Valls, Tarragona Gastronomía y fiestas populares |
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Cuna de los castells y de los calçots, la ciudad de Valls, en la comarca del Alt Camp vive uno de sus años más dulces. Del 28 de enero al 6 de febrero, ha celebrado una de sus fiestas más emblemáticas: las decenales en honor a la Virgen de la Candela.Texto y fotos: Josep Guijarro |
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Me quedo en la primera. Aunque su economía sigue basada esencialmente en la agricultura, el Alt Camp ha ido transformándose en los últimos años sin renunciar a ese aire tradicional que tanto nos gusta a los viajeros. Su capital es Valls, que sigue acogiendo los miércoles su tradicional mercado desde el siglo XIII, atrayendo a agricultores y comerciantes de los alrededores. Tres son los iconos de esta ciudad: el Císter, los Castells y los Calçots. Tres “C” que evocan cultura, tradición y gastronomía. Y es que algo posee este territorio para que tres elementos tan identificativos de la cultura catalana tengan aquí su cuna. La Ruta del Císter merece, por su importancia, un reportaje propio, pero castells y calçotades van a concentrar toda mi atención.... y mi estómago. Y lo hacen por derecho propio pues ambas son protagonistas de unas fiestas singulares: Las decenals de la Mare de Déu de la Candela, una tradición que se remonta al siglo XIV y que este año han vuelto a llenar de visitantes las calles de Valls en un momento muy dulce: el reconocimiento de los castells (torres humanas) por parte de la UNESCO como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Sus dos colles -la Vella dels Xiquets de Valls y la Jove dels Xiquets de Valls, rivalizan en la calidad y dificultad en todas sus actuaciones. Fiestas decenales Las fiestas decenales (cada ¡diez años!) varían considerablemente el aspecto de la ciudad. Se han habilitado aparcamientos disuasorios en la periferia, los balcones de las casas lucen banderas azules y símbolos marianos y las calles se han engalanado con millones de bombillas. También los escaparates de los comercios se tematizan para conmemorar el “milagro” de la virgen de la Candela. Y es que, según la tradición, cuando hace casi 700 años Europa sufría las consecuencias de la devastadora peste, los vecinos de Valls -desesperados- intercedieron a la imagen de esta virgen románica para que acabara con la enfermedad. Y lo consiguieron. En agradecimiento prometieron que siempre tendría un cirio encendido frente al icono, una luz que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue iluminando la talla. Con tamaño éxito los vallenses no tardaron en pedir nuevos favores a la Virgen; en la plaga de saltamontes de 1687 o la enfermedad de la constelación del año 1783. Y como siempre vieron cumplidas sus súplicas decidieron agradecer los favores de una forma extraordinaria. Así nacieron las fiestas decenals de la Mare de Déu de la Candela que, desde 1791 no han fallado nunca, aunque hayan dejado de ser únicamente religiosas para enriquecerse con otros actos, pasacalles, bailes, fuegos artificiales y, como no, castells. Conjuntos monumentales Me dejo llevar por el gentío que dirige sus pasos a la iglesia gótica de Sant Joan donde se va a representar a media tarde un baile del siglo XIX reinterpretado a partir de un texto de Marc Fusté Olivé. El paseo me conduce hasta la Plaça El Pati, antiguo patio de armas del arzobispo de Tarragona que, para la ocasión, está repleta de bombillas multicolores. Sigo paseando por la calle de la Cort hasta el Ayuntamiento. En la entrada dos gegants y un dragón salen a mi paso. Son elementos folkloricos populares presentes en toda fiesta catalana que se precie. Los escaparates de los comercios también han sido tematizados para las fiestas, hasta los petonets saben a cielo en esta ciudad. Son un dulce típico de estas latitudes confeccionados con avellanas y chocolate. Después me internaré por el antiguo barrio judío medieval, contemplaré la capilla del Roser, decorada con valiosas cerámicas y me detendré en el conjunto monumental de la iglesia gótica de Sant Joan, con su fachada renacentista, donde la multitud se agolpa esperando la apertura de sus puertas. Calçotades Al día siguiente me dirigiré a una antigua masía ubicada en la aldea de Masmolets, muy cerca de Valls, para probar una de las exquisiteces gastronómicas de la región: los calçots. Se trata de cebollas que reciben este nombre del hecho de que, en su cultivo, se amontona tierra sobre los brotes que crecen de la cebolla inicial (calçar la terra sobre la planta). Esto se hace para conseguir un tallo blanco de unos 20 a 25 cm. Según algunas noticias las calçotades fueron inventadas por un payes del siglo XIX conocido por el sobrenombre de “Xat de Benaiges”. Lo que no presenta ninguna duda es que des de las primeras décadas del siglo XX la calçotada se ha convertido en una comida popular de muchas familias de Valls y sus alrededores durante días festivos y cada vez mas extendida. Uno de los templos de este arte culinario es Cal Ganxo afamado por la salsa que acompaña los calçots, elaborada a base de almendras, ñoras, ajos, guindilla, aceite de oliva, aceite de girasol, vinagre y sal. El éxito es tal que en diciembre ya se agotan las reservas para toda la temporada, normalmente, hasta el mes de abril. Vivo activamente todo el proceso. Al mediodía, Los calçots son cocidos con los sarmientos de la zona y, posteriormente, servidos en una teja acompañados por la salsa ya mencionada. A continuación carne de cordero y longaniza sobre una pequeña cazuela con ascuas para mantener la carne caliente y acompañado de butifarra negra , alcachofa y judias del “ganxet”. Una delicia. En base a la experiencia puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que no será necesario esperar diez años para visitar de nuevo estas tierras septentrionales de Cataluña. |
GUÍA PRÁCTICA |
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