El Cairo A la sombra de los faraones |
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Capital soberana de Egipto desde 1952, El Cairo guarda en su interior numerosos atractivos que son eclipsados, generalmente, por el esplendor de las pirámides y de su pasado faraónico. Bajo la atenta mirada de su Esfinge, la ciudad más grande de África nos ofrece mil minaretes y otras soluciones arquitectónicas y culturales fruto de la influencia que mamelucos, otomanos, coptos, franceses y británicos dejaron a ambos lados del río Nilo.Texto y fotos: Josep Guijarro |
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El magnetismo de las pirámides Dispuesto a ponerlos de relieve, me instalo en el flamante Barceló Pyramids, un hotel situado a cinco minutos en coche de la meseta de Gizá, desde cuya terraza puedes disfrutar de una perspectiva singular de las pirámides. No puedo resistirme a su influjo y como cualquier recién llegado, dedico un día a explorar el conjunto. No hay colas, ni grandes aglomeraciones, ni siquiera el sofocante calor que, a menudo, nos regala el desierto. Es una de las grandes ventajas de visitar Egipto en otoño. Con todo, la mayoría de turistas opta por venir hasta aquí en los meses de verano y, como masoquistas, aguantan estoicamente los cerca de 40º de temperatura de la canícula, con la consecuente deshidratación y las incomodidades que acarrea. Es conveniente ir temprano ya que la entrada al interior de estos monumentos se restringe a 150 personas diarias. Cada año, además, cierran al público una de las tres para dejarla descansar, ya que las visitas turísticas producen una excesiva humedad que trae consigo un deterioro. Tras sortear a los primeros vendedores de souvenirs, me dan la bienvenida los dos millones de bloques de piedra de Keops. Sus desafiantes 147 metros de altura constituían una atalaya de la capital (ahora ya no está permitido ascender por ella) visible desde casi cualquier azotea de El Cairo. Tras dejar la cámara (no está permitido sacar fotos del interior) me interno por el túnel que el califa Al-Mamún excavó para penetrar en la robusta construcción y acceder a sus tesoros. Pero se fue con las manos vacías porque sus estancias no contenían nada. Aún siguen así: sin relieves ni pinturas. El ambiente en la cámara del Rey es sofocante, pero contemplar en penumbra el enorme sarcófago de Keops -si es que alguna vez estuvo allí-, es una experiencia que repetiría una y mil veces. Lo mismo hago en Kefrén, y lo mismo haría con Micerinos, si este año no hubiera estado cerrada. Después de visitar la siempre evocadora Esfinge, recorro el conjunto arqueológico por el exterior. Contemplo a los turistas a bordo de las calesas, o a lomos de camellos, dirigiéndose a lo más alto de la meseta para obtener una foto de conjunto de las pirámides y, mientras las miro en la distancia, no puedo dejar de pensar cuán impresionantes tenían que ser cuando estaban provistas de su revestimiento calizo, pulido, encalado y coronadas por su piramidión dorado. Este revestimiento se mantuvo hasta el año 1250, cuando los turcos otomanos empezaron a desmantelarlo para construir sus palacios, sólo se salvaron 40 bloques que quedaron protegidos por las dunas del desierto y dan testimonio de su esplendor. Ésta, junto a la visita al Museo Egipcio para ver el tesoro de Tut-ank-amon, van a ser las únicas concesiones egiptológicas del viaje. Lo prometo. El cairo, la ciudad que nunca duerme Si existe algún inconveniente en visitar El Cairo en otoño es, sin duda, lo pronto que anochece. A las cinco de la tarde el sol se ha ocultado por completo, tras ofrecer un espectáculo de tonos rojos y anaranjados en el cielo. Por eso, tras un exquisito almuerzo en Christo, un restaurante con vistas a las pirámides, miro el reloj y advierto que apenas dispongo de hora y media de luz. El Cairo es una de las ciudad más congestionadas y contaminadas del mundo y, a buen seguro, perderé ese tiempo en alguno de los múltiples atascos que me separan de mis objetivos. El tráfico es una de las cosas que más impacta al recién llegado. Las calles tienen sonido propio; el claxon de miles de vehículos que sortean personas y animales cruzando por los lugares más insospechados, ante la ausencia de semáforos o pasos cebra. Este sonido machacará tus oídos de día y de noche. Sin descanso. Sí, lees bien, porque El Cairo es una ciudad que nunca duerme, con establecimientos comerciales que abren las 24 horas del día y con gente en marcha por todas partes. Estás en la ciudad más grande de África, con cerca de 20 millones de almas. No hay experiencia más adrenalínica que subirse a un taxi y sumergirse en el mundanal ruido de la ciudad. Pero es inevitable -salvo que viajes en grupo o paquete organizado-, para poder moverte porque los autobuses no son recomendables. Con este panorama decido dejar para el día siguiente la visita a la Mezquita de Mohamed Ali, que preside la colina norte de la ciudadela de Saladino, y visitar el centro de la ciudad. Para ello atravieso Qasr Al Nil, el puente más antiguo que cruza el Nilo, presidido por dos enormes leones y adornado con las banderas de las naciones del mundo, hasta el J.Groppi Café, un emblemático establecimiento que fue frecuentado hasta 1992 por el tristemente célebre “Doctor Muerte”, uno de los criminales nazis más buscados del mundo, que vivió en El Cairo con la identidad falsa de Tarek Hussein Farid y que, como muchos otros, sucumbió a los exquisitos bizcochos de chocolate de esta cafetería venida a menos. Desde allí penetré por la calle Shawarbi a la zona más comercial, para terminar tomando un té en Omkalthom, un cafetín que debe su nombre a Beltagui Fátima Ibrahim, una cantante conocida como “La estrella de Oriente” o “la Señora del canto árabe”, fallecida en 1975. Dos enormes bustos de la diva le confieren cierto aire kitsch al local pero fumarse allí una shisha (pipa de agua) saboreando un té, es una experiencia auténtica. El barrio copto Al día siguiente, por recomendación de Sara, la bella relaciones públicas del Barceló Pyramids –que por cierto habla muy bien español- me internaré en el barrio Copto. Recorrer sus estrechas callejuelas y visitar las sus hermosas iglesias es algo que pasan por alto miles de turistas que ignoran la importancia que jugó Egipto para el cristianismo. La tradición cristiana se remonta al siglo IV y se mantuvo hasta el siglo VII, cuando el Islam irrumpió provocando un drástico descenso del número de fieles. Fueron precisamente los musulmanes quienes les acuñaron el nombre de coptos cuyo significado, originariamente, era “egipcio”. Hubo un tiempo en el que existieron en menos de un kilómetro cuadrado más de veinte iglesias. Ahora sólo sobreviven unas pocas, como la Iglesia Colgante el-Muallaqa (el templo cristiano más antiguo de El Cairo, construido en lo alto de una puerta romana); la de San Jorge; Santa Bárbara; y San Sergio. Esta última ubicada donde, según la tradición, vivió la Sagrada Familia durante su huída a Egipto. Otra iglesia que no te dejará indiferente es la de la Virgen María en Zeitum que ha protagonizado diversos milagros. El Cairo musulmán El Cairo fue durante casi un siglo la sede del califato chiíta, impulsado por los fatimitas hasta que perdieron fuerza a causa de los ataques de las Cruzadas. En 1173, Salah El Din El Ayubi (Saladino) expulsó a los fatimitas que quedaban en El Cairo y con ellos el chiísmo dejando paso al Islam sunita. La ciudad fue objeto de una remodelación total. Se intentó unificar varias poblaciones y el puerto dentro de una sola muralla y sobre la meseta que había al este de la ciudad construyó un gran centro administrativo, militar y político conocido como “La Ciudadela”. En su interior se erige la mezquita de alabastro, como también se conoce al templo de Mohamed Ali. En cierto modo recuerda a la mezquita del Sultán Ahmed, en Estambul, ya que su arquitecto procedía de allí. Fue erigida para la oración y, también, como entierro de Muhamed Ali. Su tumba se ubica al sureste de Beit Al Salah, a la derecha de la entrada que conduce a la sección principal. Desde La Ciudadela se disfruta de una increíble panorámica de la ciudad y de sus numerosos minaretes. Muy cerca de allí se extiende el único pulmón verde de El Cairo (de pago para sus habitantes) llamado parque Al Azhar. Con vistas a la ciudadela, la mezquita del Sultán Hasan y la Ciudad de los Muertos, estas 30 hectáreas permiten escaparte del caos ruidoso y encontrarse con los cairotas en un lugar de ocio y sosiego. Incluso puedes comer en un restaurante con decoración neo-andalusí que se erige junto a un estanque artificial. Un mercado tradicional Pero si hay algo que no puedes perderte es la visita a Jan al Jalili donde se establece el laberíntico zoco de El Cairo. Huele distinto del resto de la ciudad. Aquí, se sustituye la polución por el aroma de las especias, los condimentos, los remedios medicinales e, incluso, los afrodisíacos. El bazar se sitúa junto a la mezquita del sultán Al Ashraf Barsbey, quien convirtió el comercio de las especias en un monopolio del Estado para financiar la toma de Chipre en 1426. Es fácil encontrar, a la puerta de algún comercio a hombres bebiendo infusiones de “karkadé”, una bebida típica egipcia hecha a base de hibisco, que se puede comprar en el bazar junto a otras mil especias. Aunque la mayoría de los clientes son egipcios, también hay algún turista que se aventura por las estrechas callejuelas del bazar, aunque sea para tomar fotos. Si bien es todo digno de visitar, existen algunos puntos de interés especial. El más popular es el café de Fishawi, abierto día y noche desde hace doscientos años y cuyo interior está repleto de espejos que generan cierta claustrofobia. Junto a lo más tradicional han proliferado, también, numerosas tiendas de souvenirs para turistas algo que ha propiciado que nadie se sienta extraño. En unas cuantas calles, se hablan todos los idiomas del mundo habidos y por haber. Un edificio de altura Dentro de los edificios modernos vale la pena visitar El Cairo Tower, situada en el barrio de Zamalek, muy cerca del Museo Egipcio. Se trata del la torre más alta de la ciudad, construída en 1956 para convencer al mundo de que Egipto tenía la capacidad para construir la presa de Assuan. Sus 187 metros de altura constituyen una magnífica atalaya desde la que poder observar la ciudad. La sexta planta, además, dispone de un excelente restaurante que ofrece vistas de 360º. Mi estancia en El Cairo va tocando a su fin y dedico la tarde a pasear junto al río Nilo que constituyó un elemento fundamental para el florecimiento de la civilización del Antiguo Egipto. Hoy sus riberas ya no están repletas de cultivos sino de modernos edificios y hoteles. Contemplo a una pareja de musulmanes coqueteando con las últimas luces del día cuando la llamada a la oración me recuerda que no habrá beso. No, al menos, en la calle. Hubiera sido un bonito final. |
GUÍA PRÁCTICA |
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COMENTARIOS |
Pues anímate César porque a pesar de los millones de turistas que recibe Egipto todos los años y, en particular El Cairo, el lugar sigue conservando viva la esencia y sus tradiciones y ritos más ancestrales. Estoy seguro que te cautivará, sea a través de la red o en vivo y en directo. La impresión de ver las gigantescas pirámides es fascinante. Ya me lo dirás Dejado por: Josep guijarro siempre he soñado conocer el cairo ahora con la tecnologia actual puedo ver atravez del internet y sentir parte de ese sueño pero si deseo tocar esemaravilloso mundo con esa gran civilizacion gracias por mostrarnos a este gran equipo Dejado por: Cesarlopez |
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