Los 32 rumbos - revista on line de viajes | |||
Destinos inquietantes / Irlanda | |||
Irlanda | |||
Viaje a los orígenes | |||
El noroeste de Irlanda atrajo a los primeros habitantes de la isla quienes nos legaron los monumentos megalíticos más antiguos e inquietantes de Europa. Justo allí nace, también, el cristianismo en el viejo continente gracias al trabajo evangelizador de los monjes irlandeses que constituye un hecho singular en la historia de la Iglesia. |
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Texto: Josep Guijarro Fotos: Josep Guijarro
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A cuarenta minutos al Norte de Dublín, en un meandro del río Boyne, se extiende el monumento megalítico más importante de Irlanda. Parece emplazado deliberadamente en una colina para que sus tres túmulos más suntuosos -Newgrange, Knowth y Dowth- dominen el fértil valle que se extiende a sus pies. A medida que el bus se acerca al primero, percibo la excepcionalidad del enclave. Un muro circular de 80 metros de diámetro, coronado por una cúpula cubierta de hierba, me dan la bienvenida. Pasaría inadvertido como una simple colina de no ser por la pared Este, frente a la que se extienden varios menhires de gran tamaño, y que está revestida con cuarcita blanca procedente de Wicklow, una cantera situada a 70 Km. Si asumimos que Newgrange se construyó en una época en la que no existía la rueda: ¿Para qué asumieron tanto esfuerzo sus constructores? Los expertos aseguran que se trata de simples tumbas, pese a que en su interior nunca fueron hallados restos humanos, tan sólo incineraciones que probablemente se hicieron en el exterior. De hecho, mientras aguardo mi turno para entrar al túmulo observo como un par de individuos manejan un georradar por la suave colina que dibuja su cúpula. Sabré más tarde que se trata de un equipo de científicos Irlandeses y Eslovacos, dirigidos por el doctor Conor Brady, arqueólogo del Instituto Tecnológico de Dundalk, quien sospecha que hay espacio en el montículo para albergar otras cámaras que pudieran contener los restos de venerables ancianos de la tribu, grandes guerreros o sacerdotes de la época. Pero a falta de un día para terminar la prospección... no se ha encontrado nada nuevo. Newgrange se niega a desvelar sus secretos -que no son pocos- pues además de su extraordinaria estructura, está rodeado de magníficas tallas en la roca (hasta 97) con símbolos inquietantes. ¿Un templo solar? Newgrange fue descubierto en 1699. Uno de los primeros estudiosos que penetró en su interior fue Edward Lhuyd quien dejó escrito que, “para entrar por primera vez tuvimos que arrastrarnos; pero a medida que avanzábamos, los pilares laterales iban siendo cada vez más altos, y al entrar en la cueva vimos que tenía unos 6 metros de altura. A cada lado había una especie de celda o compartimento; y otro más, exactamente frente a la entrada.” Una gigantesca piedra decorada con espirales dobles y triples que probablemente formaba parte del anillo exterior, custodiaba la entrada. Hoy, sin embargo, para evitar que los visitantes se vean obligados a trepar por ella, se han erigido a ambos lados unas escaleras que facilitan el acceso. Me llama la atención una especie de doble galería con tejadillo sobre la puerta. Sabré más tarde que en esta pieza radica otro de los misterios de Newgrange. Penetro por la galería que utilizó el galés Lhuyd y recorro agachado los más de 18 m. de longitud que conducen a la cúpula, rodeada de tres pequeñas cámaras revestidas de grandes piedras. En el alto techo abovedado, las piedras -cien o más- están perfectamente equilibradas y se mantienen en su sitio sin necesidad de argamasa. En cinco mil años sólo se han roto dos y no penetra ni una sola gota de lluvia. Esta perfección de diseño y ejecución demuestra que quienes construyeron Newgrange eran magníficos artesanos. Y sabemos por las pruebas de Carbono 14 que estos túmulos fueron construidos hacia el 3250 a.C., en otras palabras, son más antiguos que Stonehenge o las pirámides de Egipto. A continuación, Mary Gibbons, especialista en circuitos por el patrimonio que nos guía la visita, apaga las luces de la cámara. El silencio domina la estancia y, cuando la vista se acomoda, percibo un rayo de luz que recorre el suelo iluminando finalmente la llamada “cámara funeraria”. Un escalofrío recorre mi espalda. Este fenómeno tiene lugar el 21 de diciembre, el día más breve del año, el que marca el comienzo del año nuevo, cuando las fuerzas vitales empiezan a reanimar la tierra. Quizá la triple espiral tallada en una de las cámaras resuma las intenciones de los constructores de esta mal llamada “tumba”. ¿Simboliza esta espiral tendida al interior el viaje emprendido por los muertos, y la que señala el exterior el renacimiento? En ese caso, Newgrange es un templo solar y no un cementerio. Por mucho que hayan enterramientos en una catedral gótica a nadie se le ocurre pensar que es un cementerio, todos sabemos que se trata de un templo, ¿por qué no pensar lo mismo de Newgrange? La idea parece reforzada por la decoración exterior. Al caminar por el perímetro detecto numerosas piedras grabadas con espirales y otros dibujos geométricos que fueron considerados en el siglo XVIII “tallas bárbaras”. Sin embargo, el estudio de Martin Brennan -entre otros-, pone de manifiesto la correlación de muchos de estos símbolos con observaciones astronómicas y cosmológicas. En otras palabras: Newgrange se constituyó, entre otras cosas, en el mayor y más antiguo calendario solar del mundo. Los dioses venidos del cielo Pero, ¿quien lo construyó? Hasta la invasión celta -alrededor del 500 a. C.- el territorio estuvo ocupado por los Tuatha De Danann o, lo que es lo mismo: dioses venidos del cielo. Según la tradición llegaron a Irlanda el primero de mayo (fecha del Festival de Beltaine), montados sobre barcos voladores envueltos en nubes oscuras (¿humo?) y lucharon con los Fir Bolg, los Fir Domnann y los Galioin para converirse en los únicos señores de Irlanda. En opinión del escritor galo Louis Charpentier estos “primitivos pobladores” nos han legado topónimos alusivos a sus dioses, como Lug, el ingenioso, el constructor, el mago, que a menudo es simbolizado como una caldera donde cocinar pócimas que curan enfermos y resucitan a los muertos. Es el hijo de Lir o Leir (y aquí tenemos otro aspecto irlandés). Del mismo modo que Atenea posee una lechuza como representación, Lug o Lu tiene como animal al cuervo negro... y en Irlanda esta ave se prodiga de forma especial. San Patricio, patrón de Irlanda El mar protegió a los Irlandeses de la expansión romana y de las posteriores invasiones bárbaras. Cuando llegaron los cristianos, en las postrimerías del siglo IV, intentaron dar una nueva forma a la tierra de los paganos. Todos los condados tienen ruinas monásticas, y la edad de oro de la cristiandad en Irlanda, puede apreciarse en el neblinoso monasterio de San Kevin, en Glendalough, Condado de Wicklow, o en el conjunto paleocristiano de Clonmacnoise, a orillas del río Shannon. Antes de visitar el segundo hago una parada en la abadía de Slane. Se dice que San Patricio encendió aquí el primer fuego de Pascua en el año 433 para simbolizar la llegada del cristianismo a Irlanda. Mientras fotografío los restos del convento franciscano, arrasado por los vikingos, los normandos y las tropas de Cromwell, sale un mágico rayo de sol. Corro hasta el cementerio para sacar una foto a una de las cruces celtas que sincretizan las creencias cristianas con elementos paganos, como los tréboles, empleados por San Patricio para explicar el misterio de la Santísima Trinidad a los celtas que poblaban las islas. Clonmacnoise, la pradera de los hijos de Nós San Patricio, que ni siquiera era irlandés, es toda una institución en la isla y sus pasos me llevan a un enclave mágico, el conjunto paleocristiano de Clonmacnoise. Arribo al enclave desde Athlone, a primera hora de la mañana. El silencio lo envuelve todo, sólo es roto por el crepitar de las finas gotas de lluvia en mi chubasquero y el ocasional graznido de los cuervos. El ambiente posee cierto aire sobrenatural. El monasterio fue fundado por San Ciarán en el año 548. Al parecer, tuvo una visión y se decidió a construir un colegio en medio de Irlanda donde instruir a las gentes. Tardó años en hallar el lugar perfecto, en la encrucijada más importante del país, donde el río se bifurca y limita tres condados. Pero no pudo ver su obra terminada, murió a los siete meses de erigir la primera iglesia. Sus restos -según la tradición- reposan en una esquina de ese templo donde el agua que se encharca sirve para curar verrugas. El suelo del templo, además, posee un nivel más bajo a causa de que los agricultores locales han ido sacando arcilla durante siglos para proteger sus cosechas o el ganado. Y es que los irlandeses son muy supersticiosos. No es extraño, pues, que las enormes cruces de Clonmacnoise encierren claves paganas junto a símbolos cristianos. Un ejemplo de ello es la Cruz del Norte (expuesta en el Museo) donde puedes ver al dios Cernunnos sentado en postura budista. Merece prestar atención a la Cruz de las Escrituras y la Cruz del Sur, así como a la Catedral, erigida en el 909 y cuya puerta gótica contiene los relieves de San Francisco, San Patricio y Santo Domingo. La abadía del profeta Otro lugar singular y con aureola de misterio es la Mellifont abbey que se erige en Tullyalen, cerca de la localidad de Drogheda. Fue fundado en 1142 por San Malaquías de Armagh, el de las famosas profecías de los Papas. Se trata del primer monasterio cisterciense construido en Irlanda y su importancia radica en la torre octogonal de influencia templaria que -seguramente- deviene de la amistad que unía a Malaquías con el reformador del císter y propulsor de la caballería de Cristo, San Bernardo de Claraval. San Malaquías partió de este monasterio en dirección a Roma cuando predijo que “Irlanda caerá en manos de los ingleses y sufrirá persecuciones y calamidades de todo tipo durante ‘una semana de siglos’. Transcurrido este tiempo, será ‘liberada de sus opresores’, que sufrirán toda clase de castigos terribles, y entonces Irlanda desempeñará un papel prioritario en la conversión de Inglaterra al catolicismo.” Resulta significativo que san Malaquías falleciera siglos antes de que surgiera el anglicanismo e Inglaterra lo asumiera. ¿Cosa de Dios o del Diablo? De regreso a Athlone me detengo en un margen de la N51 para contemplar el cementerio de Donaghmore que posee una llamativa torre cilíndrica, como las que había visto en Clonmacnoise. No se sabe muy bien para qué servían; refugio, campanario, reliquiario... hay para todos los gustos. Y es que Irlanda sigue encerrando notables misterios, de los orígenes hasta el fin del mundo, y fantasmas, como los del palacio Belvedere... pero esa es otra historia |
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Reportaje publicado en nuestra edición número 33, de Junio 2012. http://www.los32rumbos.com Todos los derechos reservados. |
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