El hallazgo de dos cariátides en las excavaciones de la tumba de Anfípolis, en el norte de Grecia, ha disparado aún más el interés por un yacimiento arqueológico que, desde hace semanas, centra la atención política y mediática del país. El ministerio de Cultura ha hecho público a través de un comunicado del hallazgo de dos esculturas, conocidas como cariátides por su forma de mujer, situadas en la puerta de acceso al recinto funerario de Anfípolis. "La estructura de la segunda entrada con las cariátides es un hallazgo importante, que apoya la opinión de que se trata de un monumento de gran importancia", destaca la nota ministerial, que aportaba los detalles de ambas figuras. El rostro de la cariátide occidental se conserva prácticamente intacto, mientras que ha desaparecido casi por completo la cara de la escultura del este. Las dos tienen uno de sus brazos extendido -la cariátide occidental el derecho y la oriental el izquierdo- en un intento simbólico de oponerse a la entrada de cualquiera en el lugar. Las cariátides, sobre cuyos hombros descansan gruesos rizos de su melena, aún conservan pequeños trazos de color azul y rojo y fueron esculpidas en mármol de Tasos utilizando la misma técnica que en las dos esfinges, de dos metros de altura, que custodian la entrada principal del monumento y que se encuentran en muy buen estado de conservación.
¿Los restos de Alejandro Magno? El recinto funerario de Anfípolis ha cobrado tal relevancia, no solo porque, según los arqueólogos, podría ser el mayor de Grecia -con 30 metros de alto y un muro circular de 497 metros-, sino sobre todo porque se especula con que podrían hallarse en su interior los restos de Alejandro Magno, o en su defecto, los de su esposa Roxanne, los de su hijo Alejandro IV, o de algún oficial importante de su ejército. Desde que en agosto se anunciase la existencia de esta antigua tumba, el asunto ha saltado a las primeras páginas de los medios y el Gobierno del conservador Andonis Samarás lo ha capitalizado como emblema en muchos de sus discursos. El propio Samarás fue de los primeros en visitar los trabajos de Anfípolis a principios del mes pasado, junto con el ministro de Cultura, Konstantinos Tasula, que prácticamente a diario se pronuncia sobre el avance de las excavaciones. Según el Ejecutivo, este hallazgo podría relanzar la imagen internacional de Grecia y aumentar el turismo, el sector más importante de la economía griega al que el Gobierno se aferra como motor de salida de la crisis, con unas previsiones para este año de más de 20 millones de turistas. Sin embargo, la atención política sobre Anfípolis va mucho más allá del puro interés turístico, y sobre todo arqueológico, pues podría tratarse, a ojos del Ejecutivo, de la confirmación definitiva de la identidad griega de los antiguos macedonios. Desde su creación, el Estado griego reivindica la herencia del reino macedonio, como parte integral de la herencia de la antigüedad griega y por tanto el Gobierno de Atenas ve en la tumba la confirmación de que la Antigua República Yugoslava de Macedonia (ARYM) no tiene derecho a reivindicar la herencia de los antiguos macedonios y, en consecuencia, tampoco derecho a denominarse Macedonia. Grecia bloquea desde hace años la entrada de ARYM en la Unión Europea y en la OTAN debido a la disputa que mantiene enfrentados a ambos países por el nombre, ya que en Grecia existe una región que también se llama Macedonia, en la que precisamente se encuentra esta tumba. Con todo, el Ejecutivo habría encontrado en el descubrimiento de Anfípolis una nueva baza política en su conflicto con el país vecino.
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