Los 32 rumbos - revista on line de viajes | |||
Escapadas / Austria | |||
Viena | |||
'destino' del mundo | |||
Viena es la ciudad de los valses. Sus grandes salones imperiales, acogieron historias asombrosas. Poseedora de impresionantes monumentos e indescriptibles palacios, la capital austríaca es un destino imprescindible. Tal vez porque en sus museos se conserva uno de los objetos más deseados de la cristiandad |
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Texto: Patricia Hervías Fotos: Josep Guijarro
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Viena, 1913. Por sus calles, un pobre y necesitado ex estudiante de arte, en los días en los que el invierno arreciaba con dureza, paseaba por los corredores del museo del palacio Hofburg. Allí, pasaba las horas mirando las piezas que le atraían, por las que sentía un extraño poder de seducción. Eran “las insignias de los Habsburgo”. Y mientras se deleitaba con ellas, aquel joven, Adolf Hitler, soñaba con poseer el objeto más deseado en la historia, la Santa Lanza, aquella que atravesó el costado de Cristo después que éste expirara en la Cruz. Y mientras paseaba mis ojos por aquella misma lanza, pensaba en cuan extraño final tuvo el último poseedor del sagrado objeto. La leyenda cuenta, que en el instante en el que los aliados descubrieron todos los objetos sagrados que el führer tenía en su posesión, una bala sesgaba su vida. Ahora podemos encontrar esta joya, como muchas otras, en el museo llamado del Tesoro secular y sacro que se encuentra ubicado en la parte más antigua del Palacio Imperial (siglo XIII). Aparte de poder admirar la corona imperial del Imperio Sacro Romano y la corona del Emperador austriaco (1602), se conserva también allí un curioso objeto; se trata de un “unicornio” de casi dos metros y medio. Para llegar al museo, cruzaremos por el patio Schweizerhof, llamado de los suizos, ya que era aquella guardia la que antiguamente se apostaba allí. Ciudad monumental Viena es un lugar mágico. Sus calles, los edificios, su disposición, la gente, los barrios. De no ser por el idioma me sentía como en casa. La gente es cálida, y los locales acogedores. Desde el aeropuerto tenemos dos interesantes opciones para acercarnos a la ciudad: en taxi o mediante el CAT, un tren que te deja en el centro, en la calle Marxergasse, muy cerca del Stadtpark, donde andando por el canal del Danubio hacia la calle Johannesgasse podemos disfrutar de su principal atracción: una estatua de Johann Strauss realizado por Edmund Hellmer que es el monumento más fotografiado de la ciudad del Vals. Aparezco en la Schubertring para caminar hacia el centro de la ciudad, recorriendo grandes avenidas que me muestran la grandiosidad de una ciudad que un día fue Imperial y que, en todas y cada una de sus calles, se sigue respirando aquel aire majestuoso de emperadores y emperatrices, bañando sus monumentos en color dorado y haciéndolos brillar en cada momento del día. Entiendo la esencia de Gustav Klimt al usar oro en muchas de sus obras maestras, como en el Beso, única obra que no puede salir de Viena y que se encuentra en el museo Belvedere. La monumentalidad de esta ciudad, contrasta con el centro histórico, donde los rincones más impredecibles se pueden tornar en un lugar acogedor. Para los más curiosos Es una capital dulce, y así lo demuestran sus bombonerías y pastelerías. La metrópoli danubiana tiene fama por sus chocolates e historia en cada uno de sus preparados, por ello no hay que dejar de visitar, cerca de la Plaza Albertina, en Philharmonikerstraße, el Hotel Sacher. Quedé hipnotizada por la gente sentada en las terrazas mientras degustaban un café y la famosa tarta Sacher, estandarte de la ciudad. Pero soy de las personas que les gusta buscar el punto diferente en sus viajes, regresar con algo disímil, como, por ejemplo, unos botones vieneses. No serán para zurzir nuestras camisas, sino para degustar, como nunca antes, unos bombones de un lugar especial, la Leschanz, la bombonería más antigua de Viena que pasó de ser una botonería a reconvertirse en una bombonería con la única condición de que se siguieran haciendo botones. Cierto es que esta vez eran de chocolate y la mismísima Sisí, a pesar de sus problemas con el peso, los degustaba de vez en cuando. El centro histórico está repleto de curiosidades, como la iglesia Votiva en Rooseveltplatz, frente al Parque Sigmund Freud. Esta iglesia fue construida como voto al sobrevivir Francisco José I a un atentado contra su vida. Se aprovechó también para rendir homenaje a su hermano Maximiliano, Emperador de México, erigiéndose un altar a la virgen de Guadalupe, siendo el segundo más grande, después del de la capital mexicana. En Viena todo es grande, no es algo que sea subjetivo, hemos paseado por las avenidas, por las calles y ahora por su pulmón, el parque Prater. Es un gran parque de ocio en el que existe de todo, restaurantes, cafés y puestos de helados en una gran explanada verde. Un lugar que fue coto de caza imperial para luego ponerse a disposición del pueblo, hoy es lugar privilegiado para aquellos que les gusta combinar la naturaleza con la adrenalina. La mejor película inglesa de todos los tiempos, El Tercer Hombre, uso la ciudad de Viena para sus exteriores, siendo una de sus escenas más reconocidas la que los dos protagonistas se encuentran bajo la Noria Gigante, en el parque de atracciones del Prater, construida entre 1896 y 1897 por el ingeniero inglés Walter Basset. Andando todo está relativamente cerca, porque abandonando el Hotel Sacher todo lo que se encuentra frente a él es la impresionante arquitectura del palacio Hofburg, sede actual de museos tales como el de Bellas Artes, la biblioteca nacional o el museo Sisí. Viena cultural Entradas majestuosas, calesas que esperan para enseñarte los alrededores de las más de 80 alas de palacio, los jardines de alrededor, hacen imaginar una vieja Viena llena de trajes de época, de marcialidad y de majestuosidad. Pero la ciudad se moderniza, y lo antiguo se mezcla con lo actual. Admito que estaba absolutamente saturada de sensaciones, de grandes e impresionantes palacios, pero el espacio para las nuevas tendencias está de sobra incluido en la parte final del casco antiguo. Se trata de El Barrio de los Museos (MuseumsQuartier Wien) (MQ) y es uno de los diez recintos culturales más grandes del mundo. Donde en la época imperial se situaban las caballerizas, hoy en día se reúne en una superficie de 60.000 m2 instalaciones con los géneros artísticos más diversos, restaurantes, cafés y tiendas en edificios barrocos mezclados con arquitectura moderna, donde se dan cabida al arte y las zonas de ocio hasta altas horas de la madrugada. Quizás sea una capital sin mar, pero se lo han montando de tal manera, que los locales de ocio y copas más movidos se encuentran a las orillas del canal del Danubio, en el cual podrás disfrutar de un rato divertido mientras ves pasar las aguas de este mítico río. Visité la ciudad antigua, la imperial y la moderna. Todos y cada uno de los rincones tiene algo que contarte, locales con encanto, museos encantados, aposentos imperiales de leyenda, restaurantes con historia. Los paseos por la ciudad fueron acompañados al son del vals vienes de Johann Strauss, del olor especial que tiene la metrópoli y con el deber cumplido de haber estado delante de una de los objetos sagrados de la cristiandad. Poco después de ver la Lanza del Destino, el mío, estaba abocado a regresar a España aunque el convencimiento de que quizás mi destino estaba en regresar otra vez a la ciudad. |
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Reportaje publicado en nuestra edición número 3, de enero 2010. http://www.los32rumbos.com Todos los derechos reservados. |
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