Un viaje es como el matrimonio. Uno se equivoca si piensa que tiene todo controlado. John Steinbeck
Falta
Escapadas / Bosnia y Herzegovina
Mostar
Puente y aparte

Su nombre procede de la unión de most (puente) y stari (antiguo), en honor al emblemático puente que comunica las dos partes de la ciudad dividida por las aguas del río Neretva. Croatas, serbios, turcos, musulmanes o cristianos vivieron en paz hasta la guerra de los Balcanes, un conflicto que llenó de heridas una de las ciudades más hermosas de Bonia-Herzegovina.

Texto y fotos: Josep Guijarro


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diciembre 2010 0 Comentarios

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El t
urismo y la guerra deberían ser términos antagónicos, dos opuestos en la actividad cultural: uno es paradigma del acuerdo internacional, el otro escenifica el desacuerdo. Las dos palabras, sin embargo, son capaces de interseccionar en ocasiones, y un ejemplo evidente de este binomio turismo-guerra lo constituye Bosnia-Herzegovina.
Mostar es una de las ciudades más importantes de este joven país y uno de los símbolos del conflicto que enfrentó hace más de una década a musulmanes, croatas y serbo-bosnios, en una cruenta guerra civil que cubrió de sangre y destrucción la mayor parte de la región.
Bosnia ha querido sacarle partido a la guerra para ofrecer a los turistas no sólo objetos relacionados con ella, sino que ha dejado en pie numerosos edificios destruidos durante el conflicto bélico para hacer que nunca se olvide todo lo que aconteció en muchas de sus ciudades.
Como muchos otros turistas que visitan la región, atravesé la frontera desde Croacia por la E65, una carretera que discurre paralela a la costa y que nos regala generosos paisajes y colores, abundantes criaderos de ostras, y calitas de incomparable belleza. En el reparto de territorios tras la guerra, Bosnia-Herzegovina sólo pudo obtener 11 Km. de costa. Frente a éstos, además, se extiende la península croata de Peljesac que luce en sus laderas una gigantesca pintura del escudo croata con sus característicos cuadros rojo y blancos de su divisa. Supongo que para que no olviden donde están y quienes son sus vecinos. Después circunvalaría Neum y llegaría a Metkcovic para internarme en la E73, la carretera que conduce a Mostar. Durante el trayecto me sorprende ver los carteles informativos en cirílico, la mayoría de ellos tachados con pintura negra. Parece que las gentes de estas tierras ni perdonan ni olvidan. Las diferencias siguen a flor de piel, como lo demuestra la variedad de banderas diferentes que ondean en las casas; unas con los ya mencionados cuadros rojos y blancos y, en las otras, el azul y el amarillo de Bosnia. Por otra parte, en muchos de los pequeños pueblos que atravieso son todavía visibles las heridas de la guerra: Fachadas acribilladas a balas y obuses, con sus techos hundidos, con las puertas quemadas... desolador. Este panorama me acompaña hasta la mismísima ciudad de los puentes. En efecto, Mostar está dividida en dos por el río Neretva que, con sus sinuosos meandros, pasea por entre las calles salpicadas de minaretes y puentes.

La ciudad de los puentes
Y es que, al igual que Sarajevo, esta localidad fue uno de los lugares culturalmente más destacados de la Europa otomana. Los turcos crearon aquí preciosas mezquitas otorgando un toque muy especial a sus calles y edificios, principalmente a lo que se conoce como Kujundziluk, que actualmente es el corazón musulmán de la ciudad bosnia.
Detengo el vehículo junto al centro histórico, al lado de un cementerio musulmán rodeado de edificios sin ventanas y fachadas que presentan heridas profundas en su superficie. Desde allí me interno a pie hasta el centro histórico, que luce bonitas y limpias calles empedradas, salpicadas de numerosos puestos de souvenirs para los turistas y que ayudan a mantener el aspecto de un zoco de estética árabe; mucha artesanía, mezcla de olores, como el pan y los dulces típicos recién horneados, y unas espectaculares vistas del río Neretva serpenteando casas y pequeñas cascadas entre sus puentes de ensueño terminan por conquistarme. Entre ellos destaca uno en particular: El Stari Most (puente antiguo, en serbio) que fue mandado construir en el año 1566 por el Sultán de Estambul al arquitecto Mimar Harjrudin, discípulo de Sinán y reponsable de los principales monumentos del Imperio Otomano, tales como la Mezquita Azul o la de Suleymán el Magnífico. Tradicionalmente, ha simbolizado un puente entre culturas ya que, sus treinta metros de longitud y cuatro de anchura, eran un lugar de paso entre el este y el oeste de la ciudad (la católica y la islámica). El puente está flanqueado por dos bellas torres de aspecto medieval: la Halebija, en la orilla derecha, y la Tara, que data del siglo XVII, en la orilla izquierda. Ambas simbolizan la unión entre Oriente y Occidente.
Durante la guerra, los bosnios trataron de protegerlo con neumáticos, llegaron a crear –incluso- un techo provisional con placas de metal y alfombras. Todo valía con tal de preservar un legado con siglos de historia que, por otra parte, era el único paso que llevaba a la única fuente de la ciudad. Finalmente, el 9 de noviembre de 1993, casi un año después de que comenzara la guerra, las fuerzas croatas lograron echarlo abajo. Y, seguramente, no con una finalidad militar. Ésta no fue una voladura más. La del Stari Most suponía la destrucción de uno de los principales símbolos de Bosnia. Por este motivo, cuando en 1995 llegó la paz, se iniciaron los trabajos de reconstrucción en colaboración con la UNESCO y otras organizaciones que velan por el rescate del Patrimonio de la Humanidad. Los trabajos se prolongaron casi una década ya que se utilizaron los métodos constructivos de la antigüedad para que quedara como el original. Por fin, el 23 de julio de 2004 se reinauguró este símbolo de la paz y la reconciliación nacional en Bosnia Herzegovina.

Las heridas de la guerra
Ahora contemplo desde sus veinte metros de altura el paisaje que me circunda; las altas montañas que rodean Mostar, las pequeñas cascadas que siguen el curso del Neretva, los minaretes que se erigen desafiantes hasta el cielo y las casas que, lentamente, van restaurándose más de una década después de aquella guerra inefable que ahora puedes entender mejor visitando el espectacular museo situado cerca del puente.
Una experiencia conmovedora en este sentido es caminar por el Bulevar Revolucije, donde estaba establecida la primera línea de combate. Para llegar hasta aquí hay que cruzar el Puente Musala (o Puente de Tito) y dejar atrás la Escuela de Música, el Club Café Banja y el derruido Hotel Neretva. En 1993 se escenificaba aquí la división de la ciudad, con los croatas en el occidente y los musulmanes en la parte oriental. Era la “primera línea de fuego” por lo que la devastación aquí fue total. Pasear por la calle Mariscal Tito supone ver edificios con más de un siglo de antigüedad reducidos a una fachada. Sobrecoge aún más si piensas en el tiempo que ha transcurrido desde la contienda. ¿Cómo debió ser aquello durante la mal llamada guerra de los Balcanes?
Es un recorrido surrealista que nos ayuda a tomar conciencia de la crueldad de la guerra y donde podrás encontrar edificios bombardeados hasta convertirse en esqueletos de hormigón, ladrillo, madera y hierro. Otra cosa chocante es comprobar la existencia de tiendas en la ciudad que, sorprendentemente, ofrecen granadas, obuses, banderas y otros souvenirs bélicos de aquel periodo por un puñado de euros. Todo un culto al morbo.
Por cierto que, a escasos diez minutos a pie del emblemático puente antiguo se halla la plaza de España donde se erige un monumento con los nombres de los soldados españoles caídos durante el conflicto.

Riqueza arquitectónica
Con todo, Mostar posee otros atractivos ajenos a la guerra o sus efectos. Vale la pena dejarse caer por la Casa Muslibegovic, construida hace tres siglos y que constituye uno de los más preciosas tesoros arquitectónicos de la pequeña ciudad. Los expertos consideran que se trata de la casa más hermosa del periodo Otomano en los Balcanes. Otro monumento nacional de Bosnia, se halla ubicado en las proximidades de la Mezquita Karadozbegova. Se trata de un edificio señorial que tiene las habitaciones para las mujeres (haremluk) separadas de la de los hombres (selamluk). Posee un doble arco de entrada con pilar central lo que pone de manifiesto su influencia mediterránea. La casa conserva su estructura original, así como artículos, muebles, alfombras y documentos que proporcionan una visión de la vida de una familia otomana adinerada.
La mezquita más visitada de Mostar es la pequeña Koski Mehmed Pasha, erigida a principios del siglo XVII y desde cuyo patio se obtiene una bella panorámica del puente. En su interior se pueden admirar frescos con motivos vegetales de la época otomana que, también, han sido también restaurados por expertos. Por un euro puedes subir al minarete y obtener una estupenda visión de la zona antigua de la ciudad.
La magia no abandona Mostar con las últimas luces del día. Al contrario, el restaurado Stari Most enciende sus luces iluminando, también sus dos torreones adyacentes en una estampa difícil de olvidar. Las terrazas de los restaurantes que bordean el Neretva se llenan de gente ofreciendo comida con un toque muy mediterráneo; verduras, carnes y pescados por precios muy asequibles. Falto aún de infraestructuras hoteleras, los bosnios miran esperanzados al turismo para poder salir adelante después de que la sangre y la violencia inundara las calles de esta coqueta ciudad, en un conflicto –eso es lo peor- entre hermanos. Hay motivos para la esperanza pues las diferencias, a partir de ahora, son ya “puente y a parte”.
GUÍA PRÁCTICA

Cómo llegar

Mostar cuenta con un aeropuerto internacional, así como estación de trenes y de autobuses. Con todo, la mayoría de turistas y viajeros se adentran en Bosnia-Herzegovina desde la vecina Croacia. A menudo, como fue nuestro caso, se sale desde Dubrovnik, que dista alrededor de hora y media en vehículo de alquiler.
Desde Barcelona operan varias líneas low cost como Best2Fly y lastminute.com . Nosotros viajamos vía Croacia, volando hasta Dubrovnik con la compañía Vueling:
Más información y reservas en http://www.vueling.com

Es importante que antes de conducir hasta Mostar aclares si el seguro de tu compañía de alquiler de coches cubre cualquier problema dentro de Bosnia. Normalmente solo cubren hasta la zona de Bosnia que separa Dalmacia Oriental de Dalmacia Occidental.

Requisitos de Entrada

Los ciudadanos españoles pueden entrar a Bosnia y Herzegovina sin visado y permanecer en el país durante 90 meses si estás en posesión del billete de  regreso o de tu  próximo destino.

Las autoridades pueden pedirte que muestres  los fondos suficientes para cubrir los gastos de tu estancia en la forma de efectivo o tarjetas de crédito.

Dónde dormir

Hotel Pellegrino
Situado en el centro de la ciudad a sólo 200 metros del Puente Viejo.
Cerca del hotel hay un espacio de estacionamiento con vigilancia las 24 horas.
Faladjica 1C Mostar
88000 Bosnia-Herzegovina
Telf.: (0)62 969000
www.hotel-pellegrino.ba

Dónde comer

El restaurante Rondo, en cnr Kraljice Katerine y Save Kovacevica, al este del río, ofrece la mejor cocina local y de Europa del este de la ciudad. Te recomiendo empezar con un zelzanica stagana (pastel de espinaca), y seguir con un exquisito San Pietro all Cartoccio (filete de pescado al horno con salsa de vino, setas, camarones y mejillones).
Telf.: +387 36 322 100


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