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Escapadas / Marruecos
Saïdia
La perla azul de Marruecos
Apodada como la Perla Azul, Saïdia se perfila como el nuevo destino turístico de Marruecos. Se ubica al noroeste del país, a escasos 100 metros de la frontera argelina. Un lugar que viene avalado por 300 días de sol al año, playas vírgenes, aguas limpias y arena fina, rodeada de un magnífico parque natural y precios muy competitivos.
Texto: Josep Guijarro Fotos: Josep Guijarro
Por alguna extraña razón, cuando uno piensa en Marruecos como destino de viaje, vienen a la mente ciudades como Marrakech, Casablanca o Fez, en detrimento de otras zonas de enorme potencial turístico. Una de ellas, conocida como Mediterránea Saïdia se extiende frente a las costas de Almería y linda con la frontera argelina, en la provincia de Berkane. Posee una situación geográfica privilegiada, en el centro de una bahía espléndida, con playas de arena fina, que se extienden por un litoral de 15 kilómetros. Se trata de destino emergente, muy económico y diseñado para quien desee vivir un Marruecos distinto... digamos que más europeo. Sí, porque Saïdia dispone de un extraordinario paseo marítimo plagado de terrazas y chiringuitos, de un moderno puerto deportivo, llamado Marina Saïdia, que es el tercero mayor del Mediterráneo y dispone, entre otras cosas más, de un importante centro comercial y de ocio que acoge regatas, congresos, y otras actividades sociales y deportivas, como la Convención Nacional de turismo.

Un Marruecos verde
Pongo rumbo a Nador. Un vuelo de Ryanair me lleva desde Madrid o Reus (Tarragona) desde 10 euros por trayecto. El precio es otro aliciente más para este viaje, aunque siempre puedes volar hasta la pequeña localidad de Oujda, situada a unos 40 Km. al Sur de Saïdia, con alguna compañía regular.
Apenas salgo de la terminal compruebo como las carreteras están engalanadas con banderas patrias y plagadas de controles policiales. Al parecer, el rey Mohammed VI está pasando unos días en su palacio, entre Oujda y Saïdia. “La bandera de Marruecos es roja simbolizando la sangre –me explica Barrutia, mi guía en esta aventura- y la estrella tiene cinco puntas por las cinco premisas del Islam” (Alá es el único dios y Mahoma su profeta, la oración, el Ramadán, la limosna y la peregrinación a La Meca). Ya aprendí una cosa más, y no será la última porque, en efecto, Marruecos es un país musulmán, aunque moderado, que ha abrazado la modernidad sin renunciar a sus tradiciones seculares. Da fe de ello la gran cantidad de mujeres que visten de forma occidental o, como muchas de ellas, se han incorporado ya al mercado laboral.
Los 60 Km. que me separan de mi hotel, el Barceló Mediterránea Saïdia, se cubren en algo menos de hora y media. La carretera discurre entre frondosos cultivos, árboles frutales y, a la izquierda, la Mar Chica, una albufera semicircular de agua salada y poca profundidad que acoge una gran variedad de aves. Me sorprende constatar como el paisaje es muy parecido a cualquier otro de la cuenca mediterránea, nada que ver con la aridez de otras zonas del país. Un consejo: Si te desplazas en coche por tu cuenta, evita superar los límites de velocidad. Marruecos es inflexible en ese sentido y las carreteras están llenas de rádares y patrullas de tráfico.
Al fin penetro en Ras El Ma. Lo sé porque diviso en el mar, a escasos cuatro kilómetros de la costa, las Chafarinas, tres pequeñas islas de soberanía española habitadas (sólo una de ellas) por una pequeña guarnición militar de la legión. Y es que ésta ha sido una región que formaba parte del protectorado español hasta 1956. Estaba separado del galo por el curso del río Mouluya que hacía de frontera natural. Así que, tanto el francés como el castellano, son lenguas muy extendidas en esta región y resulta muy fácil comunicarse con sus habitantes.

Un destino muy variado
Una vez cruzado el mencionado río es visible mi destino: el espectacular complejo turístico Mediterráneo Saïdia. El punto neurálgico de la urbanización es el hotel Barceló. Mi escapada podía contarse en números: Categoría cinco estrellas, seis piscinas y los dieciocho hoyos de su campo de golf que albergará –según dicen- la sexta edición de la Copa del Trono de Golf. Está prevista la construcción de otros dos campos por lo que Saïdia opta a un puesto destacado en los destinos de este deporte. Me vais a permitir que deje de lado los números o, de lo contrario, tendría que añadir el número de cervezas y otras bebidas que consumí en los tres restaurantes y tres bares del hotel, que supera creces los mencionados hasta ahora.
Este lujoso resort fue inaugurado en junio de 2009 por el rey Mohammed VI quien se ha marcado el firme propósito de dinamizar esta zona dentro de lo que se ha denominado Plan Azur que prevé incrementar el número de turistas a Marruecos hasta los diez millones.
En el hotel, Amelia Varo me informará de las posibilidades del destino; desde actividades náuticas, paseos a caballo o quad, hasta una prospección más “cultural” por esta desconocida región alauí. Opto por participar de ambas posibilidades.
Así que, al día siguiente, pongo rumbo al valle de Zegtel, patrimonio natural marroquí desde 1953, para disfrutar del paisaje y de su rica gastronomía. Mi primera parada es el centro ecuestre Caïd El Mansouri, donde tendré ocasión de degustar dulces típicos acompañado de una ceremonia del té. Una maravilla. Después me dirigiré a Berkane y desde allí hasta las laderas de Beni Snassen, montañas que culminan a 1.532 metros de altitud, en la cumbre de Rass Foughal, para visitar dos cavidades singulares: La grotte du Chameau (camello) y la des Pigeons (palomas).
En la primera nace un pequeño arroyo cuya agua está caliente todo el año. Muchas familias hacen pic-nic en sus alrededores, aprovechando la sombra de los árboles y sus cristalinas aguas. La segunda, que debe su nombre a la cantidad de palomas que tienen allí su hogar, posee además un interés arqueológico. En su interior fueron hallados los restos de 195 individuos, asociados a una enorme “industria” lítica. Se han hallado cerca de medio millón de útiles prehistóricos y un número considerable de restos animales fósiles. Una de las piezas más sorprendentes, sin embargo, es un cráneo trepanado de 11.000 años de antigüedad, lo que convierte a los hombres de Beni Snassen en los cirujanos más antiguos del mundo.

La medina de Oujda
Tras un almuerzo tradicional en Tafoughalt, a base de harira, que es una especie de sopa local y Tajine de pollo y cordero (carne guisada con frutas o verduras), delicioso, me encaminé a Oujda.
Esta ciudad, situada a 60 kilómetros de Saïdia, fue fundada en el siglo X y reedificada, tres siglos más tarde, por el sultán Abou Youssef. Los franceses la ocuparon en dos ocasiones (en 1844 y 1859) y durante la etapa colonial, se convirtió en una base militar francesa para controlar el Este de Marruecos. Hoy es una ciudad moderna con acusados contrastes. Si he de ser sincero, su antigua medina decepciona un poco. Apenas cruzar la puerta del Oeste, erigida en 1298 por los Almorávides, encuentras lo que queda del primer banco de África. El edificio está patas arriba porque, pretendidamente, lo están remodelando por completo. A pocos metros se erige la Casa Cultural Dar e-Sabti, con una arquitectura típica del país, pero me deja indiferente. Tampoco consigue entusiasmarme el A-Suq, un mercado que no goza del esplendor y la variedad de otros zocos de Marruecos. Se salva la mezquita de mayor, Jamaâ Lakbir con tres llamativas fuentes en su fachada y su gente, siempre abierta y dispuesta. Barrutia me explica que el desarrollo turístico está por llegar a la antigua medina. De hecho, frente a la Puerta Oriental hay una enorme extensión llena de grúas y maquinaria pesada pues, está prevista allí, la construcción de un zoco al más puro estilo Marrakech.

La perla azul
El último día lo dedicaré a conocer Saïdia, el Marruecos más europeo. Posee alrededor de 18.000 habitantes y su historia, comparada con la de Marruecos, es relativamente reciente. Fue constituida por los árabes en el siglo XVI, en 1881, el sultán sultán Hassan I erigió una ciudadela. En 1931, formó parte del protectorado Francés y hoy por hoy, tras la independencia marroquí, se ha convertido en el principal centro turístico del Norte del país. Paseo por su playa junto a la valla que sirve de frontera con Argelia, un paso terrestre cerrado desde hace 30 años pues el gobierno argelino apoyó a la causa saharaui, una cosa que no olvidan los alauitas. Al un lado la bandera verde y blanca, con la media luna roja en el centro. Del otro, la marroquí. Los soldados de la garita no me quitan ojo. Me doy media vuelta y distingo en el mar, próximo al horizonte, una gran embarcación. “Es el barco del rey” –me explican.
Tratando de emular al monarca me dirijo ahora al puerto. Una de las actividades propuestas es un paseo en barco hasta las Chafarinas. Bueno, en realidad hasta sus proximidades puesto que también hay tensión con España respecto a la jurisdicción de sus aguas. El recorrido me da la oportunidad de ver la riqueza del litoral marroquí, con larguísimas playas que buscan, ahora, el distintivo Bandera Azul de la Fundación Europea de Educación Ambiental. El objetivo final es conseguir atraer nuevos visitantes (españoles, portugueses, franceses e italianos, fundamentalmente) a esta zona de gran belleza paisajística con la puesta en marcha de seis nuevos proyectos que vienen a apoyar a esta región capaz de ofrecer historia, belleza arquitectónica, compras y ocio al estilo del primer mundo y nos dispensa, además, una cultura diferente a un precio muy tentador.

Reportaje publicado en nuestra edición número 7, de agosto 2010. http://www.los32rumbos.com
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