Los 32 rumbos - revista on line de viajes | |||
Destinos / Croacia | |||
Istria | |||
Croacia con sabor veneciano | |||
La península de Istria es, con toda probabilidad, uno de los destinos más hermosos de Croacia. De estética e influencia veneciana este territorio esconde un rico patrimonio histórico y cultural que evoca al Mediterráneo. Un entorno mágico que queremos compartir con los lectores de los32rumbos. |
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Texto: Patricia Hervías Fotos: Josep Guijarro
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Un momento después de que mi vehículo cruzara la frontera eslovena, entraba a uno de los lugares más especiales de Croacia: la península de Istria. Como un pequeño continente con forma de corazón que sobresale al mar Mediterráneo, mira sosegada hacia Italia, de la misma manera que lo hace a su amada tierra. Esta península de hermosas y transparentes aguas marinas, posee magníficas poblaciones en el interior plagadas de viñedos y numerosos atractivos arquitectónicos que la convierten en un destino único en sí mismo. Aunque son muchas los recorridos para explorarla, como yo adoro el mar, elegí las tranquilas villas marineras que han sabido combinar las tareas diarias de los pescadores que llegan a puerto con los primeros rayos de sol, con los modernos tiempos en los que vivimos. Ciudades que bañadas por los serenos vaivenes de las olas del mar, se convierten en tranquilos pueblos en otoño e invierno, mientras que en verano ofrecen su cara más alegre, con sus calles repletas de gente con ganas de tomar el Sol o disfrutar del buen vino y la comida. Sentí un ligero mareo y, como pude, me sujeté a un pequeño muro que tenía a mi lado. Miré a mis pies y las modernas zapatillas de deporte que vestía desaparecieron de repente, como por arte de magia. Al volver la vista sobre mis pies pude ver mis dedos desnudos, anudados a unas sandalias de piel. Los pantalones se habían vuelto más sueltos y... Llevaba una túnica de ligera tela anudada de una manera peculiar. Pronto pude constatar como mi indumentaria era propia de otra época: Había retrocedido en el tiempo unos cuantos siglos atrás. Ahora tenía el aspecto de una Patricia romana que había regresado a visitar sus villas en las hermosas tierras de la romana Histri. Novigrad, la ciudad de descanso romana Nos había costado mucho tiempo conquistar estas tierras en manos de los salvajes ilirios, pero finalmente el Imperio nos dio la oportunidad de poder vivir una vida diferente. Aunque lo que veo no es idéntico a lo que yo conocía, sé que estoy en Novigrad. Lo recuerdo porque detrás de estas murallas que ahora contemplo, existía una ciudad donde los veteranos descansaban tras vidas llenas de heridas y batallas ganadas contra los enemigos de Roma. Y aunque, paseando por sus vías, recuerdo algunas de ellas, como los abruptos acantilados y las sonrisas de sus habitantes, sé que todo ha cambiado desde que el Imperio ya no es el dueño de medio mundo conocido. Ahora sólo algunas vías continúan adoquinadas como entonces, están repletas de tiendas y restaurantes que venden las capturas de los que juegan su vida en el mar Adriático. Y fuimos nosotros, los romanos, quienes junto a bizantinos, venecianos y austro-húngaros creamos el patrimonio histórico que hoy estoy visitando con ojos de niño que todo lo encuentra nuevo. Puedo ver altivas las iglesias de aquella nueva religión -que llaman cristianismo- que comenzaba a fructificar en mi época y a cuyos devotos acogieron los habitantes de muchos lugares. Son las iglesias de Santa María, la de la Virgen del Carmen, que es patrona de los marineros, o la de San Antonio las que están recogiendo los rezos de estos devotos habitantes que se sitúan creyendo en un extraño Dios al que no conozco. Recojo algo mi vestido pues he de poner rumbo a Porec. Pongo toda mi atención en las vías de comunicación pues no tienen nada que ver con las que construimos. Ahora son mucho más rápidas que cuando yo vivía por aquí. Necesito saber si aún se mantiene la estructura de la que siempre presumió la ciudad. Al llegar, me sorprende la cantidad de gente que camina por sus calles mientras yo intento escabullirme para no llamar mucho la atención. El sol me está dando de pleno y hace mucho calor, lo añoraba con cariño. Mientras voy circulando por sus calles, me acompaña el sonido constante de mis sandalias. Las tiendas de regalos están abiertas esperando a que algún despistado se deje caer por allí, pero lo que yo logro captar es algo totalmente diferente, algo que sólo unos pocos somos capaces de sentir en nuestra piel. En Porec siento la brisa mediterránea y el olor salino que dota a la ciudad de un aire casi mágico. Es una ciudad misteriosamente luminosa. Continúo mi paseo hasta distinguir alguno de los templos que se construyeron en honor a Marte. Sé que la ciudad formaba parte de un campamento romano que finalmente tuvo la suerte de convertirse en civita, y hay un lugar que me llama mucho la atención cerca del puerto. Veo gente que se acerca y pregunto inocente de qué se trata. Me cuentan que es un lugar donde la gente va a bañarse en una especie de piscina naturale. Camino hacia el otro lado, y viendo alguna que otra tumba de mi época, termino paseando por el antiguo cardo, que como antaño, está lleno de tiendas de todo tipo. Finalmente recuerdo un lugar que comenzó a construirse y nunca llegué a verlo terminado. Hoy es lo que llaman Basílica Eufasiana. Recuerdo que llegaron noticias de que un notable patricio, me contaron que se llamaba Mauro, reunía en su casa a aquellos que acogían el cristianismo como religión. Diocleciano se enteró de lo que sucedía y ordenó que le mataran a él y a su ayudante. Pero cuando Constantino se hizo católico, levantó una iglesia en el antiguo emplazamiento hasta que Eufrasio construyó la Basílica. En este lugar se encontró el símbolo del pez más antiguo del Adriático. Hoy, con sus impresionantes pantocrátores, le ha hecho formar parte de la UNESCO desde 1997. Villa de pescadores El sol quiere comenzar a esconderse y sin saber que ha ocurrido, de nuevo vuelvo a convertirme en una ciudadana a pie que desea recorrer hermosas ciudades repletas de rincones para ensoñar en silencio. He dejado atrás mi túnica, mi peinado, mis sandalias y las telas de tejidos modernos vuelven a envolverme de una manera que casi logra molestarme. Ahora estoy en una de las ciudades más hermosas de la costa istriana: Rovinj. Aquí los colores se tornan notas musicales que crean sinfonías acordes con los pasos que doy por sus estrechas callejuelas medievales. Me adentro al corazón de su casco antiguo por sus empinadas calles. No hay que olvidar que está localidad está situada en una colina y en su parte más alta se sitúa la Iglesia de Santa Eufemia, visible desde todas partes. Rovinj fue la única población que pudo librarse de la peste y de las restantes plagas que asolaron la península de Istria. En esta maravillosa “ciudad medieval” puedes perderte por cualquier pequeña vía y siempre aparecerás en alguna plaza que a buen seguro te recordará a cualquier rincón de la vecina Venecia. Lógicamente, este pensamiento no podemos desecharlo, tanto en cuanto el imperio de mismo nombre habría tomado el lugar como parte suya, influyendo tanto en el ánimo de los habitantes y su forma de ser, como en su arquitectura. Si ponemos ojo avizor, seguro que sabremos encontrar escudos con el símbolo del León y arcos que denotan esa ascendencia. Los rayos del sol ya van disminuyendo y voy subiendo hasta la plaza donde se erige la iglesia. Desde aquí se disfruta de una panorámica increíble de toda la bahía, casi puede parecer que te encuentras en el mismo paraíso donde pescadores, turistas y artistas se mezclan en una perfecta fusión que hace que la ciudad vibre con un ritmo propio. La iglesia, que se encuentra aquí, en la parte más alta de Rovinj, domina al pueblo con su bellísima silueta. El templo, que dicen guarda el cuerpo de santa Eufemia, posee una espectacular torre-campanario de 60 metros de altura desde donde las vistas del casco histórico y las islas que se hallan frente a él, resultan entrañables. El acceso a la torre está permitido, pero antes de subir hay que tener en cuenta que las escaleras son muy empinadas y estrechas, con viejos escalones de rústica madera extremadamente angostos. No es una subida apta para los que padecen vértigo. Rovinj es un lugar donde quedarse a vivir y olvidarse del mundanal ruido al que estamos acostumbrados. Había una vez... un circo ¡Ave Caesar! Morituri te salutant. O lo que es lo mismo, Ave Cesar, los que van a morir te saludan. Más o menos esto viene a decir que aquellos que iban a morir en la arena, lo hacían en honor al César. Claro, todo esto no tendría sentido de no ser porque me dirigía a Pula, una ciudad con un rico patrimonio romano. Destaca sobremanera su anfiteatro, uno de los mejor conservados del mundo. Soy capaz de imaginar cuando la colonia romana vivía alrededor del castillo ilirio y hasta me parece escuchar los gritos mientras camino por sus ruinas. Me siento en el palco, donde a buen seguro la gente esperaba bulliciosa las luchas en la arena. El anfiteatro está situado en las afueras y aseguran que muchas de las casas de sus alrededores emplearon piedra de esta colosal obra. Bajo el anfiteatro hoy, se puede conocer la vida que llevábamos cuando cultivábamos el olivo y trabajábamos todo el proceso de elaboración de aceite. En su mejor momento, el anfiteatro de Pula constaba de tres pisos y cuando había juegos, podía albergar alrededor de 23.000 personas. Después de su época de esplendor, en el siglo IV, fueron prohibidos los enfrentamientos entre gladiadores y sus instalaciones fueron utilizadas para albergar distintas funciones, de hecho en un tiempo fue utilizado como centro de mercado. Voy caminando por los alrededores del puerto y me dirijo al centro de la ciudad. Allí recordaba una gran ciudad repleta de templos con un teatro y grandes arcos triunfales que recordaban tiempos mejores. Me los voy encontrando a mi paso. Hoy Pula se ha convertido en capital administrativa de Istria y ha sabido conjuntar extraordinariamente lo moderno con su legado histórico. Es indispensable caminar por el parque Giardini donde podremos contemplar el arco de los Sergios, un hermoso arco triunfal flanqueado por columnas pareadas de capital corintio y decorado con motivos florales y emblemas militares, una obra que cautivó al mismísimo Miguel Ángel cuando lo visitó en el siglo XVI. Probablemente también le gustó a James Joyce que vivió en la casa de color amarillo de su derecha entre 1904 y 1905. Si continuamos paseando por esa calle, llegaremos a la vieja Pula, donde muy cerca de la capilla bizantina de Marije Formoze se conservan los restos de un mosaico romano que representa es castigo de Cirse. Y cuando llegas al Fórum, que es donde hoy en día se erige el Ayuntamiento de la ciudad, me cuentan que el maravilloso templo de Augusto durante la época veneciana, fue usado como granero... Regreso a casa Otro día más y ahora me acerco peligrosamente al final. Sí, voy a regresar a mi villa en Brujuni. Llego muy pronto al tranquilo pueblo de Fazana, sólo están en las calles los más madrugadores, y de nuevo, los pescadores que esperan vender las capturas que el mar a tenido a bien regalarles en este día. Trabajan a destajo en el puerto donde estoy esperando un barco que me lleve a las islas de Brijuni, hoy son parque nacional pero durante el periodo yugoslavo Tito tenía su residencia veraniega allí. Las islas son un lugar muy peculiar, repleto de contrastes, tal vez esperpéntico en algunos momentos ya que puedes encontrar un “inexplicable” zoo de animales poco croatas, así como la cabra autóctona. También se pueden hallar huellas prehistóricas de dinosaurios que se quedaron inmortalizados para la Historia. Lo más curioso de esta isla es su geografía rocosa, de infinitos acantilados de color rojizo que es dado gracias al suelo arcilloso. Su ubicación, ya desde antaño destacada, ha sido el lugar perfecto para que varias culturas se asentaran para disfrutar de su privilegiado clima. Junto al mar puedes encontrar un castro bizantino, piezas arqueológicas romanas, iglesias en el bosque y villas frente al mar. Es aquí, en este lugar mágico, al que yo quería llegar desde el principio de este viaje a mis raíces, a mis recuerdos. Me acerco lentamente a una de las columnas, aproximándome hacia la bahía, puedo distinguir lo que finalmente me trajo a este lugar. Las aguas verdes esmeraldas, el sentimiento de haber encontrado ya mi casa, el increíble recuerdo de todo aquello que ya había vivido hacía siglos. Estoy aquí, en mi antiguo lugar de nacimiento. Me desprendo de mis ropas modernas, mis pies, esta vez descalzos, se adentran en el agua mientras cierro los ojos y mi infancia romana se hace más presente que nunca. Escucho los sonidos de las olas del mar mientras mi túnica, que es de fina tela, y el sol, baña mi piel dorada. Al fin, entre aguas transparentes y pinos, puedo descansar. |
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Reportaje publicado en nuestra edición número 18, de agosto 2010. http://www.los32rumbos.com Todos los derechos reservados. |
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