El andar tierras y comunicarse con diversa gente hace a los hombres discretos. Miguel de Cervantes
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sábado, 30 de noviembre de 2024
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Arqueólogos exploran una tumba real maya en Palenque, Chiapas
Ingresan en una tumba de Chiapas que podría contener los restos del fundador de la dinastía a la que perteneció el gobernante maya Pakal.
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Aspecto del interior de la tumba
Un equipo multidisciplinar del Instituto Nacional de Antropología e
Historia (INAH-Conaculta) se ha internado por vez primera a una cámara
funeraria descubierta hace 13 años en Palenque, Chiapas, que podría contener los restos de uno de los primeros soberanos de esa antigua
ciudad: K’uk Bahlam I, que ascendió al poder en 431 d.C., y
fundó la dinastía a la que perteneció el célebre gobernante maya
Pakal. De 1.500 años de antigüedad aproximadamente, esta tumba
real se encuentra en el interior del Templo XX de esa zona
arqueológica, y es al menos dos siglos anterior al sepulcro de Pakal,
descubierto hace 50 años en este mismo sitio por el arqueólogo Alberto
Ruz Lhuillier. Antes de que el grupo de especialistas lograra entrar a la cámara mortuoria, una diminuta videocámara había sido
la única en captar su interior. La primera ocasión se dio en 1999, durante los
trabajos del Instituto de Investigaciones de Arte Precolombino
(PARI, por sus siglas en inglés), y la más reciente sucedió en junio de 2011,
cuando el INAH circuló las primeras imágenes entre los medios de
comunicación. Arnoldo González Cruz —arqueólogo que en 1994
realizó el hallazgo de la tumba de la Reina Roja, también en
Palenque—, es junto con el restaurador y arqueólogo, Rogelio Rivero
Chong, responsable del proyecto para intervenir ahora el sepulcro del
Templo XX, localizado en la Acrópolis
Sur de este antiguo territorio que debió llamarse Lakamha o
“Lugar de las Grandes Aguas”. “Por las fechas —indicó Arnoldo González— estamos ante el
nacimiento de la dinastía palencana, hacia el año 400 después de Cristo, porque
podríamos estar hablando del recinto funerario de su fundador, aunque esto no
deja de ser especulación en tanto no comencemos la exploración arqueológica.
Incluso este espacio podría tratarse de una antecámara, pues no sabemos que hay
más abajo”. Sobre la superficie, en la que todavía no se observan
restos óseos de algún personaje -aunque es muy probable que éstos se descubran
una vez iniciadas las excavaciones-, se hallaron once vasijas y cerca de un
centenar de pequeñas piezas, en su mayoría grandes cuentas de piedra verde,
posiblemente jade, una especie de anillo y un colgante, además de pintura mural
que decora el espacio funerario. González Cruz, a cargo del Proyecto Arqueológico Palenque, relata que fue el
proyecto del PARI, encabezado por los arqueólogos Merle Greene
Robertson y Alfonso Morales, el que llevó a cabo el
descubrimiento de la tumba del Templo XX; no obstante, la inestabilidad de la
pirámide -de 18 m de altura- impidió su exploración y solo se habían obtenido
imágenes a través de una cámara de video. A diferencia de los aposentos
funerarios de Pakal y de la Reina Roja, la cámara o antecámara del Templo XX no
posee un sarcófago, por lo menos no hasta donde se ha explorado; pero sí pintura
mural de vivas tonalidades rojas en sus tres costados, con representaciones de
los Nueve Señores del Xibalbá, o el inframundo, mismos que aparecen,
modelados en estuco, en la tumba del célebre gobernante maya. Los murales muestran a dichos personajes míticos portando tocados, escudos y
sandalias. “Lo importante de los recintos funerarios de esta época,
el Clásico Temprano (400-550 d.C.), es la pintura; estamos ante uno de los pocos
ejemplos de murales descubiertos en contextos funerarios de Palenque, de ahí la
importancia del trabajo que estamos realizando”, puntualizó
Arnoldo González. Eso que solo se había podido ver en video, es lo que ahora
observan directamente los ojos de arqueólogos, restauradores, químicos,
arquitectos, fotógrafos, diseñadores gráficos, entre otros, más un equipo de
trabajadores manuales -varios de la zona arqueológica-, reunidos para preservar
en las mejores condiciones este espacio. Aunque se trata de un grupo de casi 60 personas las que integran el equipo
multidisciplinario, en el interior de la tumba únicamente pueden permanecer dos
o tres personas que portan overoles de Tyvek (para evitar cualquier tipo de
contaminación). Esto con el propósito de no alterar la humedad, así como la
temperatura, que en el fondo es de 25° centígrados. El espacio funerario -que se
halla a 6 m de profundidad, con respecto a la parte superior del Templo XX- es
abovedado y de planta rectangular, mide en promedio 3.40 m. de largo, 1.43 de
ancho y 2.50 de alto. Los integrantes del proyecto entran a esta cámara
principal por una más pequeña que se localiza en su lado oeste; es decir, el
espacio central se halla flanqueado por dos pequeñas cámaras. Es a través de la cámara del oeste por donde se accede, y en ella los
arqueólogos han encontrado algunos restos óseos, al parecer correspondientes a
huesos largos, con un sinnúmero de pequeñas cuentas (de 3 a 4 mm) de jade y de
concha Spondylus, lo que hace referencia a las redes de intercambio que Palenque
ya tenía establecidas hacia 400 d.C., con regiones lejanas como el Valle de
Motagua, en Guatemala, y el Pacífico. Sin embargo, precisó el arqueólogo Arnoldo
González, no se trata del primer hallazgo de un contexto mortuorio de esta
temporalidad (450-550 d.C.). En los años 50, en el Templo XVIII-A (aledaño al
XX), Alberto Ruz excavó un recinto muy similar: abovedado con muros pintados y
un conducto tubular que comunicaba a la cámara funeraria con el templo superior,
más el tipo de cerámica; asimismo, otro parecido se halla en el Templo
Olvidado.