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Viaje cultural / Reino Unido
Escocia
Tras los pasos de William Wallace
En 1314 se libró la batalla de Bannockburn que supuso el disfrute de cuatrocientos años de independencia de Inglaterra. En este proceso bélico William Wallace desempeñó un papel esencial. Hoy es difícil visitar Escocia sin encontrar referencias a este héroe nacional.
Texto: Josep Guijarro Fotos: Josep Guijarro
Todo empezó una fría noche de marzo de 1286. Sobre la ciudad de Edimburgo se extendían unas negras nubes de tormenta. El rey Alejandro III se dirigía al castillo de la ciudad, situado en lo alto de un promontorio de roca basáltica con tres abruptas paredes de más de cien metros de altura. Y, precisamente, por querer atajar por uno de estos peligrosos riscos, con el fin de pasar la noche con su amada esposa, el rey murió trágicamente. Esta circunstancia abriría un periodo de gran inestabilidad en el país pues Alejandro sólo dejó una heredera directa, la llamada “doncella de Noruega”. En realidad se trataba de su nieta Margaret, de apenas tres años de edad. Pero en 1290 la “doncella” también murió en una isla remota, mientras se encaminaba a un nuevo reino. Escocia, pues, se quedó sin heredero al trono y, aunque catorce hombres se postularon para acceder al mismo, sólo dos nombres brillaron con luz propia: John Balliol y Robert Bruce. En medio de esta tensa situación apareció en escena el rey de Inglaterra. Eduardo I se presentó como el hombre que podía elegir al nuevo gobernante de Escocia... aunque en realidad perseguía anexar otra nación a su corona pues, no en vano, exigió a los contendientes que le reconocieran  como el supremo líder y a quien deberían servir. Y, por temor al ejército de Eduardo, los escoceses accedieron. Así el 12 de noviembre de 1292 John Balliol fue elegido como el nuevo rey. Pero no todos se sometieron. En la primavera de 1297, empezaron a surgir rebeliones en el país; Al nordeste de Escocia, Adrew Murray, héroe de una noble familia, logró reunir un ejército. Al sudoeste, varios nobles prominentes se congregaron para iniciar una rebelión, entre ellos el mencionado Robert Bruce. Aunque los nobles capitularon antes de comenzar la batalla, sus tácticas dilatorias permitieron que se formara otro grupo de rebeldes que se ocultaba en los espesos bosques de Celkirk. Este grupo de guerrilleros, pobremente vestidos, no era liderado por un noble sino por un desconocido plebeyo: William Wallace que, a la postre, plantaría cara a los ingleses.

Braveheart, el corazón valiente
Ocho siglos después de estos sucesos el Castillo de Edimburgo permanece inalterable al paso del tiempo. Frente al portal neogótico que precede la entrada original, en la llamada Esplanade (donde en agosto se celebra el famoso desfile del Military Tattoo), aguardo a que termine el cambio de guardia que tiene lugar cada hora, junto a la atenta mirada de decenas de turistas que quieren desvelar los secretos de esta construcción. El castillo ya no alberga realeza en su interior, sólo museos, edificios medievales y unas maravillosas vistas de la ciudad. Pero lo que reclama mi atención, sin embargo, es una pieza llamada Stone of Destiny, una singular piedra sobre la que fueron coronados los reyes de Escocia durante siglos. Desde 1996 es posible contemplarla de nuevo –que no fotografiarla- junto a las Regalia (una corona del siglo XIV, un cetro de 1494 y una espada de 1507). Y es que, la Piedra del destino fue sustraída en 1296 por el citado Eduardo I y llevada a la Abadía de Westminster, en Londres.
Hoy, la piedra sigue siendo el símbolo más importante de Escocia. Sus orígenes se desconocen pero sabemos que el último en ser coronado sobre ella, en 1292, fue John Balliol. Y es que imposible visitar Escocia sin hallar ninguna referencias a Wallace o alguno de los protagonistas de la guerra de independencia, o pasear por alguno de los escenarios que sirvieron de decorado a la célebre película Braveheart, protagonizada por Mel Gibson y que recrea la lucha a muerte por liberar Escocia del yugo inglés. Es el caso del puente de Stirling uno de los más carismáticos de Escocia. Aquí fue donde Wallace derrotó a los ingleses en 1297. Hoy sigue manteniendo su encanto, al ser peatonal ofrece maravillosas vistas al río Forth, a la ciudad, al castillo y al monumento de Wallace al que, a continuación, me dirijo. Para llegar a esta torre de 67 metros de altura, tomo un pequeño autobús en el centro de interpretación. Una estrecha carretera me conduce a este a la cima del monte Abbey Craig, donde se erige este impresionante monumento nacional. Aquí puedo revivir el juicio al que fue sometido Wallace, su espada, el “salón de los héroes” y una exposición dedicada a la construcción de de esta torre gótico victoriana. Además, desde lo más alto del edificio disfruto de una extraordinaria panorámica de la región, del río Forth y del puente donde se desarrolló la mencionada batalla de Stirling.

El castillo de Stirling
No lejos de este enclave se erige, en lo alto de un risco, el Castillo de Stirling, una de las muestras más sobresalientes de la arquitectura renacentista escocesas. Llego el día antes de su reapertura. A la entrada me da la bienvenida la famosa estatua de Robert de Bruce envainando la espada tras la batalla de Bannockburn, en 1314. Tras atravesar el foso y entrar en el palacio gozo de la visita a los aposentos del rey James V, ricamente restaurados y la casa infantil de María de Guisa. Y es que, con retrasos debido a las malas condiciones meteorológicas, los últimos seis años ha sido objeto de una profunda remodelación que ha costado la friolera de 11.8 millones de libras. Especial mención merecen los medallones que presiden el techo de la sala capitular, denominados Stirling Heads y que representan -según dicen- a los miembros de la corte real de la época. Los originales se exponen en el museo.
Para los escoceses, el castillo de Stirling es un símbolo nacional, por haber jugado un papel muy importante durante la guerra de independencia (1296-1357) habiéndose mantenido invulnerable durante quince asedios.
Al día siguiente tendré oportunidad de ver las representaciones junto a miles de visitantes. Más de sesentaartistas disfrazados pusieron en marcha una serie de exhibiciones y espectáculos que abarcaban desde cañonazos o la lucha con espadas, a danzas del siglo XVI, música, cocina y maquillaje.
Te recomiendo, asimismo, que dediques algún tiempo a explorar el antiguo burgo de Stirling y, en especial, la La Iglesia de la Holy Rude (Santa Cruz), muy cerca del castillo, que es una de las edificaciones de más importancia histórica en la ciudad. Como en gran parte de Escocia aquí se cuentan historias de fantasmas, como la Dama Rosa del Castillo, que ha sido avistada por varios soldados, y el motel Settle Inn cerca del castillo, que es uno de los lugares fantasmales más famosos del país.

Otro palacio real
Pongo rumbo a Linlithgow para almorzar en el restaurante Champany que presume de ofrecer las mejores carnes de vacuno del condado de West Lothian, además de ser una bodega afamada por la calidad de sus whiskys, un dato importante cuando se visita Escocia. Se erige en unos edificios del siglo XVI de los tiempos de la reina María. Incluso la decoración y los uniformes del servicio recrean la época es, sencillamente, el preámbulo perfecto a lo que sigue: la visita al palacio de Linlithgow, que se erige majestuoso a orillas de un lago.
La mayoría de los reyes Estuardo vivió en esta enorme edificación que hoy se encuentra parcialmente en ruinas, para ser más precisos, sin techo. El visitante, sin embargo, todavía puede experimentar cierta sensación de asombro al entrar en su interior y admirar la fuente de tres niveles que simula una tarta nupcial.
La construcción de este palacio se remonta a 1424, cuando Jaime I lo hizo revivir cual ave fénix de las cenizas de un devastador incendio.Fue empleado como “palacio del placer”, y lugar de parada para la familia real a lo largo de la transitada carretera que une el Castillo de Edimburgo y el castillo de Stirling.
Tras pasear por sus bucólicos alrededores y visitar la colindante parroquia de San Miguel, que es una de las iglesias medievales más destacadas del país, llena de símbolos masónicos, me dirijo a otro lugar tan cinematográfico como enigmático: la capilla de Rosslyn.

La capilla de los códigos
Este enclave situado a cerca de 30 Km. de Edimburgo fue uno de los escenarios de la película El Código Da Vinci. Mi presencia allí trataba de averiguar si, realmente, su destino estuvo ligado de algún modo a la independencia de los ingleses. Y es que si bien la construcción de la capilla se remonta a 1446 por iniciativa de William Saint Clair, su abuelo Henry formó parte de la milicia del Temple que luchó codo con codo con Robert Bruce en la decisiva batalla de Bannockburn, en 1314.
Los templarios habían huído a Escocia, sede de la única monarquía europea que no reconocía la autoridad del Papa para ponerse a salvo de la persecución inquisitorial a la que fueron sometidos en otros países; y apoyaron a los nacionalistas escoceses.
No era extraño, por tanto, que en esta pequeña construcción hubieran dejado códigos ocultos, símbolos o incluso tesoros...
Situada a las afueras de la pequeña localidad de Roslin, en la región de Midlothian, y rodeada de la belleza natural del país, con increíbles campiñas verdes, la capilla despierta enseguida nuestra curiosidad.
Me sorprende la recargada decoración del templo que muestra diferentes estilos arquitectónicos y escultóricos, únicos en su especie. Detecto algo llamativo. Un capitel junto a una ventana con ricos vitrales muestra a un caballero con una niña en posesión de una cruz. No puedo evitar preguntar. Se trata -me aseguran- de una representación de la pequeña Margaret, la legítima heredera al trono en su viaje a Escocia donde hallaría la muerte.

Reportaje publicado en nuestra edición número 18, de Agosto 2011. http://www.los32rumbos.com
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