Los 32 rumbos - revista on line de viajes
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Grandes destinos / Rusia
Moscú
salida del rally Ruta de la Seda
Una competición automovilística nos ha dado la oportunidad de comprobar lo poco que le queda a Moscú de fría capital de la extinta Unión Soviética. De los edificios grises y tristes se ha pasado al color y el glamour; Coches de alta gama, tiendas de grandes diseñadores, rascacielos, grandes centros comerciales y gente a la que le gusta hacer de su vida... una película. Moscú se ha convertido en una capital muy exclusiva.
Texto: Patricia Hervías Fotos: Josep Guijarro
Siempre se ha visto el Dakar como un evento hecho a medida de unos pocos privilegiados que sienten la aventura como un modo de vida, en el que la arena y el viento, se unen a un millar de contingencias, a la dureza de un territorio por el circulan coches, motos y camiones, compitiendo para ser los más rápidos.
Desde hace ya tres años se están llevando a cabo en Rusia una serie de Rallies de la serie Dakar, para promover las Olimpiadas de Invierno que se celebrarán en Sochi, su destino final.
A pesar de que un rally puede parecer poco glamuroso, ya que los participantes pasan horas sentados al volante de un vehículo desprovistos de las comodidades más básicas, pero las últimas en seguridad, a mi me sirvió de excusa para poder conocer el nuevo Moscú, donde el capitalismo ha entrado a marchas forzadas y todos quieren vivir su particular “sueño americano”. Eso es, al menos, lo que ocurre desde que en 1986 Gorvachov lanzara la consigna de apertura, conocida como Glasnost, que abrió las puertas a todos los mercados mundiales y supuso el final del comunismo ruso, tal y como lo conocíamos.
La llegada a la capital de la Federación Rusa fue un tanto accidentada. La lluvia había obligado a cerrar el aeropuerto de Domodédovo causando un importante retraso en el aterrizaje y posterior descenso del avión. El viaje no comenzaba de la mejor manera. Primera tarea: coger un taxi. Es recomendable contratarlo en el aeropuerto y no en la calle por motivos de seguridad. El problema es que nadie tiene idea de hablar otra cosa que no sea el ruso. Un momento pánico invadió mi ya poco paciente estado, puesto que la dirección y nombre del hotel al que me dirigía no estaba escrito en cirílico. Admito que en ese momento comencé a pensar que era como un extraterrestre recién llegado a la Tierra. Gracias a que el hotel era una de las famosas “Siete hermanas de Stalin”, es decir uno de los siete rascacielos construidos en una elaborada combinación de estilo barroco ruso y gótico que conmemoraban en el 47 el VIII centenario de la ciudad, debió sonarle a la mujer que nos atendía en el mostrador. Por fin, después de 40 largos minutos de trayecto, llegamos al lujoso Hotel Radisson Blue, también conocido en la época de Stalin como el Hotel Ukrania.

Recorriendo el Paddock
A la mañana siguiente, y después de un reconstituyente desayuno, pusimos rumbo al Estadio Olímpico de Luzhnikí para echar un primer vistazo a los vehículos del Silk Way 2011. Aquí, los 140 participantes pasaban una concienzuda revisión antes de comenzar la carrera. Me reencontré con el osito Misha en el escenario donde Sebastián Coen ganó el oro en el 80 para la URSS, en la categoría de 1.500 m. y Steve Ovett se lo arrebató en los 800 . Por la tarde la inusitada mezcla de gasolina y cultura se trasladaría a la increíble Plaza Roja, donde tendría lugar la salida del rally. Siete duras etapas que recorrerían casi 4.000 Km. hasta el Poliana Gran Hotel, en Sochi, la ciudad que acogerá los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014.
Es muy curiosa la sensación que se tiene al llegar a la Plaza Roja, el corazón de Moscú. Lo primero que me llama la atención es la bella Catedral de la Intercesión, conocida como la Catedral de San Basilio y que el pasado mes de julio cumplió 450 años. Sus bulbos policromados pueden parecerles a algunos una estrambótica mezcla de colores que tira al kitsch, pero para mí me recuerda más a un cuento de Andersen. No sé si la plaza es más pequeña de lo que creía, o que hay mucha gente esperando la salida. El sonido de los coches no para, rugen cual león hambriento que desea ir en busca de su presa. La cuenta atrás ha comenzado y el Silk Way 2011 comienza su nueva andadura.

Explorando la ciudad
La mañana se levantó lluviosa, dotando de un halo gris a esta ciudad que aún guarda recuerdos de su etapa comunista. Uno de los más representativos es la Universidad Estatal de Moscú L.V. Lomonósov, otra de las “Siete hermanas” que se encuentra situada en la Colina de los gorriones. Sorprenden los grandes espacios, la magnificencia de estos edificios que luego se ven casi emborronados por los vehículos que me adelantan marchando hacia la famosa calle Tverskaya.
La fina lluvia nos da un respiro y el sol preside ahora mi recorrido por esta arteria. La llaman la calle teatral, pues está llena de edificios en los que la cultura y las últimas vanguardias van de la mano, de restaurantes de moda donde las mujeres visten los últimos modelos de Gucci, Dior o Chanel, en contraste con su piel blanca de muñeca de porcelana y su pelo rubio. Entran del brazo de alguno de estos hombres que ha dejado aparcado su Ferrari en la puerta del local. Es espectacular. No es que yo me considere una mujer fea, ni desproporcionada, pero admito que ponerse al lado de alguna de estas mujeres ha comenzado a desatar mi instinto celoso a niveles insospechados. Es casi imposible que se junten tantas mujeres tan guapas en tan pocos metros cuadrados. Yo también tendría la oportunidad de disfrutar de uno de estos exclusivos restaurantes: el Café Pushkin, su decoración recuerda a un antiguo café del siglo XVIII pero tiene un secreto: ¡Fue construido en 1990!
Allí tendría oportunidad de probar el caviar rojo, el pez veluga o el popular Kvas, una bebida hecha a base de pan... fermentado.
Bien, continúo mi exploración por esta calle y me sorprende ver a un lado y al otro, tiendas repletas de productos exclusivos en los que entran y salen personas con bolsas de grandes dimensiones y marcas reconocidas mundialmente.
Tengo la sensación de estar en una ciudad gigante, de grandes extensiones y con grandes miras puestas en un futuro lleno de inmensas pretensiones que se mezclan con las insignias del pasado comunista.
Desde la lejanía comienzo a distinguir las doradas cúpulas que van tomando la forma de un edificio impresionante: La Catedral del Cristo Redentor de Moscú. Situado en pleno centro de la ciudad, al lado del río Moscova, se alza la catedral ortodoxa más alta del mundo. Y teniendo una historia convulsa, ya que Stalin la destruyó en 1931 para para crear un palacio de los soviets, volvió a erigirse en mármol en 1990. Hoy se yergue orgullosa y ricamente decorada, vigilando los pasos de los moscovitas que, a pesar del exagerado modo de vivir que tiene unos pocos, se introducen de lleno en el respeto por la religión ortodoxa. Admito que me llama poderosamente la atención, ver a estas muñecas de porcelana, altísimas, rezado en las iglesias, impolutamente vestidas.
De nuevo, pongo rumbo a una de las calles más bohemias y turísticas de Moscú: el Arabat. Su historia es antigua y nada tiene que ver con la calle peatonal por la que transito ahora. Actualmente es una de las calles más conocidas de Moscú, por ese aire bohemio que dicen que tiene. Yo más bien lo veo turístico al 100%. A lo que voy. Lugar de maestros artesanos, después pasó a ser el lugar favorito de la nobleza y burguesía, para convertirse en lo que hoy podemos ver… Cafetería americana internacional incluida. ¡Ah! Muy recomendable pararse a tomar algo en el My My and Russian Pancake, que presume de los mejores pancakes de toda la ciudad en sus quince establecimientos.
Voy a regresar al hotel, pero esta vez en metro.

El Metro de Moscú
La visita al mítico Metro de Moscú es indispensable. La primera vez que se comenzó a trabajar en las líneas fue en 1931 y, a pesar de las diferentes guerras acaecidas en el país, nunca se dejó de lado su construcción que refleja la tradicional estructura radial-circular de la ciudad. Tiene estaciones situadas a más de 120 metros de profundidad y enlaza el centro con todos sus distritos, incluidas las nuevas zonas de intensa construcción. Pero lo más curioso de ellas es la decoración propia y única de cada una de las paradas. Me llama la atención Ploshad Revolutsia, por ejemplo, que muestra 76 estatuas de bronce con obreros, soldados y campesinos, o la estación de Komsomolskaya, realizada por el arquitecto Schushev utilizando técnicas bizantinas para temas históricos y victorias militares.
Muy cerca de una de ellas, concretamente la de Kuznetsky Most, se erigen los espectaculares baños Sandunovski que poseen aún entradas distintas para hombres y para mujeres. El edificio fue construido en 1890 para la nobleza y renovado posteriormente en 1992 con su esplendor original. Estos baños termales fueron frecuentados a principios del siglo XIX por gente famosa como León Tolstoi y Alexander Pushkin.

La Plaza Roja
A sólo unas manzanas se halla la Plaza Roja. Son cerca de las diez de la noche y el sol aún se deja intuir. Antes de acostarme quiero disfrutar de este espectáculo que se torna escénico, como parte de una película llena de color y vida.
En realidad no sabía si me encontraba en el parking de algún concesionario de vehículos de lujo o en la entrada del hotel. Admito que no he visto tanto volumen de coches de lujo en tan pocos metros en ningún otro país, salvo en Dubai. Y de nuevo, salgo a visitar un lugar que nada tiene que ver con toda esta opulencia que estoy descubriendo en esta capital.
Ya desde la lejanía se intuye la magnificencia del Convento de señoritas de Novo-Dyevitchi Cruzar las puertas de este lugar es como hacer un viaje en el tiempo. La tranquilidad y el sosiego se mantienen en contraste con el pulso que vive esta incesante ciudad. Con varias iglesias de cúpulas doradas con forma de cebolla, la belleza y la armonía reinan en un entorno donde las religiosas echan miradas furtivas a los turistas. Su construcción se llevó a cabo en 1524 y ejerció de fortaleza hasta que Iván IV el Terrible lo utilizó para encerrar a las viudas de los nobles asesinados por él. Ocupa toda una manzana y está bordeado de un lado por carreteras y del otro, por un famoso cementerio donde se encuentran enterrados personalidades como Chejov, Prokofiev, Tupolev, Esenin y Raisa Gorbachov. También, en el lado que nos falta por describir existe un lago que –aseguran- sirvió de inspiración a Chaikovski para componer El lago de los cisnes. Yo sólo encontré unos en bronce, regalo de la madre de Bush jr.

Visita al Kremlin
Levantan una bandera en el Kremlin cuando el presidente se encuentra trabajando en sus oficinas. Yo estaba dentro de la fortaleza y la rusa ondeaba con pocas ganas y el calor arreciaba. Me disponía a visitar lo más interesante del Kremlin. Entre los siete templos de su interior me decidí por visitar la iglesia de la Dormición, en cuyo interior está el trono de Iván el Terrible, y la del Arcángel Miguel, donde están enterrados algunos de los Zares.
Pero hay dos piezas dentro del Kremlin que son muy interesantes; una de ellas es el Cañón del Zar. Un mamotreto de más de cinco metros de longitud y que, posiblemente, lo convierta en el más grande del mundo. Se cuenta que nunca fue usado, su construcción sólo pretendía demostrar el poderío que tenían. La otra pieza es la Campana del Zar, también es la más grande del mundo, pero se rompió por culpa de un incendio. Antes de terminar mi visita fui a ver los tesoros de los zares, en el museo de armas.
En la última noche “mi” Moscú se vestiría de gala. La cena sería en un crucero del Radisson Blue sobre el río Moscova, donde la gran ciudad desfilaría lentamente ante mis ojos, pero con la necesidad de convertirse en parte de las ciudades que todos soñamos visitar.


Reportaje publicado en nuestra edición número 20, de Noviembre 2011. http://www.los32rumbos.com
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