El camino de los hombres buenos Viaje al catarismo |
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Este sendero, convertido actualmente en camino de Gran Recorrido, puede realizarse a pie, a caballo y en la mayoría de tramos, también en bicicleta y nos permite seguir los pasos del catarismo, atravesando los Pirineos hasta Francia.Texto y fotos: Josep Guijarro |
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Es evidente, por tanto, que los castillos y las abadías del País Cátaro son, al mismo tiempo, testigos y símbolos de una cultura que se desarrolló a ambos lados de la cordillera pirenaica y que nos ayudarán a componer una imagen más precisa de lo que tuvo que ser aquella terrible cruzada que confrontó a cristianos contra cristianos y que, también, guarda secretos y mitos fascinantes. En Cataluña recibe el nombre del Camí dels bons homes (El camino de los hombres buenos) porque así se llamaban los cátaros y, en territorio galo, el Sendero Cátaro. Doce etapas para andariegos impenitentes que nos permitirán fatigar el cuerpo pero serenar nuestra alma. La ruta de los cátaros Sin embargo, no vamos a partir de tan lejos. La senda, señalizada hoy por el Consejo Regulador del Camí dels Bons Homes (entidad formada por diversos consejos comarcales, diputaciones y entidades culturales), discurre por las comarcas catalanas del Berguedà, la Cerdanya, el Alt Urgell, el Solsonés y el departamento francés del Ariège. Partiremos del santuario de Queralt, en cuya cueva fue hallada su virgen románica. Curiosamente esta presidida por una hermosa cruz cátara. Desde esta atalaya de 1.200 metros podremos disfrutar de una estupenda panorámica de la comarca del Berguedá. En sus alrededores hallaremos un mojón indicativo de la ruta (señales rojas y blancas) que nos permitirá iniciar nuestro particular camino iniciático. No entraña excesivas dificultades; el sendero está bien señalizado y en todas las etapas hallaremos el soporte logístico necesario para llevarlo a cabo. No es necesaria una gran preparación física, no se trata de un camino de peregrinaje con grandes desniveles, sólo debe apetecernos andar rodeados de naturaleza o montar a caballo o en bici, aunque hay que advertir que algunos tramos no permiten estas prácticas. También podemos optar por el vehículo particular y visitar las localidades unidas por la senda aunque, de este modo, nos perderemos parte del espectáculo paisajístico que nos depara la sierra del Cadí-Moixeró. Primera parada: Gòsol En medio de un bellísimo paisaje presidido por el macizo del Pedraforca, nos detendremos en la pequeña localidad de Gòsol, donde podremos visitar las ruinas de su castillo o contemplar las tumbas del cementerio anejo con numerosas cruces cátaras y templarias. En esta localidad pirenaica se instaló en 1906 el universal pintor Pablo Picasso para recuperarse de una enfermedad. El pintor se alojó en Cal Tampanada, la única fonda que a la sazón había en el pueblo, situada a la plaza mayor. Resulta inevitable imaginarlo caminando por la calle de La Canal hasta el Tossal donde se conservan maltrechas las ruinas del mencionado castillo cátaro. Después recorreremos por carretera Gòsol, Saldes y Guardiola de Berguedà para llegar a Bagá, en el límite norte de la provincia de Barcelona. Esta villa fue el feudo de los barones de Pinòs, señores de un extenso territorio que iba del Baridà y la Cerdanya hasta el Alt Berguedà. Algunos han relacionado a Galcerán de Pinòs con el fundador de la mítica órden de los templarios. En Bagà podemos visitar el centro medieval, el museo de los cátaros o la iglesia de San Esteban donde se puede admirar una pequeña cruz bizantina del siglo X u XI que fue llevada a Bagà por los cruzados. También cabe destacar la vidriera que representa el Rescate de las Cien Doncellas, concretamente el momento en que San Esteban libera a Galcerán de Pinòs de la prisión sarracena. La ruta continúa por la comarca de la Cerdanya a la que accederemos cruzando la sierra del Cadí por el Coll de Pendís, a 1.764 metros de altitud y, desde allí cruzaremos la frontera hasta Porté-Puymorens, L’Hospitalet y Ax-les-Thermes. Ya estamos en el departamento francés del Ariège, donde nos aguardan castillos impresionantes como Puylaurens que, junto a Queribús, resistieron hasta su capitulación en 1256. Tras hacer una parada en el castillo de Puivert encaminaremos nuestros pasos hacia el destino final: Montségur. Destino Montségur La sensación que experimenté la primera vez que visité Montségur es difícil de describir. Allá arriba, a 1.207 metros de altitud, se entremezcla la historia y la leyenda. Se dice que tras sus muros se escondía el mítico Grial, el vaso que utilizó Jesús durante la última cena. El ascenso a la fortaleza discurre por un sinuoso y empinado camino que nos plantea la dificultad de trasladar tantas toneladas de piedra hasta la cima, con pendientes del 16% en algunos tramos. Falta el aire y, cada parada para respirar, nos descubre bellos paisajes. Hoy, gracias a la literatura y el cine, es fácil encontrar a lo largo del mismo a románticos buscadores del Grial, aunque no tanto de la reliquia cristiana ambicionada por los oficiales alemanes que, en los primeros años del siglo XX, buscaron incesantemente pistas significativas de su presencia en la región, sino de un grial interior. De todos modos, se dice que poco antes de que Montségur capitulara, cuatro perfectos descendieron por la cara norte del macizo calcáreo para poner a salvo los evangelios cátaros y el Grial. Basta echar un vistazo al entorno para darse cuenta que tamaña empresa es poco menos que una temeridad. Realidad o ficción, lo cierto es que muchos amantes de lo oculto siguen visitando sus ruinas con el propósito de beber del influjo mágico del castillo que se dice fue erigido sobre un antiguo templo solar. Lo verdaderamente documentado es que el castillo de Montségur fue construido entre 1205 y 1211, que fue símbolo de la resistencia cátara a partir del 16 de marzo de 1244 cuando una gigantesca hoguera se elevó a los pies de la fortaleza y unas 200 personas, hombres y mujeres, que se negaron a abjurar de su fe, fueron quemados vivos en ella. El lugar es hoy recordado con una lápida conmemorativa que invita al viajero a detenerse ante el Camp des Cremats (campo de los quemados) en recuerdo a aquellos mártires. Ninguno abjuró de su fe, ni desveló el paradero del tesoro, los evangelios, documentos cátaros o el Grial. Eso sí, quienes asuman a pie los casi doscientos kilómetros de peregrinaje cátaro hallarán sin duda su particular Grial en el esfuerzo, la dedicación y la constancia, valores necesarios para llegar a cualquier Verdad trascendente. ? |
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