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Grandes destinos / India
Varanasi
Las escaleras de la muerte
Varanasi (Benarés) es la ciudad más importante para la religión Hindú. Según su cosmología es el centro de la Tierra, una de las ciudades más antiguas de la India y la que reúne más peregrinos al año. Muchos de ellos vienen a morir a esta ciudad santa porque eso supone liberarse de reencarnar de nuevo para acceder –directamente- al Nirvana.
Texto: Josep Guijarro Fotos: Jose Alberto Puertas

Para cualquier occidental, una de las imágenes más potentes,  impactantes  y conmovedoras de la India tiene lugar en Varanasi, ciudad santa desde hace cerca de cuatro mil años y que acoge los llamados ghats de la muerte.

Millones de hinduistas –y los que no lo son- peregrinan hasta este lugar situado a orillas del río sagrado Ganges y sus afluentes Varana y Asi  (de ahí deviene su nombre) para liberarse del ciclo de reencarnaciones y entrar en el Nirvana. La experiencia Varanasi puede ser tan intensa como tu estómago o tus ojos lo permitan.  Y, es que los funerales en los Ghats de Varanasi son conocidos por todos. Es más, la mayoría de los visitantes no sólo son conscientes de lo que pasa en este lugar, muchos vienen especialmente para observar este antiguo ritual de las incineraciones, ya sea por curiosidad cultural o por una especie de fascinación morbosa. 

La bendición dorada
Los ghats (entradas abiertas con escaleras que conectan la ciudad con el río), sirven para bañarse, rezar, hacer ofrendas, lavar la ropa o… quemar a los muertos. Fueron construidas en el siglo XVIII y cada una de estas escaleras recibe un nombre y tiene una función específica. Hay más de un centenar de ghats. Es aquí donde viven (o malviven, según se mire) los llamados sadhus, ascetas o monjes que renuncian a todos los placeres y vínculos terrenales en la búsqueda de los verdaderos valores de la vida. Por norma general, un sahdu vive incluido en la sociedad, pero intenta ignorar los placeres y dolores humanos. Son hombres espirituales que viven de manera frugal, en tiendas improvisadas y que hacen yoga a orillas del río sagrado. Les reconocerás por su pelo larguísimo, su túnica naranja o por estar desnudos, cubiertos tan sólo de cenizas y cal. Su búsqueda de la espiritualidad no evita, sin embargo, que los occidentales puedan charlar o fumar con ellos o, incluso, sacarles alguna foto a cambio de algunas monedas.

Con las primeras luces del día las aguas del río se tiñen de un color dorado y cientos de personas realizan la Surya, el tributo al sol. El espectáculo cromático es tal que cobra sentido el que hace casi 4.000 años esta ciudad se constituyera en un centro religioso dedicado a Surià, el dios del Sol.

Crematorios al Nirvana
Con todo, los ghats que concentran mayor atención de los extranjeros son los de Manikarnika y Harishchandra, establecidos como crematorios principales junto al de Panchaganga donde, se cree, convergen los cinco ríos sagrados del hinduismo. Que nadie espere encontrar silencio o ambiente de meditación. Lo que aquí se respira es ambiente de mercado, en el que no faltan ni empujones ni bullicio. A lo largo de la orilla del río arden las piras de madera, avivadas ocasionalmente por hombres o niños con el fin de mantenerlas encendidas durante las 24 horas. El humo es espeso alrededor del funeral. Es inevitable sentir el escozor en los ojos y, junto al olor a incienso y madera quemada, resulta impactante el de la carne. Si no eres aprensivo y te acercas, podrás reconocer algunas extremidades o la cabeza del difunto. De veras, no es el mejor lugar para escrupulosos o personas sensibles, pero con todo, resulta una experiencia conmovedora para quienes no estamos acostumbrados a ver la muerte tan de cerca.

Para los hindúes, sin embargo, morir y ser quemado en Varanasi significa liberarse. Creen que el alma del difunto parte de aquí hacia el Nirvana.

Como puedes suponer, estas creencias han convertido la ciudad en el destino de enfermos y ancianos, que quieren pasar sus últimos días en la ciudad santa. A lo largo del río Ganges se alinean numerosas residencias destinadas a albergar a los moribundos

Un ritual complejo
La cremación de un cadáver suele durar del orden de tres horas o algo más. Su coste oscila entre los 12 y los 71 euros y el precio no es una cuestión baladí en la India, un país muy pobre. Mientras que las clases pudientes pueden pagar por una pira entera de madera los más pobres apenas alcanzan a comprar una pizca de polvo de sándalo sagrado. Contrastes de la espiritualidad.

El ritual empieza sumergiendo el cadáver en el río Ganges. Es frecuente ver cadáveres flotando en el agua que son transportados hasta las escaleras de la muerte. Después, los familiares untarán el cuerpo con manteca que, además de ser un componente religioso, ayuda a que arda mejor. Tras enfundar al fallecido en un sudario blanco, se le sitúa en la pira; de cúbito supino si es un varón y boca abajo si se trata de una mujer. Le corresponde encenderla a la “cabeza de duelo”, generalmente el hijo mayor o un pariente de sexo masculino. Se prende cerca de la boca, con una llama sagrada que proviene de un templo cercano.

Por lo general, las mujeres son excluidas del ritual por temor a que puedan llorar. Los fluidos –y las lágrimas lo son- son consideradas contaminantes en los ritos funerarios de los hinduistas.

Cuando arde la madera entran en juego los llamados Doms. Supervisan que el fuego queme el cuerpo de manera uniforme empleando para ello paja y mantequilla e, incluso, pinchando el cuerpo con palos si fuera necesario. Si los dolientes tienen suerte, el cráneo explotará debido al calor. Según la creencia hindú es entonces cuando se libera el alma hacia el cielo. Si no sucediera, le corresponderá al cabeza del duelo abrirlo una vez que el fuego se ha apagado. Una experiencia muy dura… como duro es advertir que, terminado el ritual, son arrojados al río los huesos que no se hayan incinerado mientras las cabras hurgan entre las cenizas de la hoguera tratando de encontrar algún resto para comer. Definitivamente hay que tener estómago para esto.

Todo el día suenan los cánticos en honor a Shiva, uno de los dioses de la Trimurti  ("Trinidad hinduista") que representa el papel de dios destructor, junto con Brahmá (dios creador) Visnú (dios preservador). Por la noche, desde los ghats, las velas iluminan el agua del Ganges, uno de los ríos más contaminados del mundo, convertido en una extraña estampa donde los cuerpos se queman en hogueras, mientras que aquellos que no tienen el dinero necesario, arrojan al agua a sus familiares, atados a una piedra para romper la rueda del karma y la reencarnación eterna y conseguir de este modo el ansiado nirvana.


Reportaje publicado en nuestra edición número 58, de Abril 2015. http://www.los32rumbos.com
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