Los 32 rumbos - revista on line de viajes
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Grandes destinos / Seychelles
Islas Seychelles
Exótico colorido en el Índico
Al noroeste de Madagascar se extienden un grupo de más de 150 islas, atolones y cayos, conocidos como islas Seychelles. son un paraiso tropical que conserva intacta su belleza natural. playas de arenas blancas, formaciones graníticas, aguas llenas de vistosas especies marinas y pájaros multicolores salidos del mismísimo Edén. Visitar Seychelles es hacer un viaje a otro mundo.
Texto: Josep Guijarro Fotos: Josep Guijarro
Al poner el pie en Seychelles tuvo lugar un hecho prodigioso. No supe entonces si considerarlo un milagro o una advertencia, pero las manecillas de mi reloj se detuvieron y no volvieron a ponerse en marcha hasta el último día. Era una señal, una indicación de que aquí, en estas paradisíacas islas de coloridos contrastes, el tiempo se detiene; que el ritmo es distinto al de cualquier otro lugar del mundo.
Las islas Seychelles se extienden en las azules aguas del Océano Índico como perlas de un collar perdido por alguno de los míticos piratas que las visitaron con asiduidad en el pasado. En realidad son rocas de granito y arenas blancas de coral que emergen del mar a la sombra de una exuberante vegetación tropical repleta de vida. Se hallan situadas a tan sólo cuatro grados de latitud por debajo del ecuador, y muy lejos de cualquier otro lugar civilizado lo que les proporciona un apacible clima a lo largo de todo el año.
En el Aeropuerto Internacional me espera Nadine, una de las azafatas de Mason’s Travel que se hará cargo de mi traslado hasta el hotel y de guiarme por la isla de Mahé, la ínsula principal de este arquipiélago. Es una belleza de ébano aunque, sus rasgos y sus formas son más europeas que africanas. Y es que resulta imposible describir al seychellois típico porque los ancestros de estas gentes fueron marinos franceses y británicos pero, también, esclavos africanos y mercaderes indios y chinos. Así que aquí puedes encontrar chicas rubias y morenas, de ojos azules o color miel, con pieles claras y tostadas… Mucha variedad, y lo mismo ocurre con ellos.
-Bonzour, konman Sava? Me espeta mi bella anfitriona en lengua creole.
-Bien, je suis très bien, merci –respondo en un aceptable francés.
Y es que en Seychelles coexisten maravillosamente tres lenguas oficiales (a ver si aprendemos en España): El Creole, el inglés y el francés. La primera es una lengua fonética similar a la de otros territorios de influencia francófona como Mauricio o Nueva Orleans. El resto es un legado de las diversas colonizaciones de las que han sido objeto estas 150 cincuenta islas, atolones y cayos.

Las siete doncellas
Aunque se supone que los mercaderes árabes pudieron visitar regularmente las Seychelles para recolectar los raros y preciados Coco-de-mer (un coco que se asemeja increíblemente a las caderas de una mujer), la mención más antigua al archipiélago figura en las anotaciones cartográficas del navegante portugués Fernando Soares que las bautizó como Les Sept Sœurs.
Con todo, los primeros en llegar a Mahé fueron los británicos que aparecieron en 1609, en el transcurso de una expedición de la British East India Company. Curiosamente no reclamaron la propiedad de las islas, que permanecieron inhabitadas hasta 1742, cuando Français Lazare Picault desembarcó en la bahía que hoy lleva su nombre y designó gobernador a Mahé Labourdonnais, un hombre procedente de la vecina isla Mauricio. Catorce años después, estos territorios serían reivindicados por el rey de Francia.
Tras un largo periodo de confrontación entre Gran Bretaña y Francia, las islas fueran cedidas a los británicos por el tratado de París. La influencia cultural, por tanto, es fundamentalmente inglesa. Lo noto apenas me monto en el vehículo porque aquí, como en Mauricio, se conduce por la izquierda. Debes tenerlo en cuenta si deseas alquilar un coche en la isla junto a que los seychelois no respetan las preferencias de paso y que las gasolineras cierran al atardecer.
La capital administrativa de Seychelles es Victoria, una pequeña ciudad de no más de 20.000 habitantes se erige al noroeste de la isla de Mahé.
Me da la bienvenida una escultura de Lorenzo Appiani que representa los tres continentes de donde devienen las Seychelles. Antes de llegar al único semáforo de la isla, me llama la atención la torre del reloj, una copia en miniatura de la que se halla situada en la intersección entre Victoria Street y Vauxhall Bridge Road, tras la estación Victoria de Londres. Fue erigida en 1903 en homenaje a la reina Victoria, aunque los habitantes de esta pequeña capital la interpretan como un símbolo de la proclamación de Seychelles como parte de la corona inglesa. Y es que los vínculos culturales con la corona británica me asaltan desde el primer minuto; la conducción por la izquierda, una de sus lenguas oficiales (el inglés), el té de las tres (que acompañan con unas galletas de Yuca), etc…
También las construcciones son de aspecto colonial inglés. Tendré oportunidad de almorzar en una de ellas, el restaurante Marie-Antoinette, que además fue el lugar que alojó al explorador Stanley, en 1871, en su retorno de la expedición para reencontrarse con Livingstone. Un lugar, por tanto, muy evocador y con una rica cocina criolla en la que destaca el pescado, las frutas (como la papaya o el mango), el arroz blanco, o el pollo al curri. En el local podrás tomar contacto, además, con unos animalitos singulares: las tortugas, uno de los símbolos nacionales, junto al mencionado Coco-de-mer.
Victoria no tiene mucho que ofrecer en cuanto a construcciones pintorescas, pero merece la pena dar un paseo por el mercado, donde hallarás los productos típicos locales; abundantes plátanos, (tienen hasta 15 tipos diferentes), pimientos rojos sazonados con ajo y jengibre y, sobretodo pescado, que hasta la llegada del turismo, fue la principal actividad económica de la isla.
En Victoria hay dos catedrales (una católica y otra anglicana), un llamativo templo hindú y una mezquita árabe. Aunque se hallan representadas la mayor parte de las creencias, la mayoría de los 85.000 habitantes de Seychelles son cristianos, aunque todavía se conserva cierta superstición animista. Es frecuente la consulta al Bonnonm dibwa, una suerte de adivino que emplea pociones mágicas para atraer el amor, cambiar la suerte o, sencillamente vengarse de algún enemigo. Me fascina el mundo cultural africano porque no olvides que Seychelles es parte de África.
Los más “culturetas” pueden optar por visitar también el Museo de Historia Natural, custodiado por un cocodrilo y su Dugong de cemento, el Museo Nacional de Historia, donde se expone la piedra de Possession française o, justo delante, en una bella casa de aspecto colonial, con una joyería sudafricana que posee abundante arte pictórico creole a la venta.

Las mejores puestas
La temperatura en estas latitudes es bastante regular durante todo el año. Oscila entre los 26 y los 29ºC., con una humedad que supera, a menudo, el 80%. Así que no te dejes el desodorante en casa. Opto por darme una ducha en el hotel que no es otro que el evocador Hilton Northolme Resort & Spa. Se erige al noroeste de la isla de Mahé y desde la terraza tengo una privilegiada vista de la playa de Beau Vallon con la vecina isla de Silhouette al fondo. Se trata de la tercera isla granítica del archipiélago y es especialmente evocadora porque el sol se oculta detrás del Mont Dauban. Es difícil expresar la cantidad de sensaciones que se concentran en este momento mágico. Desde luego, se trata de un lugar fantástico para una luna de miel.
Tras el ocaso, que nunca me resisto a inmortalizar en alguna fotografía, me visto para la fiesta y deambulo por las calles de Victoria hasta dar con el Tequila Boom, no se trata de ninguna bebida sino de una discoteca apta tanto para turistas como para los autóctonos. En Seychelles triunfa la música reggae por lo que resulta fácil encontrar a muchos jóvenes rastafaris que dan una nota de color a las calles de la ciudad.

Las playas del sur
Al día siguiente me traslado a la parte sur. En Takamaka me deslumbra el color de las aguas; azul turquesa y verde esmeralda jugando con el color del granito y la arena de coral. Adereza el paisaje una exhuberante vegetación tropical, una gozada para los sentidos. A lo largo de la senda es fácil encontrar puestos de venta de pescado y numerosos establecimientos para la práctica de deportes náuticos y restauración. Me llama la atención uno llamado Tsunami y que nada tiene que ver con el título de la canción de la inefable Karmele Marchante, sino con la ola que, en 2004, inundó siete metros todos estos territorios. El bar incluye una marca con la altura que alcanzaron las aguas ese fatídico día que, si bien no se cobró víctimas mortales, causó cuantiosos daños.
Un pequeño aeroplano de Air Seychelles me conducirá a otros interesantes destinos como Prasslin, la Digué, o la pequeña isla privada de Denis, donde tendré oportunidad de practicar la pesca, bañarme en las cálidas aguas del Índico, gozar de largos paseos por playas de ensueño o practicar snorkel. Fue entonces cuando descubrí otro mundo fascinante lleno de colores vivos, por la variedad de especies marinas, corales y tortugas.
Las Seychelles son un destino que lo tiene todo aunque, lamentablemente, sólo está al alcance de unos pocos privilegiados.

Reportaje publicado en nuestra edición número 12, de enero 2010. http://www.los32rumbos.com
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