En marzo de 2014, un grupo de arqueólogos hizo un espectacular descubrimiento en Turquía: la llamada Puerta al Infierno o Puerta de Plutón, que era conocida en la mitología y la tradición greco-romana como el portal al inframundo. El hallazgo se completó con el descubrimiento de dos estatuas de mármol que hacían de guardianes.
La Puerta al Infierno era la entrada de una cueva en la antigua ciudad de Hierápolis de Frigia, cerca de Pamukkale. Según los relatos antiguos, la cueva "está llena de un vapor tan brumoso y denso que apenas se puede ver el suelo. Cualquier animal que pasa en el interior muere instantáneamente", escribió el geógrafo griego Estrabón (64-63 aC a 24 dC)" Tiré de gorriones y de inmediato respiré su último aliento y caí. "De acuerdo con Francesco D'Andria, profesor de clásicos arqueología, que dirigió el equipo que realizó el descubrimiento en marzo, estas descripciones eran exactas. La cueva fue descrita en las fuentes históricas como llena de vapores mefíticos letales y esto parece ser cierto. No es de extrañar que la cueva fue dotado de tutores para advertir de los visitantes desprevenidos.
Las dos estatuas guardianes representan criaturas mitológicas. "Una de ellas muestra una serpiente, un claro símbolo del inframundo, la otra muestra Kerberos o Cerbero, el perro guardián de tres cabezas del infierno en la mitología griega", dijo D'Andria.
En la excavación previa, los arqueólogos también encontraron los restos de un templo, una piscina y una serie de pasos, colocado por encima de la cueva - todo a juego las descripciones del sitio en fuentes antiguas. Docenas de lámparas también fueron desenterradas desde la entrada de la cueva, proporcionando testimonio de la popularidad del sitio en la antigüedad, que debió ser un importante destino para los peregrinos. Las personas observaban los ritos sagrados de los pasos por encima de la entrada de la cueva, mientras que los sacerdotes sacrificaban toros a Plutón. La ceremonia incluyó llevando a los animales en la cueva, y arrastrándolos fuera muerto.
Según D'Andria, los peregrinos dormían cerca de la cueva y recibieron visiones y profecías, en una especie de efecto tipo oráculo de Delfos. Lo más probable es que los humos procedentes de las aguas subterráneas de la cueva generaran algún tipo de alucinaciones.
Estos descubrimientos son muy importantes porque muestran, una vez más, que los llamados mitos de nuestros antepasados no eran más que historias de fantasía, pero se basaron en verdaderas experiencias que fueron explicados en función del idioma y la comprensión del tiempo.