uz del día va llegando a su ocaso y, a medida que el astro rey se oculta, se encienden en el firmamento las primeras estrellas, como si de bombillas se tratara. El cielo, en la isla de La Palma es un espectáculo singular, no sólo para los gigantescos y modernos telescopios profesionales que coronan el Roque de los Muchachos sino para cualquier aficionado a la astronomía, lo que la convierte en la isla de las estrellas. Marta Luisa, la simpática y eficiente guía que me acompaña desde mi llegada a este maravilloso rincón de las Canarias, maneja su vehículo por la sinuosa carretera que conduce hasta el término de municipal de El Paso, el lugar por el que el conquistador Alonso Fernández de Lugo intentó entrar en 1492 al reino de Tanausú. Los faros del coche ciegan a los numerosos conejos que cruzan la senda hasta nuestro destino, un mirador denominado de Los Llanos del Jable (o de las Brujas), donde nos espera Carmelo, gerente de Astrotour, una empresa dedicada al turismo de estrellas. En la penumbra distingo un cartel que apunta al cielo y en el que reza “Polaris - 431 años luz”. Se trata de uno de los miradores astronómicos que salpican la isla desde 2010 para fomentar la práctica y estudio de la astronomía, una iniciativa del Patronato de Turismo en colaboración con el área de Medioambiente del Cabildo Insular y las empresas destinadas a esta práctica. Carmelo ha instalado un telescopio “portátil” y, con la ayuda de un láser de bolsillo nos obsequia una tan divertida como instructiva clase magistral de astronomía. En la bóveda celeste que, hasta entonces, sólo distinguíamos luces colocadas al azar, empezamos a entrever, a partir de la estrella Polar como referencia, las constelaciones que nos rodean y que nos permitirán localizar objetos más lejanos y difusos a través del telescopio. Planetas, cúmulos estelares y galaxias desfilaran por delante de nuestros ojos casi hipnotizándonos.
Escenarios de leyenda Y si espectacular resulta el firmamento de noche, no menos llamativa resulta la visita al llamado Roque de los Muchachos, el techo de la isla, que aloja la friolera de ochenta telescopios en su cumbre. Se situa al borde del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, a 2.396 metros de altitud, en el término municipal de Garafía. Nos separan 36 Km. y 280 curvas desde la capital y, a medida que ascendemos, vamos dejando atrás un mar de nubes que nos proporcionan la sensación de estar tocando el cielo. A medida que nos aproximamos a la cumbre nos saludan los observatorios Isaac Newton, Galileo Galiley y el Gran Tecan. Los vientos alisios soplan con fuerza, mientras mi vista se pierde en las estructuras pétreas que la imaginería popular ha relacionado con los “muchachos” que dan nombre a la cima. Un lugar repleto de leyendas, como la que tiene como escenario el Dique del diablo y que hace alusión a una pared lávica creada por el mismísimo demonio para separar a una pareja de enamorados que se daba cita a la la luz de las estrellas; ella era una bella indígena de Garafía y él de Barlovento. El amor que ambos se profesaban despertó la codicia del maligno que -se cuenta- creó este paredón pétreo en una sola noche con la intención de separar a los amantes. El valiente mancebo, sin embargo, logró superarlo y en su esfuerzo cayó hacia los abismos de La Caldera de Taburiente.
El Roque de los muchachos El Instituto Astrofísica de Canarias se fundó en 1975. Ése año, el Ayuntamiento de Garafía le cedió unos terrenos en la cumbre del Roque de los Muchachos para sus instalaciones. 35 años después este enclave reúne los más importantes telescopios, incluído el mayor robotizado de Europa. Desde aquí se han realizado observaciones pioneras que incluyen estrellas y galaxias formadas tempranamente en nuestro Universo, así como cometas y algunas evidencias de planetas orbitando a estrellas como el Sol. Las instalaciones del Observatorio Astronómico también se pueden visitar, pero para ello es necesario rellenar una solicitud a través de la web del Observatorio y pedir una visita concertada. Además en verano se organizan jornadas de puertas abiertas para poder conocer los telescopios instalados en el Roque. Esos días se publican en el mes de junio en la página web del Observatorio (www.iac.es). Tanto si tienes acceso a las instalaciones como si no, vale la pena subir hasta este lugar mágico desde el que se divisan otras islas del archipiélago y las nubes nacen a tus pies. Y es que para los palmeros, el Roque de los Muchachos es un lugar donde descubrir y donde entender la vida. Desde hace siglos, los aborígenes que poblaban la isla, se reunían aquí para comprender mejor los misterios del Universo, aunque entonces no poseyeran telescopios.
Santa Cruz de la Palma Al margen de sus cielos, la denominada “isla bonita” nos proporciona otras muchas experiencias. Vale la pena dedicar un día a explorar su capital, Santa Cruz de la Palma, una localidad que aún rezuma tradición marinera y que en otro tiempo se convirtió en uno de los puertos más importantes del Imperio Español (leer La isla bonita). Queda patente al andar por su Avenida Marítima y disfrutar de sus típicos balcones, cubiertos de celosías y repletos de plantas floridas y multicolores. Te recomiendo que almuerces o cenes en La Placeta que, además de ser una joya de la arquitectura colonial por sus balcones, tiene fama de ser un restaurante de calidad que conjuga tradición y buenas presentaciones. Desde allí puedes fácilmente pasear por el centro histórico, ver la iglesia, en la Plaza de España, con su famoso reloj, o la fuente renacentista junto al Ayuntamiento. Desde Santa Cruz de la Palma puedes dirigirte, también, al santuario Real de Nuestra Señora de las Nieves, una de las tallas más antiguas de las islas, de gran devoción. El patrimonio arquitectónico colonial de la isla es extraordinario, y no sólo en su capital sino, también, en poblaciones como Tazacorte que goza, además, de extraordinarias playas de arena negra y una plaza de estilo modernista muy singular, o Los Llanos de Aridane donde pude visitar el Museo de la Seda, que guarda en sus instalaciones una amplia colección de piezas de seda y textiles que nos permiten realizar un recorrido histórico desde el nacimiento de la seda, en el lejano Oriente, hasta su llegada a Europa y, posteriormente, a Canarias.
Parque Natural de la caldera de taburiente Con todo, uno de los atractivos más conocidos de La Palma es la llamada Caldera de Taburiente, un un enorme circo de ocho kilómetros de diámetro con aspecto de caldera, donde las múltiples erupciones volcánicas, grandes deslizamientos, la fuerza erosiva del agua y el tiempo, han ido modelando su morfología, convirtiéndola en un escarpado paisaje con cerca de dos mil metros de desnivel. Para acceder a este Parque Natural y Reserva de la Biosfera es necesario registrarse previamente en su Centro de visitantes, situado en la localidad de El Paso o hacerlo on line, a través de la web de Parques Nacionales. En el parque domina el pino canario (que se reconoce por tener tres hojitas en lugar de dos), acompañado por especies como el amagante (Cistus symphytifolius) y especies endémicas que sólo crecen en las escarpadas paredes y roques, como el retamón (Genista benehoavensis), la violeta (Viola palmensis), o la Bencomia extipulata. Pasear por estos paisajes y contemplar la cascada de las nubes que recibe este nombre porque no pasan de determinado punto por efecto de los vientos alisios. es un regalo para los sentidos.
San Antonio y Teneguía, dos volcanes Abandono la Caldera rumbo a Fuencaliente. Allí en 1971, tuvo lugar la última erupción, de la que surgió el volcán Teneguía, que sigue estando en el punto de mira de los científicos por seguir candente. Hay que darse prisa pues la carretera cierra por obras desde las 16,30 a las 18 horas. Los incendios de hace dos años y las intensas lluvias han lastimado los accesos. El paisaje sobrecoge a medida que nos aproximamos al volcán San Antonio que acoje hoy día un centro de interpretación sobre vulcanismo. Allí pude ver un vídeo que muestra imágenes de la última erupción el 26 de octubre de 1971. Parte de los materiales expulsados por el volcán fueron ganados al mar en un grandioso espectáculo pirotécnico que no tardó en atraer a la isla a miles de visitantes. Estas tierras se convirtieron más tarde en una oportuna plataforma sobre la que extender los cultivos de plataneras. Tras recorrer la boca del volcán San Antonio -cuya última erupción se remonta a 1677- sepultando la fuente manantial que da nombre al municipio ponemos rumbo al faro de Fuencaliente, cerca del manantial que se intenta recuperar para su explotación. Es como llegar al fin del mundo. Los vientos aquí soplan con fuerza y dibujan un paisaje singular con el contraste del negro de los materiales volcánicos y los colores de las salinas adyacentes. Antes de regresar al hotel me detendré en la localidad de Mazo donde se erige el molino de Ramón, un artesano que se ha especializado en la cerámica aborigen, tanto en su forma como en su significado.
Bosques de Laurisilva El último día en La Palma voy a dedicarlo a recorrer el sendero de Marcos y Cordero (se trata de los nombres del propietario y el ingeniero que canalizó los nacientes de agua de la zona, respectivamente) para ver los bosques de Laurisilvas y los bosques de los Tilos, declarados reserva de la biosfera por la UNESCO. Se sitúan en la vertiente Nordeste de la isla, en los términos municipales de Barlovento, San Andrés y Sauces, Puntallana y Santa Cruz de La Palma. Más de trece mil hectáreas que nos transportan al terciario con vegetaciones que invitan a la fantasía. Y es que, cuando la isla emergió del océano, hace unos dos millones de años, muchas especies mediterráneas, del norte de África y de las islas canarias más antiguas, colonizaron el nuevo territorio, donde evolucionaron hasta convertirse en especies diferentes de las originales. La ruta por los manantiales, con sus treces túneles, fue escavada en el año 1900, alguno de ellos muy largo (400 metros) y otros atravesados por cortinas de agua, por lo que es necesario llevar linterna y capa de agua. Alguno de los túneles tiene aberturas al exterior y aunque la tentación es mucha por la bella vista que se observa, hay que tener mucha precaución pues hay una caída vertical de varios cientos de metros. Laureles, madroños y helechos gigantes en la umbría acompañarán nuestros pasos en una aventura tan apasionante como singular. Desde las profundidades del Universo hasta los impenetrables bosques de laurisilva, la isla de La Palma nos hechiza gracias a la fuerza y la magia de su naturaleza postulándose como un auténtico paraíso para los caminantes invitándonos a disfrutar y conocer parajes de inusitada belleza, teñidos de exuberante vegetación y de una intensa luz.
|