e Madrid al cielo, o eso es lo que muchos de sus habitantes mantienen. Si bien la frase es parte del vocabulario de los enamorados de la ciudad, se ignora el verdadero origen del dicho, pues algunos mantienen que es una deformación de la frase “de Madrid el cielo” y otros que ya aparece en la novela Entre visillos, de 1957. Sea como sea, se trata del lema de una metrópoli que acoge con los brazos abiertos a todos aquellos que decidan caminar por la capital de España, aunque sólo sea una vez en la vida. Madrid se debate entre el alma de un gran pueblo que recibe a todo visitante con una gran sonrisa, y la animación de una gran capital moderna, a la última en tendencias culturales y grandes eventos. Hay ciudades que se miden por sus edificios emblemáticos, por palacios y jardines o su riqueza monumental, otras quizás por sus museos, por sus espectáculos o su vida nocturna. Madrid goza de todo esto y, además, guarda rincones que parecen esperar a ser descubiertos. Uno de esos atractivos acaba de cumplir cien años y se constituye en la espina dorsal que sostiene la ciudad, un gran símbolo de grandeza y diversión llamado Gran Vía. Como una visita a Madrid sale barato hoy en día, vamos a conocer más a fondo la capital de España y, de forma especial, su Gran Vía.
Cien años de un sueño En efecto, en 2010 se celebró el centenario de esta arteria que ya forma parte de la vida diaria de miles de madrileños que pasan por allí para trabajar, vivir, comprar, divertirse y como no, disfrutar de un paseo por una de las calles más emblemáticas de La Villa. No apareció de la noche a la mañana, ni mucho menos, ni agradó a los vecinos por igual, tal como reflejara la zarzuela Gran Vía, de Federico Chueca. Pero Madrid necesitaba un cambio importante, radical y, tras varias propuestas, en 1886 se presentó finalmente un proyecto que pretendía unir la callé Alcalá con la actual plaza de España, conocida entonces como plaza de San Marcial. El objetivo era descongestionar la Puerta del Sol pero, dado el gran coste urbanístico y económico, no fue hasta 1901 cuando se le dio el visto bueno al proyecto al ajustarse por entonces a los contenidos de la nueva ley para Saneamiento, Reforma y Ensanche Interior de las grandes poblaciones de 1895. Más tarde, en 1910, el rey Alfonso XIII con una piqueta de plata en mano, golpeó la pared de la casa del Cura de San José y así se emprendieron los trabajos que llevaron al derribe de más o menos 300 edificios... con el consiguiente malestar social. El kilómetro trescientos dieciséis metros que mide la Gran Vía se dividió en tres tramos perfectamente diferenciados en los que encontraremos un primero muy aristocrático, que va de Alcalá a San Luís, un segundo que es mucho más moderno, quizás podríamos compararlo con Nueva York, que sigue hasta Callao y el último, hasta la plaza de España que mantiene un estilo más racionalista. Pero, a pesar de ser una calle realmente joven, podemos considerar la Gran Vía como la más madrileña de todas. Siempre llena de gente, es un medidor de la sociedad de la capital y escaparate de la vida en Madrid donde, a todas horas, la gente pasea, compra, va al cine, al teatro… Y que está rodeada de lugares emblemáticos que sorprenden al viandante como un gran río vital, cuyas calles adyacentes parecen pequeños riachuelos que se unen al gran camino, que se encuentra limitado por los grandes edificios que lindan su recorrido. Un torrente cuyo nacimiento no puede ser mejor tomado que desde su número uno, quizás uno de las edificaciones más emblemáticos de la ciudad: El edificio Metrópolis. Posiblemente sea la construcción más reconocida de la Gran Vía, con su ángel alado en la cúspide dando la bienvenida e instando a los visitantes que remontan el camino a dirigirse a a la zona más aristocrática de esta ruta. Yo no soy menos, y mis pasos me llevan lentamente a recorrer tiendas. Recuerdo que fue en esta calle donde se acuñó el término “ir de escaparates”. En aquellos tiempos difíciles, el madrileño no tenía suficiente dinero para formar parte de esa élite de la Gran vía, pero a lo que no estaba dispuesto a renunciar era a poder compartir sus gustos y pasear libremente mirando los complementos y ropa que tras las imponentes cristaleras ofrecían los dueños de tiendas como la que aún se mantiene desde 1934; Samaral. Esta es una de las más antiguas que hoy aun continua a pleno rendimiento. Así como la primera de las tiendas de Loewe, que abrió cinco años más tarde que la anterior y que en poco tiempo pasó de ser taller de artesanía en piel, para convertirse en la boutique preferida de la aristocracia y burguesía madrileña. Puede que nos encontremos frente a la tienda más legendaria de España, que además, continua manteniendo un perfecto aire clásico y chic, en el que han sabido mezclar las últimas tendencias con las más clásicas, un local que se convirtió en periodo de entreguerra en el lugar de reunión de actrices de Hollywood, mujeres de alta sociedad y demás, que bajo la gran araña de cristal que hoy aun preside este lugar, se reunían para comprar esos clásicos que se ven en sus escaparates.
Los cóctel de moda Y lo cierto es que no sólo la gente de la alta sociedad disfrutaba de estos lugares, pues existía un pequeño local art decó a pocos metros de ahí, siguiendo ese lado de la calle, que se convirtió igualmente en lugar imprescindible para tomar una copa en la capital madrileña: La coctelería Museo Chicote. Ésta se tornó punto de encuentro de aquellas chicas que terminaban su trabajo en tan glamurosa tienda y marchaban descansar en aquel histórico lugar. Fue tan intensa esa relación que Perico Chicote, su dueño, inventó para ellas un “Señoritas Loewe Coctel” que calle abajo les llevaba para que tomaran en su descaso. Este maestro coctelero logró reunir en su local a lo más glamuroso de la sociedad, desde el inventor de la penicilina, el Dr. Fleming, hasta la bella Sofía Loren. Hoy es lugar donde lo más clásico y lo más moderno se dan la mano para pasar las noches esperando que su bebida se mezcle en este local clásico entre los clásicos. Me acerco ahora al mítico edificio de Telefónica, que hay quién dice que en su planta novena tiene un habitante algo etéreo, Goyito. Es de estilo marcadamente Neoyorkino y fue durante un tiempo el rascacielos más alto de Europa. Pero antes recalo en el ensanchamiento de la famosa calle Montera, conocida anteriormente como Red de San Luis, en el que en su inauguración se colocó un templete de granito con una marquesina de hierro y cristal de Antonio Palacios que en 1972 fue desmontada y enviada a Porriños, ciudad de este arquitecto, desapareciendo tan bello ítem. Pero bueno, entramos directamente a la parte más viva de la vía, la que está llena de tiendas, restaurantes y aun en nuestra memoria quedan muchos de los cines que han sido cerrados y otros convertidos en grandes cadenas de moda. Esta parte está influenciada por la arquitectura de la escuela de Chicago y convertida en centro neurálgico en el que disfrutaremos de algunas obras singulares del racionalismo madrileño como el Capitol o el Cine Callao. Y podremos ver personajes que hoy aun se sientan con su silla esperando a que algún viandante con los zapatos poco lustrosos, decidan pedir sus servicios y ellos, como orgullosos limpiabotas que son, dejar los zapatos limpios como la patena. O a otros que con inmensa paciencia, esperan a que sea su turno para comprar ese famoso billete de lotería que les hará ricos en la conocida administración de lotería Doña Manolita.
¿Cómo Broadway? Los cines y los grandes edificios nos llevan a la conocida plaza de Callao, otro gran punto de encuentro para dividirse por las venas de la ciudad y comenzar la tarde de compras, ya sea por Preciados o el Carmen, quizás cenar en algún sitio para seguir poco después por este tercer y último tramo que llega hasta la plaza de España. El tramo más racionalista. Ideado principalmente como lugar de alquiler, oficinas y casa, ha conseguido ahora, que al caer la noche, los luminosos de los grandes musicales de moda iluminan la noche. Hemos cambiado de ambiente, de sensaciones y mientras el luminoso de Sweepes en el edificio Carrión es baluarte de lo que ha venido a llamarse el Broadway español, aquí los escaparates de grandes tiendas, restaurantes y cafeterías se unen a la cultura más actual del mercado. Los grandes musicales se han instalado en este tramo, dotando de una vida nocturna que parecía haber muerto cuando todos los grandes cines que se reunieron un día, parecían cerrar uno detrás de otro. La vida ha regresado a una de las partes más emblemáticas de calle más conocida, podríamos decir del país, y que finalmente termina en la Plaza de España. La noche se ha instalado finalmente en Madrid, y como un halo de misterio, las luces y las sombras juegan con la historia. Sombrar que se esconden tras las esquinas, luces que destapan todos los entresijos de una calle que aun teniendo un siglo de vida, está más joven y llena de vida que nunca.
|