Las islas Canarias no dejan indiferente a nadie y, especialmente, la llamada Isla Bonita: La Palma.
San Cruz de La Palma es una ciudad que ha sabido mantener su tradición marinera. Los recoletos balcones de la Avenida Marítima recuerdan a ciudades que del otro lado del Atlántico. Balconadas de colores, cubiertas de celosías y llenas de plantas floridas, saludan a los que llegan por el Este buscando una historia que entrelaza pasado y presente.
En 1492, Alonso Fernández de Lugo desembarcó en la isla con la firme intención de conquistarla y unirla a la corona española. No le fue fácil, pues tuvo que luchar arduo contra los benahoaritas -así se llamaban los aborígenes de estos pagos- para que esta tierra fuera una de las bases que servirían de lanzardera a la conquista de las Nuevas Indias.
Al tratarse, además, de uno de los puertos más importantes del Imperio Español, algo que queda patente en el esplendor de las construcciones que aún se mantienen en el centro de la ciudad y las intrincadas calles tras la Avenida Marítima, Santa Cruz se hallaba, además, en el punto de mira de los piratas. De varias nacionalidades, sobre todo ingleses, franceses, beberiscos y de los Países Bajos, estos corsarios se empeñaban en quedarse con todos los tesoros traídos de América. Y como de las desgracias se aprende -ya que en 1553 el corsario Françoise Leclerc quemó la ciudad-, la nueva reconstrucción se realizó de tal manera que la primera línea de casas pudiera ser empleada como un muro de contención que, a su vez, al construir estrechas calles, podrían ser tapadas y se convertirían en un muro impenetrable.
Tradición palmera
La Palma ha sabido conservar esos detalles y disfruta de un precioso centro histórico donde iglesias y torres barrocas se unen en perfecta armonía con las tradiciones más arraigadas de la población. Desde poder disfrutar del reloj que se encuentra en la torre de la iglesia de la plaza de España, realizado en la misma casa donde se construyó el Big Ben, hasta las tradiciones más populares, entre las que cabe destacar “La Bajada” de la Virgen de las Nieves, con sus famosos enanos afrancesados. Esta fiesta se realiza cada cinco años y conmemora el milagro que, en 1676 logró detener una lengua volcánica que se acercaba a través de una nevada. También resulta interesante lafiesta de los Indianos, en Carnaval, donde se rememora el regreso de aquellos que volvieron de las Américas y que se festeja lanzando toneladas de polvos talco por toda la ciudad.
Tierra de volcanes
Pero lo que realmente llama la atención de esta volcánica isla es su belleza paisajística y su abrupta topografía, presidida por su punto más alto: el Roque de los Muchachos. Se trata de un pico rocoso, de 2.426 metros, que nos muestra a sus pies un mar de nubes. En su cima se sitúan once telescopios de varios países que intentan desentrañar los secretos del Universo. Observaciones pioneras, realizadas recientemente por estos telescopios, incluyen estrellas y galaxias formadas tempranamente, cometas y algunas evidencias de planetas orbitando arededor de estrellas como el Sol.
La Palma es, pues, uno de los lugares más privilegiados para la observación astronómica y da fe de ello la proliferación de empresas que ofrecen actividades de observación nocturna y los numerosos puntos habilitados para la contemplación del firmamento.
Un entorno natural único
Y es que, formada por completo gracias a la acción de las erupciones volcánicas, La Palma se ha convertido en uno de esos lugares donde descubrir la naturaleza. Es obligada la visita al Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, un enorme circo de ocho kilómetros de diámetro con aspecto de caldera, modelado por múltiples erupciones volcánicas, grandes deslizamientos, la fuerza erosiva del agua y el tiempo, hasta convertirla en un escarpado paisaje con cerca de 2.000 m. de desnivel. Para acceder al mismo hay que registrarse en el centro de visitantes situado en El Paso.
Este enclave, además, es la perfecta plataforma para disfrutar de un fenómeno espectacular: la cascada de nubes. Las que vienen del oeste, impulsadas por el viento Eliseo, llegan a las montañas y descienden como una blanca cascada que se deshace antes de llegar al suelo.
Para seguir disfrutando de la naturaleza es recomendable, también, recorrer el sendero de Marcos y Cordero (propietario e ingeniero que canalizó los nacientes de agua de la zona, respectivamente) para ver los bosques de Laurisilva, Reserva de la Biosfera. En este entorno propio del terciario, la fantasía se despierta de inmediato y produce imágenes selváticas ecuatoriales, de especies desaparecidas hace millones de años, entre ellas, más de 170 plantas endémicas.
No abandono la isla sin caminar por el cráter del volcán de San Antonio, el de Teneguía y muchos otros más forman parte del paisaje de los palmeros. El de Tenguía, por cierto, ostenta la última erupción ocurrida en España, concretamente en 1971.
Este pensamiento invade mi mente mientras tomo café en Los Llanos de Aridane, una localidad con museo al aire libre, pues las casas del centro están decoradas con murales que poco a poco se han convertido internacionales. Ahora no me cabe duda de que La Palma se ha ganado a pulso el apelativo de Isla Bonita. •