Grandes destinos / Argentina
Las provincias de San Luis, La Rioja y Mendoza forman la llamada región de Cuyo, ubicada en la base de las cumbres más altas de la Cordillera de los Andes. Aquí no sólo radican los más prestigiosos viñedos sino también otros atractivos paisajísticos; una gran cantidad de ríos, diques y lagos ideales para los amantes de la aventura.
Texto Patricia Hervías Fotos Josep Guijarro
Al O
este de Mendoza se extiende una vastísima región desértica que el hombre se ha empeñado en hacer fértil. Tras las tupidas alamedas que, desde antaño, dan sombra a los camiones cargados de uva, plantadas para evitar que el sol y sus altas temperaturas la estropeen, se perfilan las blancas cumbres de la cordillera andina. El volcán Tupungato, con sus 6.700 metros de altitud, domina el paisaje con su abrumadora verticalidad. Su presencia, junto al volcán San José, es casi constante a lo largo de la Ruta 40, una larga y recta carretera que conoce a la perfección Fernando, el chófer que me acompaña a mi próximo destino: San Rafael.
Esta población se halla a poco más de doscientos kilómetros al sur de Mendoza y, aunque también es conocida por su producción vitivinícola posee unos ricos yacimientos geológicos y paleontológicos que llaman mi atención. San Rafael está rodeada por una gran cantidad de ríos, diques y lagos, entre los que destacan el Atuel -con su espectacular cañón- y el Diamante. Esta zona, por tanto, es ideal para los amantes del turismo activo y la aventura.
Mi nariz seguía pegada al cristal, con la mirada pendiente de la cordillera. Como el desierto que atravesábamos, ejercía un efecto hipnótico sobre mi. Era como estar rodeada por una gran fortaleza natural. Sus precipicios eran murallas y los bastiones, peñones que caen, uno tras otro, hasta el valle. Y es que cuando la pronunciada pendiente de las cumbres se encuentra con el valle se produce un efecto mágico. Mi espíritu se hincha de sueños y esperanzas. La luz, además, me sorprende por su singularidad.
Recursos naturales
Pregunto por la gran cantidad de pozos petrolíferos que salpican el paisaje: “esta región es muy rica en petróleo” –me explica Fernando-, “es el primer recurso economico de la region”. El dato me sorprende pero pronto averiguaría que el oro negro no es la única fuente de energía que abunda en la zona. También el Uranio dio lugar a un próspero comercio hace años.
Tras dejar atrás los pueblos de Chilecito, Paradetas y El paso, que son ciudades que acogen en época de vendimia a muchos jornaleros venidos de Bolivia o Chile, distingo alineadas junto a la ruta numerosas casas con forma de iglú. Casi “obligo” a Fernando a detenerse, ya que me resulta especialmente gracioso que en un lugar tan árido, alguien haya pensado en esta forma arquitectónica, típica de los lugares fríos. Todo tiene su explicación; si bien en verano el calor es muy fuerte, el invierno, es igualmente duro y complicado por la escarcha y la nieve. No hemos de olvidar que estamos al lado de la cordillera más larga y alta de Sudamérica.
Patria Peregrinación
Aprovechamos la parada para señalar en las alturas un pueblo, que si bien no es visible en la distancia, tiene su peso específico, el llamado Manzano Histórico. En él se recuerda al General San Martín y la creación del país. Por ello, cada mes de agosto (fecha en la que falleció), se realiza una cabalgata que cruza los Andes hasta Chile. A la llegada se cocina un tradicional asado, se duerme y se regresa a Argentina. Es curioso encontrar tradiciones que impliquen activamente a dos países…
El cañón del Atuel
Tras dos horas y media de camino llegamos al valle de Uco, donde se abre la tierra para ofrecernos la agreste belleza de un cañón: el Atuel. Dos águilas sobrevuelan las rocas dándonos la bienvenida.
La leyenda nos habla de los problemas que tenía un pueblo gobernado por Talú y su necesidad de agua. Emprendieron un gran viaje en el que conoció a una joven que vivía sola, y decidió casarse con ella. Tuvieron un hijo, Atuel, pero su necesidad de agua seguía siendo inminente por ello, los hombres blancos, decidieron atacar para quedarse con esas tierras. Lo consiguieron asesinando a todos los hombres. Clara, tomó entre sus brazos al pequeño Atuel y se encaminó hacia las altas montañas, para rogar a los dioses que enviasen agua. Como no ocurría nada, ella ofreció su vida y la de su hijo. Al momento de morir, cada uno dejó caer una lágrima, y de ellas brotó un caudaloso río que se abrió paso por la tierra reseca hasta la aldea. La bella leyenda nos hace comenzar el camino con un ánimo diferente, y quizás imaginar hasta qué punto es cierta la historia. Con todo, las formaciones rocosas que la erosión ha esculpido a lo largo de los siglos hace que el recorrido de más de 150 Km., tenga un interés especial para mi. Allí, las esculturas naturales nos asaltan a cada curva; los Jardines Colgantes, Los Monstruos, El Mendigo, el Sillón de Rivadavia, el Museo de Cera, La Ciudad Encantada, Los Viejos y El Lagarto... la lista es interminable. Los minerales y las piedras del Cañón hipnotizan y maravillan con sus formas y colores, como lo hacen sus dos lagos artificiales, el Aisol y el Tierras Blancas que reflejan como un espejo los acantilados que los rodean y contribuyen a realzar más si cabe, la belleza del paisaje que finaliza su camino en el gran embalse el Nihuil y su fantástico submarino. Ese es el nombre que recibe una curiosa formación rocosa que sobresale de las aguas desde el centro del lago.
San Rafael
Me fijé algo más y pude distiguir kayaks y jets ski surcando sus cristalinas aguas, mientras un grupo de chicas tomaban el sol despreocupadas y algunas familias pasaban el día. Pocas, porque es otoño y la temporada aquí empieza en nuestro otoño. No hay que olvidar que nos hallamos en el hemisferio austral. Con mi cuaderno lleno de sensaciones puse rumbo a San Rafael, la segunda ciudad más importante de la provincia que, en los últimos años se está abriendo al turismo, especialmente a quienes se acercan a practicar deportes de aventura. Su proximidad al Atuel, situado a escasos 230 Km. o el Dique Agua del Toro (50 Km.) presidido por el cerro Diamante, una mole de roca de 2535 metros de altura, la convierten en parada obligada para los aventureros.
San Rafael es una ciudad muy similar a Mendoza: acequias, viñas y bodegas, calles arboladas... Un oasis en medio del desierto mendocino de espinosos arbustos.
No hay que olvidar que San Rafael forma parte, junto a San Juan y La Rioja de la región de Cuyo que en lengua huarpe (los nativos de esta zona) significa “país de las arenas”.
En la Plazotela del Inmigrante pude ver la primera locomotora que llegó a la ciudad en 1903 y que dinamizó la economía de la zona.
Las calles y plazas están repletas de gente tomando mate, de niños jugando pero reina la paz y la tranquilidad.
Una forma de recorrer la ciudad es situarse en la intersección de las avenidas Mitre y San Martín (donde verás la estatua ecuestre del libertador) desde allí puedes llegar a cualquier punto. Es interesante visitar la Catedral de San Rafael Arcángel, un moderno edificio de arquitectura neorromántica, o alguno de los museos de la ciudad.
Alzo la vista. Detrás de las copas de los árboles brilla la Luna llena invitándome a seguir soñando con este viaje inolvidable.
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