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La Semana Santa también forma parte del ciclo festivo en la Comarca del Matarraña. En ella se unen, tradición y gastronomía que junto a su valioso legado arquitectónico y paisajístico la convierten en un destino de escapada a descubrir.
Texto Josep Guijarro Fotos Archivo
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Son tierras de olivos, almendros y vid, de bosques de encinas y pinares, todo ello regado por la red hidrográfica que forma el río Matarraña y sus afluentes. En cambio, en las cuencas altas de estos cursos de agua, el paisaje se vuelve abrupto y escarpado; impresionantes formaciones calcáreas, como las gubias de Regatxol y Parrissal, invitan a adentrarse en un mundo casi subterráneo.
Los pueblos de la comarca del Matarraña conservan interesantes cascos urbanos y conjuntos monumentales, muchos de ellos declarados de interés histórico-artístico. Es el caso de Valderrobres, con su iglesia y un castillo declarado monumento nacional; la Fresneda, un pueblo de bonitas calles porticadas.
La Semana Santa en Valderrobres
La Semana Santa, forma parte del ciclo festivo de la Comarca del Matarraña. En ella se unen, tradición y gastronomía. Tambores, bombos, cornetas y platos típicos de cuaresma, son los protagonistas en los días de Pasión. Mientras los dulces y las comidas campestres sustituyen a estos en la celebración de la pascua, donde la mona o rosca es la principal protagonista.
En Valderrobres existen dos cofradías, una masculina y una femenina, que se remontan al año 1.954. La cofradía del Santo Entierro es la cofradía de los hombres y la cofradía de la Virgen de la Soledad la de las mujeres.
Las cofradías se formaron para ayudar al párroco con la organización de los actos religiosos y, estas cofradías, se encargan actualmente de la organización de las procesiones y el cuidado de los pasos. La banda de cornetas de Valderrobres se creó en 1985.
Los actos se inician el Domingo de Ramos con una bendición de palmas y una procesión hasta la Iglesia Parroquial de Valderrobres. La festividad propiamente religiosa comienza el miércoles, con la procesión del Vía Crucis que recorre el casco antiguo de la localidad con bombos, tambores y una corneta.
Solemne es la procesión del Silencio. Sale el Jueves Santo y lleva los pasos hasta la Capilla de las Hermanas donde descansaran hasta la procesión del día siguiente. El viernes es, por tanto, el día más importante. En Valderrobres se celebran dos procesiones: la Rompida de la Hora y el Santo Entierro.
La primera tiene lugar a las doce de la mañana en la plaza de la localidad en la que todos los tambores esperan a que se cumplan las doce para comenzar a tocar al unísono. Este día se conmemora la muerte de Jesús en la cruz y como la tierra tembló. Se continúa tocando hasta la procesión del Santo Entierro por la noche.
La procesión del Santo Entierro es una de las más multitudinarias de la Semana Santa de Valderrobres. En esta procesión se saca la cruz procesional de la parroquia que encabeza la celebración.
Detrás de la cruz de la parroquia vienen los pasos; Primero el de la Oración del Huerto de los Olivos, perteneciente a la hermandad del Santo Sepulcro. Después el Cristo Crucificado que es porteado por cuatro personas al ritmo de los tambores.
El tercero es el de la Soledad de la Virgen, en este paso aparece la Virgen cubierta con una túnica de terciopelo y un manto, ambos bordados en oro. El paso es llevado entre cuatro personas y, por último, el del Santo Sepulcro, adquirido en el año 1.955 en Valencia. Su compra se costeó entre los vecinos de Valderrobres. El paso es porteado por 24 personas que se relevan hasta seis veces durante la procesión.
Otros pueblos de la comarca
Durante tu estancia aconsejamos visitar otros pueblos de la comarca, como Ráfales, con su remodelado casco antiguo, y Calaceite, plagado de palacetes y oratorios. El estilo gótico está presente en numerosas construcciones de la zona como los templos de Lledó, Arens de Lledó, Torre del Compte, Mazaleón, Fuentespalda o la ermita de Nuestra Señora de la Fuente, junto a Peñarroya de Tastavins.
Un rasgo característico de estas tierras es su lengua. La situación como frontera lingüística con las comunidades catalana, valenciana y aragonesa ha hecho que se hable un dialecto de transición entre el catalán y el castellano, lo que algunos han bautizado como “chapurreao”.
En los últimos años el Matarraña se ha llenado de hotelitos con encanto, verdaderos remansos de paz en un territorio que conserva sus valores culturales y naturales. Antiguos conventos, molinos de aceite, palacetes, masías abandonadas, incluso estaciones de tren, han visto cómo el turismo volvía a traer la alegría a sus estancias. Vale la pena explorar el territorio, disfrutar de sus encantos y vivir a fondo sus tradiciones.
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