Los 32 rumbos - revista on line de viajes
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Escapadas / Austria
Austria
Una mirada al pasado
Cerca de Viena, la capital austriaca, parece que el mundo cambia por completo. De una ciudad cosmopolita, llena de nuevos edificios que se complementan con cientos de rincones llenos de arte, existen lugares llenos de naturaleza con espacios reserva de la biosfera y un fascinante telón de fondo histórico.
Texto: Patricia Hervías Fotos: Josep Guijarro
Me gusta imaginar esa gran época Imperial de Austria en la que cientos de personas bailaban valses en los salones de palacio, dispuestos en armonía con sus trajes almidonados, y su perfecta posición. Allí, detrás de ese teatro exterior, la gran época del Imperio Austrohúngaro comenzaba a tener sus pequeños problemas internos que finalizaron con la “conveniente” muerte del hijo de Sisí, Rodolfo de Habsburgo.
Y aquella primera mañana de viaje en los bosques que que circundan Viena, tendría oportunidad de trasladarme a esa época. Allí, sobre una colina, muy cerca de un gran árbol centenario, se erige la Iglesia del Recordatorio, construida en honor de este hijo de Sisí Emperatriz. Lo cierto es que la historia de este hombre fue trágica, casi desde el mismo momento en el que nació. Creció con gran separación política de su padre, ya que él siempre estuvo muy a favor de la independencia de Hungría, y aun a pesar de su matrimonio con la hija de Leopoldo II de Bélgica, Estefanía, nunca renunció a sus escarceos amorosos y las enfermedades que devinieron de su actividad sexual. Finalmente, su gran amor, una baronesa húngara llamada María Vetsera y él, un día de caza, decidieron que sería mejor sesgar sus tristes vidas. Fueron encontrados en este lugar, pabellón de caza, convertido en santuario, junto con la pistola que usaron para matarse... o eso es, al menos, lo que hicieron creer a todos, pues otra versión asegura que fueron asesinados. Aquel lugar fue transformado por orden de Francisco José I de Habsburgo, en un lugar sagrado que recordara a su hijo fallecido: Recibe el nombre de Mayerling y fue la primera parada de un viaje con transfondo histórico al corazón de Austria.

Un óscar de monasterio
Pongo rumbo al monasterio de Heiligenkreuz cuando aparecen las primeras gotas de lluvia, pero no con la suficiente intensidad para que los turistas se machen. Ellos, al igual que yo, continúan andando bajo los paraguas camino a la columna de la peste que se encuentra en el exterior del recinto.
Fundado en 1133 por Otto, el hijo de Leopoldo III, que fue el introductor de la orden del Cister en Austria, el monasterio de Heiligenkreuz alberga cerca de ochenta monjes y un Oscar. ¡Ah! ¿No os lo dije? Uno de los habitantes de este cenobio es el afamado premio de la Academia de Cine Estadounidense por la película La vida de los otros. El director del film escribió el guión en este lugar y prometió al Abad, que era su tío, que si ganaba el deseado galardón se quedaría en clausura. Dicho y hecho. La estatuilla se halla en el interior, a salvo de las miradas de los visitantes, que absortos presencian la misa cantada de los monjes. Éstos, por cierto, suenan como los ángeles, pues los mojes de Heiligenkreuz son autores de un CD de cantos gregorianos con música Chill-Out de notable éxtio. Contra todo pronóstico, este monasterio ha resultado ser un lugar muy animado, en el que su historia es, además, parte fundamental de Austria.
Desgraciadamente, tras las invasiones turcas, el cenobio sufrió daños que tuvieron que ser arreglados y Giovanni Giuliani, encargado de levantar la columna anteriormente mencionada, al igual que el coro donde los monjes ejecutan sus cánticos, realizado en madera de Tilo. En su interior, es imposible no quedarse pasmado ante la visión del órgano de 3.000 tubos. Hay que mencionar que este lugar inspiró a los arquitectos de la iglesia de San Esteban en Viena. Admito que lo más interesante fue poder ver el parlatorium, único lugar donde antaño se podía hablar, cuya decoración fue realizada con calaveras danzantes y ahora es la llamada Capilla de los muertos. En este monasterio, además, podemos encontrarnos las 13 tumbas de los Babemburgo.

El Escorial Austriaco
Ahora me dirijo a un enclave próximo a la capital del extinto Imperio, el llamado Escorial Austriaco. Encumbrado en la cima de una colina situada al Norte de Viena, y ubicado junto al curso del Danubio, se erige el monasterio de Klosterneuburg, una imponente arquitectura encargada por el rey Carlos VI, ya que -según dicen- echaba demasiado de menos España.
Curiosamente, no es un lugar que hubiera sido “imaginado” en el siglo XVIII, sino que ya desde 1133 un grupo de canónigos regulares de San Agustín se instalaó en Neuburg creando una nueva abadía. La leyenda nos dice que: En las bodas de Leopoldo III e Inés, el velo de la novia desapareció, y al parecer, la virgen lo trajo de nuevo por lo que Leopoldo decidió hacer un convento adscrito a la virgen María.
La verdad es que el lugar es magnifico en tamaño, y en su interior, a pesar de no estar terminado -pues a la hija de Carlos VI, María Teresa, no quiso saber nada de él-, está repleto de lugares llenos de belleza y arte. Desgraciadamente sólo está finalizado una cuarta parte de la idea original. Salas como la de mármol, o la cúpula en la que se nos muestra la historia de los Babenberg a los Habsburgo, recreando toda la historia del Imperio, se efectuaron con el único objetivo de impresionar a los visitantes. Subiendo por escalones imperiales, llegamos al nombrado Salón de Napoleón, en el que pasó treinta minutos de su vida en 1805, y no volvió a pisar nunca más, se redecoró después con estilo francés tras de su visita. En otras salas se encuentran escenas de Salomón con la reina de Saba, ya que Carlos VI se comparaba, en sabiduría, con el famoso rey bíblico. Encontramos simbolismos de este rey en otros salones, como las dos columnas del templo…
Aún se recuerda como el emperador Maximiliano II visitó por primera vez el monasterio y se encontró con un panorama muy distinto a lo que pensaba. Allí vivían a sus anchas siete prelados, siete mujeres y un montón de niños. Enfadado por el poco sentimiento cristiano que profesaban, los echó a todos y trajo a gente de Wesfalia para crear lo que ahora existe. Pero aparte de las muchas curiosidades que tiene esta zona, una de ellas, y quizás la que más tiene que ver con Austria y su fundación, fue, o eso es lo que nos contó el Padre Clemens, que nos acompañó en la visita, la de la creación de la bandera del país. Al parecer, Leopoldo regresó de una de las batallas con sus ropas completamente rojas de sangre, después de quitarse el cinturón, una franja blanca apareció en todo su contorno. Tomaron su ropa como un símbolo que con el tiempo se convirtió en la bandera que hoy conocemos.
Después de visitar este impresionante monasterio, con una gran importancia dentro de la vida diaria de los austriacos, nos acompañaron a su bodega. Pues como buenos religiosos, tienen sus propias viñas y además son los más importantes del país con más de 550.000 hectolitros de vino en más de 800.000 botellas vendidas por todas partes.

Vida de Legionarios
Quienes trajeron a estos pagos las viñas con las que los monjes elaboran hoy sus caldos fueron los romanos. Dicen que las llevaron consigo a Austria para sentirse más cerca de su añorada casa. Viajamos, pues, a la ciudad romana de Carnuntum. Bien, en realidad nos vamos a conocer el parque arqueológico del mismo nombre, situado cerca del pueblo de Petronell, a una hora de la capital.
Se trata de un complejo que abarca tres partes; una es el museo al aire libre de Petronel, que se alza sobre espacios que intentan reconstruir un antiguo pueblo de la época, fundado por Tiberio en el siglo VI, como punto de defensa contra los germanos con el Danubio y el Rin como fronteras.
Lo más peculiar es que las paredes de esta reproducción de ciudad, se han levantado de los cimientos romanos reconstruyendo una villa y una casa del siglo I, haciendo a los visitantes mucho más instructivo su conocimiento sobre la vida romana en esas tierras. Paseamos entre hornos de teja, de vajilla, casas con sus correspondientes estancias, paseamos por calles empedradas, vemos mosaicos…Todo ello trabajado desde el punto de vista arqueológico experimental, mezclando lo encontrado con la posibilidad de recreación. Teniendo en cuenta , además,que bajo el emperador Marco Aurelio existía un cuartel de legionarios y su correspondiente ciudad civil, donde podían vivir más de 50.000 habitantes.
La segunda parte de este complejo arqueológico se compone de un anfiteatro, el Bad Deutsch-Altenburg, que es la única parte visible de la antigua ciudad y se situaba junto al cuartel de legionarios. En el cabían más de 8000 personas y tenía 2 entradas, una sólo para el emperador y la otra para todos los demás. Es el afamado profesor Marcus Junkelmann, conocido por sus investigaciones y trabajos arqueológicos sobre la historia de los gladiadores (descubrió en Efeso un cementerio de éstos), el que dirige en este parque un grupo de recreaciones cuyas actuadas peleas y vestimenta, se supone son atuendos fidedignos de los originales.
Y como tercera parte, a sólo unos minutos en coche del anfiteatro, el museo Carnuntinum en el que podremos disfrutar de más de 3.000 piezas expuestas. En este edificio, diseñado como una mansión de campaña, encontraremos el mural más grande de Mitra en toda Europa y monedas, imágenes votivas y muchas otras cosas que nos harán comprender la importancia de este lugar desde un punto de vista histórico.
Con los últimos rayos de sol he llegado a un campo verde, como un estandarte altivo y grandioso se sitúa en el centro de ese lugar el emblema de Carnuntum, cuyo nombre es Heidentor, la Puerta Pagana, y que fue construido por el emperador Constancio II y sentándome a disfrutarlo desde lejos. Yo casi espero a que el sol se ponga y lo mejor, es que mientras lo hago disfruto de la leyenda que habla de que bajo la gran piedra que se encuentra muy cerca de donde estoy, se esconde un gran tesoro que nadie ha sido capaz de sacar de allí. Quién sabe si un gran tesoro romano.

Reportaje publicado en nuestra edición número 7, de julio 2010. http://www.los32rumbos.com
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