Belgrado sale de las tinieblas, se reinventa a sí misma e intenta subirse al carro de las más modernas capitales europeas ofreciendo numerosas opciones culturales y, sobre todo, ocio nocturno.
La capital serbia se asienta en un enclave estratégico y privilegiado situado en la confluencia de dos ríos: el gran Danubio y su afluente Sava. Hablamos de una urbe casi desconocida para el resto de Europa, que poco a poco va despertando con la fuerza de sus antepasados celtas, pero a la vez, sintiéndose orgullosa de su gran e ilustre pasado romano, pues no debemos olvidar que este territorio dio más de diez emperadores a Roma y ésta, entre otras cuestiones, ha ido forjado su presente y su personalidad balcánica. Me explico.
Bizancio y Roma rivalizaron en su empeño por evangelizar las gentes de esta zona. Roma integró a su área de influencia a eslovenos y croatas, que se convirtieron al cristianismo en el siglo IX. En cambio, Bizancio tuvo más éxito en el sur de los Balcanes gracias a la acción de dos monjes, los hermanos Metodio y Cirilo, originarios de Salónica, que hablaban perfectamente el idioma eslavo. Convertidos por Bizancio siguieron a la Iglesia Ortodoxa tras el cisma que se produjo en el año 1054. De ahí heredaron el alfabeto cirílico, la fe y una forma de vida más... eslava. Con todo, el caracter latino -especialmente el español- les encanta, y es una de las primeras cosas que noto al caminar por las siempre animadas calles de Belgrado. Converso con los comerciantes y artistas que salpican por las céntricas calles de la capital y, al notar que soy española, todo son parabienes.
En otoño, el frío comienza a hacerse notar, pero parece importarles poco a los belgradenses que llenan las cafeterías mientras sea visible un rayo de sol. La arteria principal de la ciudad es Knez Mihailova. En esta avenida y sus alrededores, la gente pasea a cualquier hora, las tiendas están abiertas hasta tarde y los bares ofreceren a sus clientes todo lo que deseen.
Almuerzo en en una de las
Kafanas de obligada visita en Belgrado. No tiene nombre, en su fachada luce un signo de de interrogación. Me cuentan que es porque originariamente era conocida como la Kafana de la Catedral y, en tanto las autoridades religiosas no lo veían con buenos ojos, a falta de mejor nombre, plantaron el interrogante como protesta.
Después, paseo por el Kalemegdan, una fortaleza celta cuyo nombre deriva de dos palabras turcas. Este lugar fue reconstruido varias veces por todos los que siguieron a los celtas; romanos, turcos y austro-húngaros, y su espléndida situación, a 125,5 metros, se convierte en el mejor mirador para disfrutar de la ciudad del skyline de Belgrado. Este espacio también es compartido con un zoo, exposiciones al aire libre y por gente que pasea o juega al ajedrez, mientras la escultura de El Victorioso -icono de la ciudad-, vigila desde las alturas.
En Belgrado se puede vivir de noche. Funciona por biorritmos y es una ciudad que ha sabido convertirse en parte importante de la vanguardia cultural europea. En ella se unen grandes autores, artistas, músicos de todas partes del mundo y gente con muchas ganas de vivir y compartir . Adoran el hoy. Viven el presente y disfrutan de todo lo que esta capital les ofrece. Como uno de ellos viviré la noche del Zemun, la parte Austro-Húngara de la ciudad, la del barrio de Dorcol, o el Skadarlija, que cambia de manera exponencial del día a la noche.
Las noches son muy largas en Belgrado así que, soñolienta aún, al día siguiente me dispuse a serpentear por las orillas del gran río Danubio. Hoy en día es un meandro acuoso que hace las delicias de los turistas y en ocasiones de frontera natural con otros países, pero fue el curso que dio prosperidad y también problemas a toda esta región. Me dirijo a Sremski Karlovci, una ciudad situada a una hora de distancia, no tanto por los kilómetros que las separan, sino por la calidad de sus carreteras. En el trayecto atravieso poblaciones salpicadas de casas bajas, iglesias ortodoxas y campos de cereales hasta la tranquila ciudad de la Vojvodina. Es un enclave estudiantil importante que se encuentra en una encrucijada entre oriente y occidente, bañándola a lo largo de los siglos de multitud de gentes y pueblos que traían elementos de sus culturas, al mismo tiempo que adquirían los elementos de otras.
En el centro urbano de esta bella y tranquila localidad, encontramos la iglesia ortodoxa de San Nicolás. No tiene nada que ver con el estilo de construcción serbio, pues fue erigida por alemanes y por eso recuerda tanto el estilo barroco occidental. Esta región, conocida como Vojvodina, formó parte del Imperio Austro-Húngaro y eso se nota en las construcciones.
Al lado de la catedral ortodoxa está la iglesia católica de la Santísima Trinidad, y un poco más arriba, en el otro extremo de la plaza, se erige el llamado edificio de Magistratura, donde tiene su sede el Ayuntamiento. El lado superior de esta plaza está cerrado por la emblemática Karlovacka gimnazija de Sremski Karlovci y a muy poca distancia está la escuela de teología, masculina, de gran importancia en el país. Todo está muy concentrado.
Mi llegada a Sremski Karlovci tiene lugar un viernes y me sorprende constatar como todo está lleno de niños. Curiosa le pregunto a mi guía si es la hora del recreo y Miguel, un español afincado en Serbia hace tres años me responde que no. Los viernes, al parecer, las escuelas llevan a los niños a ver todos los enclaves culturales que tienen cerca de sus escuelas.
Mientras los niños revolotean de un lado para otro, mi mirada se detiene en una fuente llamada de los Cuatro leones. Según la tradición, quien bebe de sus aguas regresa y se casa aquí. Con media sonrisa en la cara, tomo camino hacia la gran fortaleza de Petrovaradin.
Fortaleza en el río
Mientras me encamino a la entrada de este bastión construido a finales del siglo XVII como respuesta a los repliegues de los otomanos, no tomo consciencia de su ubicación y, ni mucho menos, de su tamaño e importancia. Está construida sobre el río Danubio, no a sus orillas, sino justo encima, vigilando cada movimiento que se produzca en el río. La fortaleza se compone de varias estructuras, zonas verdes en las que podemos ver cañones o viejas armas en desuso, que se ha convertido en lugar de juego. En este increíble lugar se alquilan hoy pequeñas habitaciones donde los artistas más curiosos desempeñan su trabajo con la inspiración del Danubio.
Muy cerca de estos talleres, a los pies de un reloj, disfruto de una bella panorámica de Novi Sad al otro lado del río. El reloj fue un regalo de la emperatriz María Teresa que desde el siglo XVIII se ha convertido en símbolo de la ciudad por su curiosa forma de dar las horas; las agujas se encuentran colocadas al revés, la de los minutos es la corta y la de las horas la larga, para que todos los navegantes pudieran ver qué hora era desde lejos.
Me dirijo ahora a la Atenas Serbia: La ciudad de Novi Sad que fue la capital de la cultura del país y hoy lo es de la Vojvodina. Muchos de los novelistas, poetas, juristas y publicistas se han relacionado de una u otra forma con este enclave en algún momento de su carreta. Además, es aquí donde se cuida la lengua serbia de una manera muy especial. Posee el fondo de libros más grande del país y el teatro profesional más antiguo de los eslavos del sur. Ciertamente este aire tan cultural ha influido en la ciudad, sus calles son abiertas, sus escaparates están repletos de cosas por enseñar y lugares curiosos donde tomar una rakija, una especie de aguardiente local. Y aunque fue uno de los lugares que sufrió las consecuencias de los bombardeos durante la Guerra de los Balcanes, hoy es una ciudad que ha sabido reinventarse para convertirse en punto de mira europeo, con sus festivales internacionales. Al caer la noche parece que se viste de un espectral color que la ilumina con un halo de majestuosidad. Un consejo: sitúate en la plaza donde está el Ayuntamiento y la iglesia… disfrútalo.
Gargantas en el Danubio
Tengo ganas de comenzar de nuevo mi día. Hoy el recorrido será espectacular, no tanto por las ciudades que veré como por el espectáculo paisajístico que disfrutaré serpenteando junto al Danubio. Iré directamente a las puertas del nacimiento de los desfiladeros del río, aquellos que separan fehacientemente los Cárpatos de los Balcanes y crean la frontera natural entre Rumanía y Serbia. Aunque justo antes de comenzar, me detengo en un gran lugar de recreo conocido como Silver Lake, el Mar de Serbia, donde utilizando el caudal, se creó un espacio de recreo para veranear frente a las aguas del comienzo del desfiladero del río.
Pero lo más espectacular estaba por llegar: En el Parque Nacional Djerdap me sorprenden las llamadas Gargantas de la Puerta de Hierro. Aquí el paisaje me hechiza sobremanera y dibuja rincones de extremada belleza. Me sirven de antesala a la fortaleza de Golubac. Situada -o eso dicen-, en la parte más ancha del Danubio, parece encaramarse por la piedra en la que fue construido como un gigante que quiere alcanzar la posición más alta. Sus diez torres, que no se encuentran en el mejor de los estados, han sido escenario de cruentas batallas entre imperios y hoy en día es lugar de parada obligatoria tanto para turistas que navegan, como para los que vamos a recorrer las gargantas en vehículo.
Los colores del otoño pintan de amarillos, rojos y ocre los bosques que hace unos meses verdeaban, mientras sin prisa aparente, el río recorre su camino en un intento de no cambiar ese pasado que parece haberse quedado petrificado entre las esculturas naturales que ha ido horadando el Danubio. Me llama la atención una pequeña iglesia que se enclavada en el margen del río, bajo las faldas imponentes de los Cárpatos. Mucho más me impone la gigantesca escultura del rey Decébalo cincelada enla roca. La diviso a lo lejos, cerca de la ciudad Rumana de Orsoa . Posee 40 metros de altura y muestra al último rey de Dacia que fue el que logró unir a las muchas tribus de la región para resistir a la expansión romana. A su vez, Trajano ordenó la construcción de un puente en el Danubio, cuyos restos son visibles en la Puerta de Hierro. Las escenas durante la construcción están inmortalizadas en la parte inferior de la columna de Trajano, en Roma.
El gran imperio
Y hablando del Imperio Romano, sólo en Italia nacieron más emperadores que en Serbia. Fueron 16, entre ellos destaca Constantino el Grande. Se considera que un número tan elevado de emperadores de la antigüedad tardoromana nacieron precisamente en suelo serbio por tratarse de una parte exótica del Imperio, donde se reafirmaba la antigua creencia sobre las virtudes de los individuos que gananban la gloria y la de los campesinos que llegaban a ser grandes guerreros. Y de ello dan buena cuenta emplazamientos arqueológicos como Felix Romuliana, una villa romana que es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Su museo se encuentra en la localidad de Zajecar donde pude ver los increíbles mosaicos que un día decoraron la villa; laberinto, un Dionisos que es de los más bonitos que se conserva, así como múltiples esculturas y cientos de objetos cotidianos de la vida de estos Patricios romanos. Pero para ubicar todos estos objetos y mosaicos, lo mejor es visitar el palacio construido para Galerio, que para conseguir llegar al poder tuvo que casarse con la hija de Diocleciano. Es conocido por promulgar el Edicto de Tolerancia de Nicomedia. A la villa la bautizó con el nombre de su madre, Rómula, y vivió allí su muerte en el 313. Se halla ubicado en Gamzigrad y es una fortaleza rodeada de recias torres de vigilancia que guarda en su interior recintos sagrados dedicados a diferentes dioses. Este emplazamiento, Patrimonio de la Humanidad desde 2007, aún tiene a su alrededor más de cincuenta yacimientos entre los que se encuentra la colina Magura, muy cercana al palacio, donde se encontraron dos tumbas que pertenecieron al emperador y a su madre, recios muros e incontables recuerdos del Imperio. Llena de curiosidad me desplazo a la gran ciudad donde nació Constantino I el Grande: Niš.
La ciudad de Constantino el Grande
Se trata de la tercera ciudad en importancia de Serbia, situada sobre el río Nišaba. Es uno de los más antiguos de los Balcanes y la puerta entre oriente y occidente. Curiosamente su nombre latino, Naissus, significaba lugar de las ninfas. Aquí es donde el hijo de un comandante militar y la hija de un mesonero llegó a convertirse en emperador romano.
Posee dos lugares de visita obligada: La fortaleza de Niš y la Cele Kula, una torre construida por los turcos con calaveras. La historia nos habla de una batalla entre 3.000 serbios y 10.000 turcos que finalmente, tras duros combates, fueron eliminados. Su recuerdo quedó plasmado en una torre con la cabeza de estos serbios y de su líder, todo un héroe nacional. Ahora sólo son visibles 52 ya que sus familiares han ido recogiéndolas desde la misma noche que sucedió.
Serbia es todavía uno de esos países por descubrir, con ciudades llenas de historia, de vida y gentes sonrientes que te reciben con los brazos abiertos para mostrarte su cultura y sus más íntimos secretos.