Los 32 rumbos - revista on line de viajes
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Escapadas / Italia
Piamonte encantado
Un recorrido por las mansiones y castillos con fantasmas
Los castillos son fuente de leyendas y mitos que hacen que la imaginación del ser humano funcione a máxima “potencia”. En el Piamonte Italiano, las fortalezas esconden historias en las que caballeros atormentados gritan su dolor, niñas juegan divertidas con sus pequeños juguetes y algunos rezos vienen directamente desde el más allá.
Texto: P. Hervías y J. Guijarro Fotos: Josep Guijarro
Si piensas que los Alpes son los únicos protagonistas de la región del Piamonte... te equivocas rotunadamente. Sí, es cierto que miles de visitantes acuden al noroeste de Italia buscando variedad de ambientes, naturaleza, paisajes y actividades relacionadas con su entorno; desde las empinadas pistas de esquí en invierno, a deportes de agua en velero, o en canoa, o en parapente, cuando los rigores invernales desaparecen. Así es la montaña piamontesa, un lugar ideal para relajarse y divertirse pero también para inquietarse. Y no lo digo por su larga historia de conflictos y guerras, de trabajo, tradiciones y cultura (que también) sino porque al igual que el Reino Unido, posee una serie de edificios encantadores además de “encantados”, que despiertan fascinación a los más aventureros. Descubrí este patrimonio “sobrenatural” por casualidad, pero fueron tantos y tan singulares que me he atrevido a reunirlos en este reportaje por si eres de los que aman las emociones fuertes y te atreves a vivirlo en primera persona. ¿O es que no te sobrecoge pasar la noche en un castillo encantado?
Y es que la mayoría de los edificios, mansiones y castillos que reseñamos a continuación funcionan como Bed and Breakfast, una fórmula que, literalmente, significa “cama y desayuno”, pero que en realidad tiene una definición más compleja. Se trata de una filosofía basada en la hospitalidad y la disponibilidad hacia otras personas en un clima cariñoso, limpio y familiar. Era una experiencia muy común en los países del Norte de Europa desde principios del siglo pasado y ahora el país transalpino se ha apuntado al carro. El cliente que elige la fórmula B&B es un huesped que prefiere una experiencia más directa, en lugar de estructuras profesionalmente organizadas como los hoteles, introduciéndose en el contexto social y cultural de una familia (generalmente la propietaria del inmueble), de modo que puedan vivir la experiencia única de visitar Italia por unos días con los ojos de quienes viven allí.

La capilla encantada
Recuerdo que mi primera parada fue en una hacienda agrícola llamada Castello di Montecavalo, situada en las proximidades de Biella. Esta finca de cerca de cincuenta hectáreas produce unos excenlentes vinos con una variedad autóctona llamada Nebbiolo. Tuve ocasión de probarlos en “Le cantine” que es el nombre que recibe la vetusta bodega con las barricas de castaño que contienen el preciado vino tinto tradicional piamontés, reconocido en todo el mundo.
La finca está presidida por un castillo de estilo neogótico que fue erigido en 1830 por Filiberto Montecavallo Avogadro, descendiente de una conocida familia aristocrática (los Avogadro), que estuvo en lucha constante con los Saboya para ver quienes hacían más y mejores cosas en la región. La historia familiar en este enclave, sin embargo, es mucho más antigua. Hay constancia, por ejemplo, de que en 1279 el Nebbiolo ya se cultivaba en estas tierras. En 1710, Giovanni Battista Carlo Avogadro Montecavallo, que fue prior del Hospital, transfirió a esta orden monástica todos sus bienes por odio a una rama colateral, los llamados Viglia. Cien años más tarde regresó a manos de sus primitivos dueños y actualmente es Maria Chiara Reda su propietaria. Se encarga de una pequeña explotación vitivinícola que envasa alrededor de nueve mil litros de vino al año. Ella fue quien me condujo mostró la propiedad, incluyendo una pequeña capilla privada -algo tétrica- aneja a la construcción y dedicada a San Filippo Neri. En su interior pude admirar una Pietà en mármol esculpida por Cacciatori, un maestro de Carrara. Todo parecía de lo más normal hasta que le pregunté si vivía sola en el castillo; “Claro -respondió- , con mi perro…y bueno, un monje”.
Fruncí el ceño y ella sonrió.
Después, con absoluta naturalidad, me explicaría que uno de los monjes de la época en la que la finca fue del Hospital de Biella, decidió “quedarse a vivir” en el castillo para toda la eternidad.
Chiara me confesaría que nunca ha llegado a verlo, si bien le ha escuchado por las noches, encima de su habitación, o se ha encontrado las luces de la casa encendidas en plena noche. Me dijo, además, que alguno de los trabajadores, sí ha llegado a ver una sombra o presencia fantasmal tras los cristales de la planta alta, junto al torreón.
Después de contarme esta fantástica historia, Chiara se despidió con toda tranquilidad dibujando una sonrisa en los labios porque, a pesar de las remodelaciones que se estaban llevando a cabo en la constucción, y la soledad en la que vivía, me dijo que dormía a pierna suelta. Yo, seguramente, no podría hacerlo.

Juego de niños
Fascinada por el relato recorrí las serpenteantes carreteras bielesas en busca de más aventuras. El color verde rebosa por todas partes y los árboles se presentan frondosos a mi paso. A no más de diez minutos de la capital, al final de una empinada cuesta, distingo la torre del Castello di Ternengo. Tras una puerta de hierro forjado se yerguen majestuosas varias palmeras y robustos abetos que sirven de biombo a las miradas indiscretas. Esconden la fachada de un castillo gibelino, es decir de quienes apoyaban la causa de los Hohenstaufen en detrimento de los güelfos, que eran fieles al pontificado.
Sus actuales gestores Mauro Fiorenttino y su esposa, me mostrarían la construcción tras una pequeña merienda en el patio.
Allí me explican que, posiblemente, la propiedad que hoy funciona como B&B se remonte al siglo XII o XIV y, para mi sorpresa, también estaba relacionada con la saga de los Avogadro. Me explicaré.
Un documento prueba que en el año 1500, un ilustre y reconocido noble de zona llamado Pietro Gromo, compró a los Avogadro de Valdengo este feudo que, a la sazón, incorporaba una torre antigua que databa del año 1000.
Los nuevos feudatarios extendieron la construcción agrengándole una torre redonda. Esta última, funcionaba simplemente como punto de observación y no como elemento defensivo pues la localidad de Ternengo -me explican- siempre ha sido muy tranquila y pacífica.
De esta manera, el castillo asume un aspecto inusual, una arquitectura distinta y poco vista, en los parajes que le circundan. La luz del atardecer, además, le confiere unos tonos mágicos que son deleite del fotógrafo que me acompaña.
Finalmente, Maurizzio me invita a entrar. Al atravesar el umbral no puedo resistirme a la tentación de preguntar, medio en broma y medio en serio, sobre si hay fantasmas en la casa y la esposa de Maurizzio, una mujer rubia platino, de rostro afable y facciones redondeadas me responde afirmativamente. No voy a mentir: estaba esperando esta respuesta.
Las habitaciones decoradas en estilo de principios del diecinueve, le conferían cierto aire tenebroso, de modo que, si no habían fantasmas, estoy segura de que yo sería capaz de verlos.
Cuando llegué a la sala principal, la dueña me contó que convivían con el espíritu de una niña al que llamaban familiarmente Aurora. Situados alrededor de una mesa de comedor, ella me contó que durante mucho tiempo estuvo sintiendo una extraña sensación. Como ella cree en todo tipo de energías, hizo llamar a una conocida médium para que le sacara de dudas. Esther, la Maga, (así es conocida la sensitiva) le comentó que vio a una niña con alma noble cuyo nombre comenzaba con “A” y que, además, le gustaba la música clásica. A partir de entonces se refieren a la supuesta entidad como Aurora, y la señora asegura que ha visto la sombra de esta “bambina” atravesar paredes, llegando a tal punto, que en el salón donde ahora escuchaba su relato, le han pintado una puerta porque -dicen- que le gusta pasar por allí. Una puerta ciega, una puerta a ninguna parte, una entrada al más allá que dota de simetría al salón.Más tarde entraría a la habitación que los Fiorenttino han destinado para el fantasma. Está decorada como una cámara infantil y no se puede dormir en ella, pero sí visitarla. La medium calculó que justo en ese lugar se hallaba el punto de mayor telurismo, de mayor concentración de energía de modo que decidieron dedicársela a la pequeña que vaga por el edificio. Me contaba Maurizzio que, muchas veces, en el salón se escuchaban ruidos que sólo se detenían cuando él llegaba, como si “aquello” se tranquilizara unicamente cuando una presencia “paterna” entraba en la sala. Si bien no escuché ni vi nada extraño, mientras recorría las habitaciones de este lugar, que pasó de fortaleza medieval a casa noble, los pelos se me ponían como escarpias y, desde luego, la decoración estaba muy acorde con la historia fantasmal que acababa de escuchar.
El castillo se erige en la parte central de un parque verde, rodeado por un amplio bosque de árboles centenarios y frondosos castaños que lo convierten en un lugar habitual para la celebración de bodas, banquetes, comuniones y demás acontecimientos familiares. Una inscripción en la escalera reza: Opus,opes,studium,parcitas (trabajo, trabajo, estudio, moderación) deja claro a los huéspedes que deciden pasar una noche o el fin de semana en este B&B que lo que ha permanecido inmutable a través de los siglos es la paz que se respira en el ambiente. A lo mejor es lo que ha llevado a “Aurora” a quedarse aqui por tanto tiempo.

Castillos y caballeros
La historia más impactante y documentada, sin embargo, no llegaría hasta el día siguiente. La recogí a 27 Km. de Biella, en el castillo enoteca de Róppolo, un complejo que gira en torno a una robusta torre del siglo X que posee, ni más, ni menos, que once metros de lado.
El día es magnífico. El sol luce en la bóveda celeste y los colores brillan con luz propia en este marco incomparable. Contribuye en sobremanera que, a mi llegada, se está celebrando una boda en la iglesia románica de San Michele, cuyo campanario se alza altivo frente a la robusta torre que caracteriza el conjunto.
Mientras aguardo la llegada de Fulvio Giublena, mi cicerone por las diversas estancias del castillo, me dirijo a la terraza donde los camareros se afanan en disponer los últimos detalles del banquete. Desde aquí puedo disfrutar de una bella panorámica del valle, con el lago glacial Viverone al fondo. La situación de la fortaleza no es casual, ya que se conoce que en la antigüedad hubo un altar al dios Apolo y un ara de sacrificio que fue “tapado” por una iglesia en el año 963. Se tiene constancia por un documento que hoy día se encuentra en Pavía.
El señor Fulvio Giublena, me explica que construido en el ocaso de la Edad Media y su historia empieza cuando el conde de Lumello Cavaglià vende Manfredo Feudo Bichier el castillo di Róppolo y todas sus pertenencias. Hoy día alberga una magnífica enoteca pero antaño fue una de las más segura y solicitadas residencias. Durante casi dos siglos fue propiedad de los Bichier hasta que en 1407 pasa a formar parte de las propiedades de la familia Saboya.
Después de un paseo por el museo donde se conservan objetos antiguos, acabé en la torre. Allí Fulvio me contó una historia que pensé, de nuevo, formaba parte de este pequeño recorrido fantasmal. Comenzó su relato diciendo que durante muchos años, algunos trabajadores habían estado escuchando los estremecedores lamentos de “algo” o “alguien” por los pasillos. Oían grandes zancadas por las habitaciones, y hasta habían podido ver la figura de un caballero con armadura que iba de este castillo a otro próximo caminando con su dolor. Todo esto podría haber sido sólo una leyenda, pues no existía ningún documento o dato que dijera que la historia de este caballero hubiera sido real, hasta que unos obreros que realizaban unos trabajos de reforma en la torre, encontraron un esqueleto con la armadura puesta. En ese momento, la leyenda cobró más realidad que nunca: El cuerpo del torturado Bernardo Valperga di Mazze había sido encontrado y su leyenda había sido real.

¿Poltergeist o atracción turística?
Mi último destino se ubica en la localidad de Sordévolo, al pie de las montañas. Este bello pueblecito es muy conocido por la representación de la Pasión de Cristo que protagonizan sus habitantes. No muy lejos de la superficie teatral se erige una casa ochocentista. Se conoce como Villa Cernigliaro y, como muchas de las mencionadas hasta ahora, es empleada como lugar de celebraciones y B&B. Su perfil trae a mi memoria una larga lista de películas de terror, algo que se acrecenta en el interior al contemplar su recargada decoración. Y para terminar la escena un estallido de cristal en la habitación adjunta llama mi atención. La mujer que me atiende se lamenta en italiano y se encomienda a la Virgen. ¿Qué está pasando?
Entro al salón y me sobrecoge observar varios recipientes de cristal en el suelo que parecen haberse caído de un pequeño mueble que ¡contiene una calavera! ¿Un poltergeist o se trata de una operación de márqueting para incautos?
Desde luego nuestra guía parecía nerviosa por la impresión y el desorden. De hecho, al entrar en una de las habitaciones que me mostró, encontramos unas zapatillas que -aseguró- no eran suyas, ni de sus hijos…y no eran de ningún huesped. ¿Estaba encantada la casa? No lo sé, pero abandoné el lugar algo contrariada cuando me contó que también había fantasmas que se dedicaban a poner boca abajo algunos de los retratos que decoran los pasillos.
Aquella noche, mientras cenaba, sólo pensaba si estos lugares realmente estarían encantados. Y si era cierto, cuantos clientes pasarían felices la noche sin poder dormir. Porque os aseguro que yo, lo pasaría muy mal al intentar descansar.

Reportaje publicado en nuestra edición número 18, de agosto 2010. http://www.los32rumbos.com
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