Un viaje es como el matrimonio. Uno se equivoca si piensa que tiene todo controlado. John Steinbeck
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Escapadas / Portugal
Portugal
Castillos de frontera

Las grandes batallas son las que finalmente se quedan en la memoria, los grandes nombres son los que aparecen en los libros y un país tan cercanocomo Portugal tiene mucho de todo esto. La valentía de un población que quiso ser siempre independiente, se ve ahora colmada por el recuerdo de aquellos castillos que majestuosamente se alzan al cielo, plantando cara al recuerdo de un pasado lleno de orgullo en un Portugal que con fuerza mira a su pasado.

Texto: Patricia Hervías Fotos: Josep Guijarro


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febrero 2010 1 Comentarios

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Come
nzaba a hacerse de noche cuando con presteza comencé a caminar rumbo al castillo de Monsanto. Las empinadas y calles del pueblo se convertían en una suerte de laberinto para mis sentidos de modo que, al llegar a una bifurcación pregunté a un lugareño qué camino debía tomar para subir a la fortaleza. Con una sonrisa en el rostro -no exenta de cierta maldad- me envió por el de la izquierda. Pronto descubriría porque. La dura senda que me esperaba discurría por un bellísimo paisaje en bola, típico de la zona del Alentejo, constituido por piedras de forma redondeada, que serpenteaba por un estrecho camino de tierra entre piedras, ramas y difíciles pasos. Después de casi más de quince minutos caminando sin descanso y con los cuádriceps doloridos, divisé parte de lo que llamaron el “Pueblo más portugués”. El bello castillo de Monsanto se elevaba en todo su esplendor mientras el viento le castigaba, y de paso a mi también, azotando con fuerza con las últimas luces del ocaso.
Mirando el horizonte, a mis pies se extendía el pueblo bajo el yugo de las graníticas piedras que parece pueden caer en cualquier momento. Desde esta posición privilegiada pensé que la leyenda que contaban sobre el enclave, que se recrea con flores cada primero de mayo, tal vez pudo salvarles de una horrorosa caída a manos del enemigo. Cuentan los más viejos que, cuando la ciudad estaba sitiada, sólo les quedaba una vaca y muchos higos. Decidieron dárlelos de comer y, después de cebarla con este manjar, la lanzaron más allá de las murallas haciendo creer al enemigo que tenían comida para mucho tiempo. Así fue como, desconcertados los sitiadores abandonaron el lugar a riesgo de permanecermucho más tiempo. Se dice que “quién conquista Monsanto, conquista el mundo”.
Son casi mil metros los que separan la fortaleza del nivel del mar. Y, a sólo 140 kilómetros de Cáceres por lo que los castillos, como el de Monsanto, son denominados de frontera.

Castillos de frontera
Estas construcciones forman parte de la historia de defensa y lucha de Portugal, de un país legendario y de un rey, Don Dinis I, o Dionisio I. Este monarca juró proteger los intereses de la iglesia en su país entre los siglos XII y XIV. Y por ese motivo garantizó el asilo de los caballeros templarios perseguidos en Francia creando la Orden de Cristo, para ser la continuación de la mítica Orden del Temple.
Con la Reconquista terminada y el país libre de la ocupación musulmana, Dionisio se convirtió en un rey básicamente administrativo y no militar. Sin embargo, mantuvo una breve contienda con Castilla por las posesiones de Serpa y Moura. Después, Dionisio evitó la guerra: fue un amante de la paz durante un periodo especialmente tormentoso de la historia de Europa. Firmó un pacto de fronteras (el Tratado de Alcañices en el siglo XIII) con el rey Fernando IV de Castilla que ha permanecido hasta nuestros días. Un pacto que hoy puede ser visible por una serie de castillos fronterizos que rememoran su historia más valiente, protegiendo sus pueblos de la posible invasión española. La mayoría de ellos pasaron, a lo largo de tiempo, a manos de la Orden de Temple, y dada su importante situación estratégica más tarde se llenaron de soldados.

Cerca de las nubes
Mi camino no comenzó exactamente en aquel bello lugar, sino que a través de varios días tuve la oportunidad de conocer el fabuloso patrimonio que se encuentra tan cerca de “casa”.
Aquella primera mañana, el sol acompañó mi llegada al pequeño pueblo de Linhares da Beira, cerca del río Mondego y en las faldas de la Serra da Estrela. Ese magnífico castillo defensivo se levanta sobre un enorme teodolito de granito. Y aunque no se tiene constancia de la existencia de la fortaleza hasta el reinado de Sancho I, a finales del siglo XII, su configuración y aspecto durante esa época se desconocen hoy día. Pero lo que sí se sabe, mediante la Picota, de estilo Manuelino, que se encuentra en el pueblo, es que se trataba de una villa y no aldea en la que se podía, gracias a un decreto del Rey, administrar justicia penal y civil.
Curiosidades no faltan a lo largo de este histórico viaje, que nos hacen pensar que quizás algunas leyendas tratan de explicar cosas que ya nadie sabe porque ocurrieron. Como pasa en el caso del pueblo de Castelo Mendo. Allí, la entrada a la pequeña población, la franquean dos corderos de la Edad de Hierro, dicen celtas. Estos animales carecen de rostro, y se cuenta que las cabras nunca querían pasar por la puerta hacia el pueblo, ya que esas cabezas les asustaban. Por ello, alguien, un día decidió quitársela para que así el ganado pasara sin temor hacia el interior. Cierto es que su pequeña forma no puede asustar a nadie, pero para gustos…
Tras esa puerta custodiada, se encuentra una pequeña villa amurallada, cercana a Salamanca, con seis postas medievales. Aunque la curiosa iglesia, que se encuentra casi en un descampado en lo alto del mismo, a pesar de estar semi-derruida tiene un extraño atractivo que embelesa al contemplar los inmensos horizontes bañados en sol y verde, que se extienden en la lejanía.
La llamada zona del alto Alentejo está plagada de rincones de arquitectura recia. Lugares en los que las batallas aun retruenan en los recuerdos lejanos de la historia y que se complementan con exquisitas arquitecturas como las de Almeida. Ciudad que se convirtió en parte defensiva importante contra Castilla, su fortaleza fue restaurada en el siglo XIV por Vauban, ingeniero militar de Luis XIV, que usó una extraordinaria forma de constructiva llamada “técnica del hexágono”. Así creó una fortaleza con planta de estrella de doce puntas que consta de un perímetro de dos kilómetros y medio, en el que las tropas paseaban vigilando sus puestos. Aunque adentrándose en sus calles, la tranquilidad y el sosiego, son los principales valores de un pueblo cuya estructura sirvió de defensa y ahora, quién sabe, de refugió de paz.

Rincones judíos
Curiosa, continúo mi camino para conocer todos aquellos pueblos que, de una manera u otra, se amarran al pasado tanto portugués como español, a través del antiguo territorio conocido como Castilla. Lusitania comprendía un gran reto para la Corona Castellana, algo que nunca llegó a concretarse y que muchos de los expulsados de nuestro país se marcharon a vivir a estas fuertes fronteras. Tal como ocurrió con los Caballeros Templarios o con los judíos. Estos ultimos crearon en el pueblo de Belmonte una curiosa comunidad. Situado en el Monte da Esperança, en el valle de Cova da Beira, se encuentra una de las comunidades de judíos más grande de toda la zona, escapando de la Inquisición en el siglo XIII y finalizando todo este proceso en la construcción de una sinagoga en el siglo XX, tanto es así que Israel la considera “hermana”. Es una cultura aparte, considerada como una comunidad criptojudaica que ha creado su propia cultura paralela a las demás. Esta pedanía es conocida, a su vez, por ser “madre” de Pedro Álvares Cabral, el descubridor de Brasil. Su castillo, parte defensiva del Alto Côa, hoy en día mantiene alguno de sus elementos decorativos originales en la puerta de entrada, pero lo más curioso es su uso actual. En el interior del mismo, y sin techo, se ha construido un anfiteatro donde tienen lugar los actos culturales, en un entorno que eleva las posibilidades a su máxima expresión, entre los muros de una fortaleza propiedad de la familia Cabral hasta finales del siglo XVII, cuando un incendió lo destrozo. Desde su ubicación, el pueblo y sus alrededores podían ser vigilados sin problemas. Sus calles blancas, sus árboles en flor, las pequeñas plazas que dan paso al intrincado barrio judío y los museos que recuerdan su historia, dan paso a otras realidades.

Seguimos en las alturas
Algunos lugares, dadas sus localizaciones, constituyen un atractivo singular. Si no, miremos el pueblo de Marvão, cuyo sobre nombre es “el nido de las águilas”.
Levantado a más de ochocientos metros sobre el nivel del mar en una de las cumbres de la sierra de São Mamede, esta villa medieval se encuentra a sólo seis kilómetros de la frontera española.
Blanca, empedrada e irregular, se encuentra protegida por una gran línea de murallas. Escondiendo en su interior casas enrejadas de hierro forjado, que ya los árabes fundaron. Pero fue ya en el siglo XIII, cuando Don Dinis, hizo construir aquel castillo que defendió, de nuevo como los otros puestos, la zona más septentrional del Alentejo portugués. Con unas defensas que llegan a confundirse con la roca granítica, las murallas que dan al lado español fueron proyectadas en tres fases. Tres recintos que podrían frenar las incursiones desde ese lado. Su gran tamaño lo hace perfecto para construir casi una pequeña ciudad en la que podemos encontrar hasta una cisterna que recoge agua, en la que la luz entra gracias a tres claraboyas abiertas en la bóveda. Pero el pueblo al entero, aparte de la fortaleza, tiene rincones que enamoran e invitan al recuerdo. Mi llegada fue temprana, y allá el olor a pan recién hecho inundaba mi pituitaria. Casi como una serpiente siguiendo los compases de la flauta hipnótica, seguí camino hasta llegar a la tahona, donde Joaquína, con su sonrisa, acababa de terminar de hacer todo el pan. Desde la seis de la mañana llevaba trabajando, para aquellos que, como yo, se sentían tentados a la hora de desayunar un pan caliente. Es imprescindible visitar a la entrada del pueblo, fuera de las murallas, el convento gótico de Nossa Senhora da Estrela.

Acueducto portugués
Y llegamos a la parte más cercana a España, el pueblo de Elvas. Allí se levantan varias fortalezas que representaron el baluarte defensivo por excelencia. Es una ciudad, gran ciudad, construida dentro de sus murallas, dentro de las diferentes guerras que asolaron el país, tanto el Fuerte de Santa Lucia y el Fuerte de Gracia formaron una línea defensiva de primer orden. Aunque no las únicas ya que existían cuatro fortines más. El lugar cuenta con un bello castillo medieval que se levanta en la cota más elevada del terreno, en un bello paraje desde donde si se agudiza sólo un poco la vista, Badajoz está frente a nosotros. Cierto es que, aunque curioso es su construcción defensiva, la ciudad es más conocida por el Acueducto de Amoreira, hoy aun en uso, construido bajo los diseños de Francisco de Arruda entre 1498 y 1622. Simplemente impresionante. Que nos hace terminar nuestro camino, en la bella ciudad de Vila Viçosa en el que la luz del crepçusculo me obsequia con una inolvidable vista del Palacio Ducal de Vila Viçosa que fue durante siglos la sede de la Casa de Braganza, una familia noble importante fundada en el siglo XV que se convirtió en la Casa Reinante de Portugal. Este hermoso palacio, tiene una pequeña peculiaridad, aparte de estar construido enteramente de mármol de las canteras que se encuentran a su alrededor, el cual muchas veces es vendido como si fuera de Carrara, tiene las dos última filas de ventanas de la izquierda falsas. Sólo para que la estética no fuera rota por una fea visión de la falta de esas ventanas. Impresionante el trabajo realizado por la casa de Braganza, sin contar con el castillo realizado según la concepción de Leonardo Da Vinci.
Posiblemente, bueno, no, seguro que me he dejado lugares hermosos por recorrer, por hablar y sobre todo, por disfrutar. Pero en este caso, aquellos sitios seguramente nos estén esperando con los brazos abiertos en un país que se hace querer.
GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar

En avión desde Madrid o Barcelona hay vuelos de TAP que nos dejan en Oporto o Lisboa, dependiendo de cómo queramos realizar el recorrido. Luego, lo mejor es poder alquilar un vehículo y disfrutar del recorrido.

Dónde dormir

Hospedaria del Convento de Santa María
Un hermoso lugar, donde sus dueños, que habitan en el mismo lugar, le harán sentir como un habitante más de la casa. Con una excelente cocina, habitaciones con todos los servicios y una piscina para el verano. En Figueira Castelo Rodrigo
Telf: +351 271 311 819
geral@hospedariadoconvento.pt

Albergaria O poejo Boutique hotel
Un moderno hotel con todas las comodidades para disfrutar de unos días tranquilos. Ofrecen todo tipo de actividades para que los días se hagan mucho más llevaderos. Las habitaciones cuentan todas con todas las necesidades. En Santo António das Areias, Marvão
Telf: +351 245 992 640
mail: opoejo@ptnetbiz.pt

Dónde comer

Tomba Lobo
Un restaurante basado en una mezcla exacta de tradición y modernidad. Productos regionales de primera calidad convierten al Tomba Lobos en un referente inmediato de la cocina regional alentejana. Comidas típicamente alentejanas con un toque moderno, que dará gusto a todos los comensales. Situado en Porto Alegre, barrio de Pedra Basta.
Teléfono: +351 245 33 12 14

Pousada de Belmonte
El restaurante de la Posada ofrece comida regional incluyendo huevos revueltos con morcilla, bacalao al grill en aceite de oliva, estofado de cabrito con pan y puré de huevo del lugar. Este lugar ha sabido mantener el patrimonio del Monasterio incluyendo su arquitectura. La capilla y la sacristía han sido simpáticamente reconvertidas en salón y bar.
Telf. +351 275 910 300

Más información

Más información
www.visitportugal.com


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COMENTARIOS

Una ruta cargada de historia y encanto, por un momento me he transportado hasta allí. Saludos M.Eugenia

Dejado por: Intentando recorrer el mundo
Publicado el 05/02/2010


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