Benicàssim goza de una oferta
turística que le ha calificado como destino de primera calidad desde 1887,
cuando una masa creciente de familias burguesas escogían esta localidad de la
Costa Azahar para pasar sus días de asueto y construir sus residencias
vacacionales. Hoy, la combinación de cultura,
ocio, deporte, naturaleza, wellness y
descanso ha convertido a esta joya castellonense en el lugar idóneo para que
todo tipo de viajeros consigan evadirse de su rutina. Esta es la principal razón que ha llevado a
los organizadores del Congreso Internacional Bodywisdom Spain, centrado en
fomentar la sabiduría sobre el cuerpo y la anatomía, a escoger Benicássim como
sede para esta novedosa cita, a la que asisten participantes de 16 países del
mundo. Pero Bodywisdom no sólo es un
congreso, es la materialización de todo un nuevo concepto de vacaciones
inteligentes: disfrutar de unos recursos turísticos de calidad, relajando el
cuerpo, al tiempo que se nutre la mente con seminarios y conferencias.
Un perfecto lugar para
disfrutar del silencio, el contacto con la naturaleza y encontrarse en plena
paz es el Desierto de las Palmas,
una extensión protegida de 3.200 hectáreas salpicada de colorido, debido a la
frondosa y variada vegetación. Declarado Paraje Natural en Octubre de 1989, este
tesoro de la Costa Azahar ofrece multiples posibilidades para el ocio, desde
visitas culturales, senderismo o equitación hasta rutas de bicicleta.
La tranquilidad y sosiego
que se percibe hoy allí es la misma que inspiró a la Orden de los Carmelitas,
allá en el siglo XVII. De hecho, el nombre de este paisaje proviene de aquella
época, ya que el término ‘desierto’ significa, en lenguaje monacal, ‘lugar de
retiro’. Tanto fue así, que estos religiosos levantaron allí su monasterio.
Lamentablemente fue devastado por las lluvias torrenciales en 1783, dejando en
la actualidad unos restos runiosos que, junto con el entorno, confeccionan una
poética imagen de serenidad y soledad.
Los Carmelitas no se fueron
muy lejos. El nuevo monasterio se edificó a 500 metros. Rodeado de huertos de
naranjos y jardines, acoge desde 1971 el Museo
de Arte Sacro, donde se recogen piezas de especial valor artístico de la
Orden, resultando una colección singular por su cantidad y calidad. Cerámica,
escultura, orfebrería, pintura o bordados son algunas de las artes que pueden
contemplarse en este centro expositivo, donde prima la espiritualidad y el
recogimiento.
Del Monasterio no emanaban
únicamente rezos y muestras de devoción. Allí comenzó a elaborarse, de forma
absolutamente artesanal, una bebida aromática, que utilizaba como materia prima
la infinidad de hierbas que pueblan el Desierto de las Palmas. Se trata del Licor Carmelitano, que no se comenzaría
a comercializar hasta 1896 en el propio monte. Las malas comunicaciones
provocaron que en 1912 la Orden decidiera trasladar la destilería a la Villa de
Benicàssim, cumpliéndose en este 2012 el centenario de la fundación de dicha
bodega. Recetas tradicionales y técnicas modernas se unen hoy en una mayor gama
de productos, tales como el Moscatel, Vino Añejo, Brandy y Ponche.
Y si Benicàssim se
encuentra flanqueada por un lado por semejante pulmón verde, sus límites
opuestos se refrescan con las azules aguas del mar Mediterráneo. Seis kilómetros de costa divididos en
cinco playas: Voramar, Almadraba, Torre Sant Vicent, Els Terrers y Heliópolis.
Banderas azules, certificaciones de gestión medioambiental y tres sellos ‘Q’ de
Calidad Turística avalan las cualidades del litoral benicense, donde el
visitante comprobará el color dorado de la arena, el brillo del sol levantino
sobre la superficie marítima y la brisa mediterránea que acompaña las mañanas y
tardes.
La localidad cuenta con
bellos paseos marítimos en los que
caminar se convierte en un pequeño ritual de la tranquilidad y el bienestar. Es
el caso del perteneciente a la playa de Heliópolis, que cuenta con un
carril-bici, especialmente recomendable para transitar frente al Mare Nostrum a primera hora de la mañana
y con la puesta de sol, cuando el horizonte está plenamente nítido. Más al
norte, el paseo de Voramar, Els Terrers y Torre San Vicent goza de trazado
peatonal, por lo que el caminante podrá admirar las vistas del Mediterráneo sin
escuchar un atisbo de motor. Toda una oportunidad de empezar o terminar el día asomándose
al sosiego que brinda el litoral de Benicàssim.
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