Los 32 rumbos - revista on line de viajes | |||
Escapadas / Croacia | |||
Croacia | |||
Dubrovnik y las perlas del Adriático | |||
Dubrovnik ha sido siempre un polo de atracción para las gentes de espíritu libre. Situada en un lugar privilegiado, en el extremo meridional de Croacia, representa una fuente inagotable de inspiración para los artistas y bohemios que la visitan. Este mes celebra su festival de verano, un poderoso símbolo de identidad cultural, que trasforma sus calles en escenario y una excusa para navegar por sus bellas islas. |
|||
Texto: Josep Guijarro Fotos: Josep Guijarro
|
|||
Navego a bordo del Karaka, una magnífica réplica de los barcos de pasajeros, o de carga, que se han convertido en un emblema de la gloria y del espíritu comercial de la República de Dubrovnik durante el siglo XVI. Me dirijo a la pequeña isla de Šipan, que se halla a sólo nueve millas del puerto de Dubrovnik, en la costa de Croacia. Una suave brisa acaricia mi rostro mientras la música del acordeón, acompañado de un violín y una tamburitza (una especie de mandolina) me trasladan a ritmos de clara influencia cíngara. Y es que, a pesar de que Croacia es un país muy joven, estas latitudes que ahora visito gozan de una larga historia -a veces trágica-, que ha moldeado el carácter de sus habitantes y les ha enriquecido culturalmente. Me ahorraré los detalles porque ahora el paisaje centra toda mi atención. Estamos llegando a la bahía de Šipan, una de las islas más bonitas del archipiélago de Elaphite, literalmente “de los ciervos”. Diviso al fondo una torre medieval que se erige desafiante en mitad de unos viñedos. Forma parte del castillo Skocibuha, que data del siglo XVI y que sirvió de residencia estival pero, también de fortaleza para protegerse de los ataques piratas. Me muero por conocerlo y desvelar sus secretos pero, antes de que pueda poner pie en tierra firme, observo a un pescador en el muelle con su captura aún viva en la red. ¡No lo puedo creer! Disparo mi cámara para inmortalizar la escena una y otra vez, mientras el hombre habla conmigo en un idioma incomprensible: el hrvatski, (croata en castellano) que constituye uno de los signos identitarios del país tras la llamada Guerra de los Balcanes (hasta entonces se denominaba “Serbocroata”). Unos metros más adelante dos niños de rostro angelical me miran como un extraño. En realidad lo soy, porque este pueblecito marinero de nombre Sudurad parece anclado en el tiempo. Aún acrecienta más la sensación los jóvenes que, vestidos de forma tradicional, me dan la bienvenida a la puerta del castillo, propiedad de una familia renacentista de Ragusa que erigió su mansión de verano en este lugar paradisíaco. En torno a esta vivienda aristocrática los sirvientes construyeron sus casas, dando lugar al actual Sudurad, una pequeña localidad de apenas 250 habitantes que figura en el libro Guiness de los récord porque, según he sabido, esta isla posee el mayor número de olivos por habitante de todo el mundo. Curioso ¿verdad? Un paraíso insular Tras la visita a la torre Pakljena, erigida 1563, y la iglesia del Espíritu Santo, cuya peculiaridad reside en su tejado plano, puse rumbo a la vecina Lopud, otra isla paradisíaca que goza de estupendas playas de arena y numerosas infraestructuras turísticas. Lopud fue uno de los centros regionales de la República de Dubrovnik que disponía de su propio astillero y una flota que alcanzó los 80 buques. Hoy día sólo hay barcas de pesca y turistas –cada vez más- que se acercan hasta aquí en barco para pasar el día, visitar sus parques, edificios emblemáticos y bañarse en sus cristalinas aguas. No puedes dejar de ver la iglesia de San Onofre, una de las 36 iglesias y monasterios que salpican esta isla, cuyo campanario avisté desde el mar. También puedes entretenerte caminando por su largo paseo marítimo, jalonado de edificios clásicos, la mayoría en ruinas, que transmiten la importancia y el esplendor que tuvo en el pasado. El calor aprieta y no me resisto a sentarme en una de sus coquetas terrazas para degustar una Ožujsko, la cerveza (pivo en el idioma del país) que, desde 1892 refresca el paladar de los croatas. De paso recreo la mirada en la bahía de Šunj por donde navegan numerosas embarcaciones. No hay duda: estoy en un paraíso insular hecho a la medida de muchas familias que buscan paz y tranquilidad; sol, playas de calidad aún no masificadas, y gentes amistosas. No hay duda que los croatas lo son y, además, tengo la sensación de que el carácter español saca lo mejor de ellos. Al menos yo, no sólo no me siento extraño, sino que recibo reciprocidad y buen rollo de todos con los que interacciono. Dubrovnik, una joya medieval |
|||
Reportaje publicado en nuestra edición número 15, de marzo 2010. http://www.los32rumbos.com Todos los derechos reservados. |
|||