erigen desafiantes hacia el cielo desde tiempos prehistóricos. No puedo por más que preguntarme ¿quién las puso ahí? Y lo que todavía es más inquietante: ¿Con qué propósito? Estos menhires (del bretón men, piedra, y hir, larga) parten en cuatro precisas alienaciones desde Le Ménec, al norte de Carnac y se prolongan hasta el horizonte alejándose en once hileras en dirección noroeste. En 1827, Chevalier de Fréminville describía con asombro las curiosas disposiciones de las 2.934 enormes piedras que han llegado hasta nosotros, la altura que alcanzan y la perpetua quietud que las rodea. Y es que quien haya podido visitar Carnac, Kermario, Le Ménec y Kerlescan, -lugares con una mayor concentración de monumentos megalíticos, pero no los únicos- conoce la sensación de fascinación y reverencia hacia aquellos hombres del neolítico que 6.000 años antes de Cristo conformaron las estructuras más antiguas de Europa. Los megalitos más altos miden una media 3,7 metros de altura, aunque hay algunas excepciones; los 7 metros del megalito de Kermario, o los impresionantes 20 metros de la Piedra de las Hadas, derribada en 1722 a consecuencia de un movimiento sísmico y que puede ser visitado en las afueras de Locmariaquer. En general, las hileras disminuyen su altura hasta que, al término de las avenidas, apenas alcanzan los 90 centímetros. Antiguamente se pensaba que cada hilera contenía un millar de piedras y que los cuatro conjuntos estaban vinculadas entre sí, formando un diseño fantástico. La idea se abandonó pero, ciertamente, muchas formaciones conducen a cámaras, orientadas al crepúsculo, que contienen generaciones de difuntos. El peso de estos megalitos es, igualmente impresionante, ronda las 350 toneladas lo que nos da una idea del impresionante esfuerzo que los hombres antiguos tuvieron que realizar en ausencia de tecnología que les facilitara el trabajo: ¿para qué tantas molestias en alinear piedras en lugar de concentrarlas para comer? ¿Monumentos funerarios? Los arqueólogos insinúan que se trata de monumentos funerarios pero, que se hayan encontrado esqueletos debajo de algunas dólmenes no permite afirmar que su destino primitivo fuera el de dar cobijo a los mismos. De lo contrario podría sostenerse que todas las catedrales son tumbas o mausoleos pues suelen ser la última morada de obispos, reyes o acaudalados próceres de la sociedad y a nadie se le ocurre decir que los templos son cementerios. En el rico folklore local podemos encontrar explicaciones románticas que, aunque no nos sirvan para saciar nuestra curiosidad, estimulan nuestra imaginación. Es el caso de la leyenda de los soldados petrificados por San Cornelio, el patrón de Carnac al que todos los 13 de septiembre consagran su ganado. Existe, sin embargo una explicación más racional. Observatorios astronómicos Alexander Thom, antiguo profesor de ingeniería en la Universidad de Oxford, comprobó como algunas alineaciones de menhires, y megalitos aislados sirven para seguir y medir los movimientos aparentes del Sol, la Luna y las estrellas. Durante una exhaustiva investigación llevada a cabo en los años setenta Thom llegó a la conclusión de que el conjunto que rodea a Carnac se diseñó para el esclarecimiento de observaciones astronómicas y de modo especial a la Luna. El punto más importante del complejo debió ser la aludida piedra de las Hadas. Además de ser una especie de centinela de los difuntos, por encontrarse en el extremo de un enorme montículo neolítico, si lo utilizamos como punto de referencia se pueden trazar líneas de salida y puesta de la Luna desde menhires situados a 13 kilómetros. No conforme con su trabajo, Thom llegó aún más lejos al afirmar que las rocas forman una especie de cuadrícula megalítica que facilitaría los cálculos astronómicos. Se dio cuenta que el típico menhir venía a ser una especie de mira de piedra que, alineada con algún accidente natural del horizonte, como un pico o un barranco, apuntaba a un acontecimiento celeste de importancia, llegando a postular el uso de una unidad de medida por parte de los ingenieros megalíticos que cifró en 83 cm. y a los que llamó “yarda megalítica” Muchas teorías, ninguna certeza Pero al hilo de las tesis astronómicas subyacen otras interpretaciones que relacionan a los menhires con cultos totémicos, cultos que han dotado a las piedras de poderes malignos y benéficos, éstos últimos curativos e incluso de fertilidad. Se dice que las brujas celebraban sus aquelarres en torno a ellas untándolas, en el caso de Carnac, de aceite o miel para suavizarlas. Costumbres paganas de culto a la Luna que no han trascendido pero que siguen latentes en lo más hondo del corazón de las gentes. No es extraño, por tanto, que desde la Edad Media, muchas piedras exhiban símbolos cristianos, que otras hayan sido destruidas sin piedad y que algunos dólmenes, como por ejemplo el de Saint Michel, en Carnac reposen bajo una ermita cristiana. Acupuntura planetaria No menos interesantes son las tesis de Louis Charpentier quien sostenía que estas piedras ejercen una suerte de acupuntura planetaria capaz de actuar sobre las mareas que en son asombrosas en la región. Basta visitar Saint Maló o Mont Saint Michel para darse cuenta de ello. Charpentier se dio cuenta que al mover los menhires dispuestos en círculo de la isla de Er Lannic, las mareas quedaban afectadas. Curioso, ¿verdad? En línea parecida se postula Miguel Serrano cuando escribe que los menhires "van jalonando los puntos más sensibles de la Tierra. Esos extraños monumentos megalíticos, obra de seres gigantes, son la acupuntura de una geografía enferma, que evitan nuevas catástrofes, amarrando corrientes sensibles. Enclavados en los chakras y centros nerviosos del cuerpo físico y sutil de Gea, donde ambos planos confluyen y donde se produce un encuentro entre los ríos visibles e invisibles. Son también los primeros templos de iniciación y los observatorios del cielo". Así, mientras el menhir señalaban los lugares en los que las "corrientes fecundantes eran particularmente activas", los dólmenes se situaban "en un lugar donde la corriente telúrica ejerce en el hombre una acción espiritual al situarse en un lugar donde "alienta el espíritu"; recrea la caverna y es en el seno mismo de la tierra, en la habitación dolménica, donde el hombre va a buscar el don terrestre". Los templos serían los sucesores de los dólmenes y cromlechs, como el de Stonehenge. Instructores: ¿del cielo o de la Tierra? ¿Cómo pudo el hombre prehistórico conocer todo esto? ¿Acaso pudieron ser instruidos por –digamos- dioses venidos de las estrellas? Y si no de las estrellas, admitamos que pudo haber otra civilización avanzada sobre la Tierra de la que perdimos la memoria tras un diluvio. Si no, ¿crees casual la similitud fonética entre el Karnak egipcio, cuyas columnas pueden recordar las alineaciones megalíticas de Carnac, la Carna irlandesa, las Carnock escocesas, la Kanak turca y la Kanarak hindú? Puede que esta raíz lingüística, que se repite en muchas latitudes distintas del planeta, entronque con una lengua-madre, heredera de una tierra tragada por las aguas y de la que –según los mitos centroamericanos y mediterráneos- procedían los dioses instructores de la humanidad: la Atlántida. Erich von Däniken no tiene reparos en señalar en su libro “Profeta del pasado” que los menhires de Bretaña no fueron reunidos por personas de nuestro tamaño corporal actual por el y que su antigüedad es mayor, que seguramente fueron erigidos antes del final de la última glaciación porque algunas columnas de piedra se hunden, sin perder la formación, en las profundidades del golfo de Morbihan. Concluye, además, que el orden de los menhires no es casual sino que obedece a un plan inteligente. Entonces, ¿quién pudo disponer de la fuerza física necesaria, así como de la perspectiva para ordenar tan descomunales yacimientos de miles y miles de menhires? El lo tiene claro: los gigantes. Charpentier coincide: "La ciencia de los menhires es enseñada en Europa a los ligures por los gigantes; también la de los dólmenes. Estos últimos son verdaderas cítaras de piedra que vibran en señalados centros terrestres, al ser mojados por el rocío o "agua de la luna". |
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Reportaje publicado en nuestra edición número 46, de noviembre 2013. http://www.los32rumbos.com Todos los derechos reservados. |
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