Voy camino del castillo de Montségur. Cuando cruzo la frontera y me interno en la región del Languedoc me da la bienvenida un cartel que reza: “
Le Pays Cathare, sites, châteaux, cités médiévales”. Su logotipo es una especie disco medio oculto que sugiere el dualismo luz-oscuridad de la fe cátara, una suerte yin-yang. No puedo evitar pensar en la perversión que representa este símbolo pues, en el fondo, las oficinas de turismo y las cámaras de comercio están fomentando con su uso una fe que resultó aniquilada hace más de siete siglos, una fe que, curiosamente, no dejó capillas visibles ni monumentos y que sin embargo sigue estando latente hoy, en este país laico, como durante la Edad Media. Sí, los cátaros o, para ser más precisos, los neocátaros resurgen de sus cenizas cual ave fénix en este bello departamento del sur de Francia, y ése es el motivo que me lleva a Montségur, una fortaleza que constituye el símbolo de la resistencia de los herejes, donde la bella sacerdotisa Esclarmonde, madrina de toda una generación de perfectas, guardaba el tesoro y los textos cátaros. Una inspiradora guerrera que, como Juana de Arco, se transformó en mártir al ser pasto de las llamas.
La herejía cátara
Y es que Inocencio III proclamó una cruzada contra los cátaros en 1209, una guerra “santa” que costó la vida de miles de personas y que protagonizó episodios de extrema violencia, como la matanza de Béziers que enfrentó a las fuerzas reunidas por Simón de Montfort contra parte de la nobleza de Tolosa, encabezada por el conde Ramón VI y la familia Trencavel. Sus habitantes, de todas las confesiones, se refugiaron en la iglesia de la Magdalena presas del terror y es entonces cuando Montfort formuló una pregunta al legado papal que dejaría una de esas lapidarias frases para la historia: ¿Cómo diferenciar a los creyentes de los herejes? Y Amalric contestó: “Matadlos a todos, Dios reconocerá a los suyos.” Entre siete y ocho mil personas murieron en Béziers… Después el ejército siguió su avance hacia Perpiñán, Narbona, Carcassonne y Toulouse dejando a su paso un rastro de sangre y muerte.
¿Qué hicieron los cátaros para ser el centro de tanto odio inquisitorial?
En realidad, pensar de forma distinta a lo establecido en la Edad Media. A parte de los preceptos ya conocidos de que el mundo fue creado por Satán (al que los herejes relacionaban con Yaveh, el Dios del Antiguo Testamento) y de su creencia en la reencarnación, los cátaros negaban la eficacia de los sacramentos católicos y excluían de su liturgia el bautismo, la eucaristía y el matrimonio. De hecho, el catarismo puede considerarse un precursor de los enlaces civiles. Y es que hay que explicar que sólo los perfectos guardaban celibato, eran vegetarianos y rechazaban la violencia, sino ¿cómo es posible que el Languedoc se convirtiera en una de las zonas más pobladas de Europa, si se exigía la absoluta castidad de sus habitantes?
Se asume que la actitud cátara ante el matrimonio y el sexo fue una de las razones más poderosas por las que los cátaros fueron considerados con verdadero horror por parte de los sacerdotes católicos. También contribuyó sobremanera, que el sacerdotado cátaro reclutara indistintamente hombres y mujeres pudiéndose convertir en perfectos, el equivalente a los obispos católicos.
Todas estas circunstancias llevaron a pensar que la Iglesia estaba a punto de naufragar. La curia veía señales de un inminente fin de los tiempos. El asesinato del legado papal Pière de Castelnau a manos de un escudero de Raimundo VI de Tolosa, en enero de 1208, fue la gota que colmó el vaso. La suerte estaba echada. La persecución fue implacable.
El Castillo de Montségur
El icono de la resistencia cátara es Montségur. La fortaleza se erige en la cima de un pico inexpugnable, a más de 1.207 metros de altura. A finales de 1230 este castillo se había convertido no sólo en refugio, sino también en el principal centro administrativo de los cátaros.
Durante el mes de mayo de 1243 seis mil hombres tomaron posiciones en la base del pog (pico). La relación de fuerzas era, a todas luces, absurda pues la guarnición defensiva apenas estaba formada por 150 efectivos. Pese a todo, el asedio duró diez meses.
Coincidiendo con la fiesta primaveral de Manes (ironía del destino, seguramente), el miércoles dos de marzo de 1244, el jefe de la guarnición Pierre Roger de Mirepoix negoció con Hughes des Arcís, el senescal de Carcassonne y Pierre Amiel, arzobispo de Narbona, la rendición de Montségur… en el plazo de dos semanas.
¿Para qué necesitaban ese tiempo los cátaros allí asediados? Lo lógico sería pensar que los perfectos querían preparar a los croyants para la muerte. Pero si pensaban entregar la fortaleza, ¿por qué no hacerlo antes? La leyenda asegura que el conde de Mirepoix dispuso que cuatro perfectos descendieran con cuerdas desde las murallas del lado norte del castillo para poner a salvo el tesoro cátaro… ése en el que algunos imaginativos autores han querido incluir el Grial. Pero, ¿qué sentido tiene conservar el cáliz sagrado para una fe que no construía iglesias, que rechazaba los sacramentos y no se interesaba por las reliquias? Es evidente que el tesoro tenía que ser otra “cosa”, pero ¿qué?
En opinión del especialista Artur Guirdham, el tesoro tuvo que haber estado compuesto en parte por dinero, pues, como cualquier otra organización, no habrían podido funcionar sin él y ciertos manuscritos raros. Puede que incluyeran alguno de los evangelios perdidos. Es una creencia bastante extendida que los cátaros poseían una versión especial del Evangelio de San Juan que algunos confunden con La Cene Secrète que, en realidad, es una conversación imaginaria en la que Cristo ilustra a su Apóstol amado acerca de la verdadera naturaleza de su misión. En cualquier caso, el rastro del “tesoro” se perdió en las cuevas del alto Ariège. La posesión de esos documentos legitimaría, sin ninguna duda, la continuidad de los ideales cátaros.
Como fuere, en la mañana del 16 de marzo de 1243 el propietario de Montségur, Raymond de Pereille y su yerno, Pierre Roger de Mirepoix entregaron las llaves al arzobispo y el senescal de Carcassonne y tomaron posesión del castillo. Poco después, 225 cátaros que se negaron a abjurar de sus creencias caminaron entonando cánticos hasta el pla dels cremats, situado al pie de la montaña, para ser quemados en la hoguera. El icono de la resistencia cátara había caído.
El último perfecto
Se cree popularmente que la rendición de Montségur supuso el fin de la herejía… y no es verdad. Es más, yo diría que vivió su veranillo de San Martín en los territorios de la corona de Aragón, durante cerca de ochenta años, antes de su “definitivo” exterminio. Me explicaré.
La persecución inquisitorial llevó al exilio a la mayoría de los cátaros. Muchos llegaron a Italia, a la región de Lombardía, otros cruzaron los Pirineos y hallaron refugio en tierras catalano-aragonesas. Pero, en los albores del nuevo siglo XIII la Iglesia bajó la guardia y, aprovechando la gran circulación de personas que peregrinaban a Roma, con motivo del año santo, un grupo de perfectos, entre los que se encuentran dos hermanos, Guillermo y Pedro Autier, regresan al condado de Foix y consiguen formar un nutrido grupo de nuevos cátaros, eran fundamentalmente antiguos creyentes que habían permanecido ocultos en la región. No tardarían en ser detectados y puestos a disposición del Santo Oficio. Tras quemar en la hoguera a los Autier se producen más detenciones, entre ellas la de un joven de treinta años que está llamado a ser el último perfecto cátaro: Guillaume Bélibaste. Corría el año 1309.
Este curioso personaje procedía de una familia hacendada de Corbiéres. Ejerció de pastor y recorrió con sus rebaños la meseta que domina el valle del río Aude. Pero en otoño de 1306 cambiaría su vida para siempre. En el transcurso de una reyerta, Bélibaste mató a palos a otro pastor. Pronto corrió la voz del asesinato y tuvo que huir acompañándose de uno de sus hermanos, buscado por la Inquisición. Así las cosas, los dos fugitivos se toparon en las montañas con los perfectos de Autier y abrazaron la fe cátara.
Las profecías cátaras
El incombustible Bélibaste logró fugarse de la prisión de Carcassone y se estableció temporalmente en Cataluña, con el falso nombre de Pere Peutiner. Después cambió de residencia, primero a Lleida, y finalmente a Morella, en el Maestrazgo. Desde allí nos legó varias profecías: “Los pueblos se alzarán contra los pueblos, los reinos contra los reinos, y será la guerra de todos contra todos…”
Esta predicción formulada en 1314 por Bélibaste, muy bien podría referirse a nuestro tiempo. En efecto, el 2012 es un año de escatología, milenarismo y apocalipsis que gravita en torno al fin del calendario maya pero, al contrario que éste, las profecías cátaras hablan de esperanza, del renacimiento de aquella fe considerada herética para la Iglesia; “vendrá un rey de la raza de los reyes de Aragón que dará de comer a su caballo sobre el altar de Roma. La Iglesia romana será rebajada y la Iglesia cátara exaltada, y sus ministros honrados en todas partes”…
Bélibaste predicaba de manera conmovedora acerca de no rendirse nunca al pecado de la desesperación, de la necesidad de amarse los unos a los otros, de cómo el buen Dios nos esperaba a todos más allá. Lo hacía desde Morella, una población cercana al delta del río Ebro, ya en la provincia de Castellón. Poco después se trasladaría a la vecina localidad de San Mateo donde conocerá a Arnaud Sicre, un hombre que ganará su confianza y que, a la postre, le traicionará.
En efecto, en la primavera de 1321, Sicre le convence para viajar a la Cerdaña so pretexto de ofrecer el consolament a una hermana y una tía muy interesadas en aprender las creencias cátaras. La tía era ya anciana y estaba enferma, por lo que la posibilidad de ir hasta Morella era muy remota. Bélibaste picó el anzuelo y las autoridades del condado de Foix le apresaron. La noticia de su captura corrió como la pólvora y los fieles de Sant Mateu y Morella se dispersaron por los cuatro vientos para vivir como proscritos el resto de sus vidas. El perfecto más peculiar de la historia cátara fue condenado a la hoguera en Villerouge-Termenés, un pueblo situado en el corazón de la región que le vio nacer: Corbiéres
El laurel florecerá
Asegura la leyenda que las últimas palabras de Bélibaste en 1323 fueron: “Al cap de 700 ans lo laurel verdejera”
Una frase que en occitano significa que dentro de 700 años reverdecerá el laurel.
Para los cátaros, el laurel era un símbolo sagrado del puro amor. Cuando los inquisidores les ejecutaban, los mártires decían: “El laurel se ha marchitado. El puro amor se apaga…” de ahí que esta frase de último perfecto haya generado expectación, generado investigaciones y polémicas.
En puridad, hay discrepancias sobre quien formuló la predicción. Hay quien la atribuye a Guilhabert de Castres, uno de los perfectos ejecutados el 16 de marzo de 1244 en Montségur. Otros la relacionan con un trobador del siglo XIII que, en uno de sus poemas, manifiesta que el laurel reverdece cada 700 años y, finalmente, los que otorgan credibilidad a Bélibaste aunque no haya consenso acerca de si fue durante su detención en 1321 o en su ejecución dos años más tarde. En ninguno de los casos figura en los Registros de la Inquisición de Jacques Fournier, el inquisidor que le condenó. La cita más antigua se halla en “Histoire et doctrine des cathares ou albigeois” un libro de Rene Nelli editado en 1964.
En mi modesta opinión, puede que los trovadores medievales del vizconde de Trencavel y que se reunieron en el castillo de Puivert, que se erige en una suave colina de Quercorb perpetuaran el mito del resurgimiento del laurel al cantar pasajes de La cene Secrète. En este documento se puede leer que “Satanás reinará en este mundo durante siete días” y Juan pregunta ¿Cuál será este siglo (esta duración de siete siglos?) y Jesús responde: “Desde el momento en que el Diablo fue expulsado de la gloria del Padre (…)”
Varios años se postulan pues para el cumplimiento de la profecía: marzo de 1944 si la atribuimos a los cátaros de Montségur o, entre 2021 y 2023, si se la otorgamos a Bélibaste.
El retorno de los cátaros
Cuando llego a Montségur quedo impresionado. No tanto por la arquitectura del edificio sino por la complejidad de la ascensión. Una vez consigo entrar en el patio, que no tiene más de 700 metros cuadrados me sobrecoge pensar cómo pudieron sobrevivir aquí hacinados durante diez meses cerca de quinientas personas. Subo las escaleras que me llevan a la parte superior de las murallas y el vértigo hace acto de aparición. Con todo vale la pena. Desde lo alto diviso un monte peculiar: Le Bugarach, la montaña más alta de la región vinícola de Corbières. A sus pies se extiende una aldea donde, hasta hace poco, vivían tranquilas 189 personas. Pero el rumor de que éste va a ser un lugar de salvación para el Apocalipsis que se avecina en diciembre de 2012 ha disparado el número de visitantes ¡hasta 10.000! según me explica su alcalde Jean-Pierre Delord. Unos creen que esta montaña que sirvió de inspiración a Julio Verne para su mítico “Viaje al Centro de la Tierra” esconde una base extraterrestre, otros piensan que se trata de un lugar sagrado del catarismo. Es aquí donde tomo conciencia de la potencia de los grupos new age de los nuevos cátaros, disfrazados bajo asociaciones de estudios, que esperan reverdecer el laurel en breve. Es así como oigo por primera vez el nombre de Juan del Grial.
Vive en la Costa Brava catalana, muy cerca del impresionante monasterio de Sant Pere de Rodas. A poca distancia de este cenobio se erigen, precisamente, las ruinas del castillo de San Salvador de Verdera que –aseguran- es cátaro. En esta zona del Empordà se han concentrado numerosos ciudadanos de origen ruso… porque el nuevo profeta cátaro nació en Rusia en 1946. Eran tiempos de represalias políticas y su padre Jacob, por una falsa denuncia fue encarcelado en uno de los temidos gulags de Stalin. En la celda, un anciano de Solovkí le profetizó que "Con la ayuda de Dios serás liberado de prisión y engendrarás un hijo que se convertirá en profeta y ayudará a vencer al gulag, abriendo a la humanidad un nuevo camino hacia la salvación”.
Y, milagrosamente Jacob fue liberado y, al cabo de un año, nacía su hijo que se protege bajo el sobrenombre de Juan de San Grial porque, según explican, “el KGB y los comunistas empezaron a perseguir al ungido.” (sic). Y es que, de los nuevos cátaros, profetiza este asombroso personaje, “nacerá la nueva democracia, comenzará el gran movimiento de los humanistas, la cultura única, y en realidad la nueva civilización del puro amor.”
Puede que se trate de una secta más, también lo fueron los cátaros en su tiempo. En cualquier caso, tal como escribía Jean Cluade Genel, el corazón de los occitanos late más deprisa cuando escucha la palabra “cátaro” y parece que se aproxima el tiempo en el que el laurel reverdecerá. Habrá que estar atentos al 2023.