Petra fue descubierta en 1812 por Jean Louis Burckhardt, un viajero suizo
bajo la falsa identidad del jeque Ibrahim ibn Abdallah. Siguió la ruta entre Damasco y Egipto, pasando por Jordania infiltrado en las rutas caravaneras de la época para comprobar si eran ciertas todas las leyendas que corrían alrededor de la mítica ciudad de los nabateos. Escuchó decir que a las afueras del pueblo de Wadi Moussa, existían en medio de una fortaleza natural , unas ruinas extraordinarias. En esta región, que entonces pertenecía al Imperio otomano, se desconfiaba de las personas que curioseaban en las antigüedades consideradas como “obras de los infieles”; porque en ese momento la situación política y religiosa era tensa. Nacido en Lausanna en 1784, Bruckhardt era un hombre de una sólida cultura y hablava varios idiomas, entre ellos el árabe, lo que le permitió viajar por aquellas tierras vetadas o muy peligrosas para los cristianos. Burckhardt se presentó como un peregrino que deseaba sacrificar una cabra al Profeta Aarón, cuya tumba, construida en el siglo XIII, se suponía que estaba más allá de las ruinas, en la parte superior de Jebel Haroun. Acompañado de su guía, cruzó la ciudad antigua en agosto de 1812, sin poder por un momento pararse a tomar notas o dibujos, pero consciente de la importancia de tales restos y del hecho de que esas ruinas cercanas a Wadi Moussa eran las de Petra. Entusiasmado, propagará la noticia entre los occidentales instalados en Oriente y en Egipto y expondrá sus conclusiones en el libro Travels in Syria and the Holy Land, que se publicará en 1823, cinco años después de su muerte. Se llevaron a cabo otros intentos de exploraciones de Petra, a pesar de la desconfianza de la gente. Efectivamente, en los años siguientes serán otros aventureros europeos, entre ellos el famoso dibujante escocés David Roberts, quienes llevarán a Europa más noticias, y las primeras imágenes, en forma de dibujos y grabados, de la fascinante ciudad rosada de los nabateos. En mayo de 1818, (seis años después de la expedición Burckhardt), una docena de personas de Jerusalén, John William Bankes el drogman Giovanni Finati y los oficiales navales C. L. Irby y J. Mangles, logran mantenerse algún tiempo en la ciudad, por desgracia, no más de dos días, porque las rivalidades entre los jefes de las tribus les obligaron a abandonar antes de lo previsto. A partir de 1828 se inician las verdaderas primeras misiones arqueológicas. Y desde 1830, el asentamiento se convierte en un lugar para visitar, complementadas por peregrinaciones religiosas y en una fuente de beneficios para muchos jefes de las tribus de los alrededores.
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