Destinos mágicos / Israel

El otro sepulcro de Jesús

Crónica de un viaje a Jerusalén

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El otro sepulcro de Jesús

Desde el siglo IV se erige en la Ciudad Vieja de Jerusalén la iglesia del Santo Sepulcro, el lugar donde, supuestamente, fue ajusticiado y enterrado Jesús de Nazareth. No muy lejos de allí, sin embargo existe un sepulcro apócrifo. Es frecuentado por protestantes y curiosos que siguiendo antiguas tradiciones aseguran que allí se hallaba el jardín de José de Arimatea, el Calvario y el sepulcro de Jesús. Te proporcionamos todas las claves.

Texto y Fotos Josep Guijarro

Como un peregrino más me interné en la Iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén, ascendí por las escaleras hasta el martyrion de la basílica que es donde, supuestamente, se situaba el Gólgota y, después, seguí al gentío hasta el centro del anastasis donde, según la tradición, fue sepultado Jesús y resucitó al tercer día. Los fieles guardaban su turno en una inmensa cola para permanecer poco menos de un minuto en el interior. Un sacerdote ortodoxo con cara de pocos amigos chasqueaba los dedos para dar a entrada a un nuevo grupo y después los extendía en la cantidad de personas que podía entrar. Todo ello sin articular palabra. Mientras esperaba tanda, mi vista recorrió la elaborada estructura que contiene el Santo Sepulcro, en el centro de una rotonda de 18 columnas que sostienen un ornamentado techo en forma de cúpula. De repente, unos rezos llamaron mi atención. Provenían de la parte posterior a la entrada del Sepulcro. Allí, oraban de pie cuatro miembros de la iglesia jacobita o siríaca, despojados de su capilla a causa de un incendio en 1810. Mi curiosidad iba en aumento así que desenfundé mi linterna y me introduje por la puerta de la capilla oscura que quedaba a sus espaldas. Las paredes estaban ennegrecidas, aun así colgaba de una de ellas una pintura bizantina sumamente dañada. Después apunté a una de las esquinas y distinguí una pequeña apertura. Sin pensarlo me introduje en ella y adiviné al fondo dos orificios destinados a soportar urnas funerarias. Como pude enfoqué la cámara y disparé. El flash rompió la oscuridad del sepulcro tipo kokhim, conocido popularmente como la tumba de José de Arimatea y atrajo la atención de mi guía en Israel, Arie Belinko, un judío de origen argentino que me invitó a salir. Sin meditarlo me espetó: “¿te convence?”
Dudé. Miré a mi alrededor y, antes de que pudiera articular respuesta alguna, Arie intervino de nuevo; “este ambiente contrasta con la paz del otro sepulcro”.
Mis ojos se abrieron como platos. “¿Otra tumba de Jesús? Llévame hasta allí”.

El otro monte Calvario
Cruzamos el barrio árabe-cristiano en dirección a la puerta de Damasco, situada al Norte de la ciudad y, un poco más allá, tras una estación de autobuses, mi guía me hizo prestar atención a una curiosa estructura geológica. “Se trata de una antigua cantera de piedra, conocida por muchos como ‘La Colina de la Calavera’.” De hecho el significado de Calvariae, en latín o Gólgota, en arameo, es la misma: calavera, y hace referencia a la forma que tenía el lugar donde fue ajusticiado Jesús. “Detrás se halla la tumba del Jardín, sígueme” –intervino Arie.
Apresuradamente, nos dirigimos a la entrada del recinto que es regentado por una sociedad creada hace más de un siglo, en 1894. Sus donaciones propiciaron la compra de los terrenos donde se ubica la sepultura que hoy día es frecuentada por cristianos anglicanos y otros grupos menos numerosos.
Cruzamos un cuidado jardín en dirección al Calvario de Gordon, así fue bautizada la colina rocosa que visité anteriormente. Un cartel explicativo con una foto en blanco y negro mencionaba el nombre de su descubridor, el militar británico Charles Gordon y que la forma, así como su ubicación, a las puertas de la ciudad, sirvieron para convencerle, en 1867, que ahí podía hallarse el sepulcro de Jesús.
Varios lugares alrededor de Jerusalén han sido sugeridos como el sitio de la crucifixión y sepultura de Jesús pero solamente dos han merecido una consideración seria. El de la parte cristiana de la ciudad antigua, donde se erige la Iglesia del Santo Sepulcro (ver mapa) y el lugar donde ahora me hallaba. Ambas localizaciones cumplen con los requisitos evangélicos. Me explico.
La Biblia no precisa la ubicación del Calvario. Solamente dice que la crucifixión de Jesús tuvo lugar cerca, pero fuera de Jerusalén (Juan 19: 20; hebreos 13: 12), ya que la ley judía impedía realizar ejecuciones y sepulturas dentro de la ciudad. Por el contrario, sí precisa que se hallaba cerca de un camino transitado extramuros, puesto que los que pasaban se burlaron de él (Mateo 27: 39; Marcos 15:21, 29-30). Los romanos escogían lugares concurridos para que las cruces sirvieran de ejemplo. La crucifixión, pues, tuvo lugar probablemente en una colina, porque tenía la elevación suficiente para hacerla visible desde la distancia.
Las excavaciones arqueológicas han revelado la localización de los muros de Jerusalén en tiempos de Jesús. La Iglesia del Santo Sepulcro está hoy dentro de la ciudad actual porque Herodes Antipas amplió las murallas en el año 41. En el siglo XVI el sultán turco Suleiman el magnífico construyó los muros que hoy podemos contemplar. En el siglo I, pues, la línea de la ciudad estaba al sur del lugar donde se erige la Iglesia del Santo Sepulcro. Lo mismo ocurre con la colina que estaba frente a mi, tal como constataría al día siguiente, examinando la maqueta de Jerusalén que se exhibe el Museo de Israel.
De la tumba o sepulcro, sólo se nos dice que estaba en un jardín cerca del lugar de la crucifixión (Juan 19: 41).
Es evidente que la vegetación y las bellas flores del jardín que ahora me envolvían eran modernas pero, como veremos más adelante, existen evidencias de que aquí había un jardín y una tumba desde hace más de 2.000 años. Sin más dilación encaminé mis pasos hacia ella.

Un sepulcro muy antiguo
Recorrí alrededor de 100 metros, descendiendo por una escalera pude distinguir una tumba esculpida en la roca. Para mi sorpresa no había nadie, sólo serenidad y armonía que contrastaban con el bullicio del sepulcro “oficial”. Me detuve frente a la entrada y reparé en un canal situado en la parte inferior que, indiscutiblemente, sirvió para deslizar una piedra circular que alguna vez sirvió para sellar el acceso. Atravesé la puerta y acomodé mis ojos a la tenue luz que se filtraba por una pequeña ventana abierta en la etapa bizantina. El sepulcro estaba esculpido en la roca. Desde la antecámara pude contemplar, tras una verja de metal negro, tres compartimentos. No eran del tipo kokhim sino lo que se conoce como arcosolios, que encajan mejor con los Evangelios. Sólo uno había sido utilizado. Recordé entonces que La Biblia asegura que José de Arimatea dispuso una tumba nueva cavada en la roca (Lucas 23,53) ¿Era la que contemplaba en ese momento?
Supe más tarde que el sepulcro donde me hallaba fue desenterrado en 1891 y que las primeras comunidades cristianas se reunían allí para rendir culto a la tumba de Jesús. Lo prueba una vieja cruz que me dispuse a fotografiar.
Salí al exterior y, apoyado en una piedra rodante que no pertenecía al sepulcro, dibujé el plano de la tumba en mi cuaderno de notas.
Conmovido por cuanto acababa de ver, al llegar al hotel me senté frente al ordenador y tecleé “Charles Gordon” en Google. El buscador arrojó más de cinco millones de ítems, mas sin embargo sólo un puñado de ellos hacían referencia al descubridor del sepulcro apócrifo de Jesús. Probé de nuevo con “Gordon the garden tomb” y tuve más suerte.
Charles George Gordon -empecé a leer-, general inglés, apodado Gordon Bajá, nació el 28 de enero de 1833 y murió en Jartum, Sudán. Se le recuerda sobre todo por sus campañas en China y en el norte de África. Alumno de la Academia militar de Woolwich, sirvió en Crimea. Después intervino en la campaña de China de 1860 durante la Rebelión Taiping contra los emperadores”. A su regreso de oriente recaló en Palestina y, en 1882 disconforme con la localización del Santo Sepulcro a causa de unos “sueños reveladores” fijó su atención en una colina con forma de calavera. Sus pesquisas dieron fruto y, años más tarde en 1891 se localizó la tumba. Lamentablemente, la única pieza que no encaja en el rompecabezas es la antigüedad porque la forma en que fue esculpido el del jardín revela que es propio de la edad del Hierro, entre el siglo IX al VII antes de Cristo. ¿A qué se refieren las escrituras por “nuevo”, a que había sido terminado de hacer o que no había sido utilizado? Ahí reside el quid de la cuestión.
A pocos metros del sepulcro apócrifo fue hallada una enorme cisterna del siglo I así como objetos propios para el cultivo de la misma época demostrando que allí pudo existir un antiguo jardín en tiempo de Jesús. ¿Era el de José de Arimatea mencionado en las Sagradas Escrituras?

Sólo faltaba el Arca
Al llegar a España y establecer contacto con algunos de los organismos que intervinieron en las pesquisas del Jardín de la tumba me topé con una sorpresa. El arqueólogo autodidacta Ronald Eldon Wyatt visitó el Calvario de Gordon en 1978. Paseaba perpendicular a ella, acompañado de una autoridad local, conversando sobre antigüedades romanas cuando su mano izquierda señaló a la colina utilizada entonces como depósito de basura y dijo: "Ahí esta la Gruta de Jeremías y el Arca de la Alianza está dentro”. Y, sorprendentemente, le autorizaron para llevar a cabo una investigación “Tu la encontrarás” –le dijo su interlocutor.
Comenzó cavando en la línea recta desde el acantilado y halló tres nichos en forma de "repisa" esculpidos en la roca. Ron supuso que se trataba del lugar donde los romanos colocaron los letreros sobre la cruz de Cristo.
Una excavación adicional reveló en la base la existencia de un altar, sugiriendo que allí los primeros cristianos habían erigido una iglesia para venerar el lugar del supremo sacrificio. Esta suposición vino reafirmada por el hallazgo de los cimientos y de una gran piedra circular en el piso. Poseía cerca de 4 metros de diámetro, y aproximadamente 22 centímetros de espesor. Es sabido que piedras de este tipo se hacían rodar en el frente de las cuevas sepulcrales; ¡Pero esta era enorme!
Revisé mi cuaderno y reparé en algo asombroso. El diámetro de aquella piedra no coincidía con la puerta pero sí con la sospechosa forma circular que poseía la pared así como con el espesor del canal por el que debió correr. En otras palabras: La piedra hallada por Wyatt encajaba perfectamente con la tumba del Jardín.
Finalmente, la Ron centró su atención en un agujero situado más arriba, cerca de otros dos. Supuso que, si éste fue el lugar de la crucifixión, se trataría indudablemente del agujero de la cruz. Una piedra cuadrada había sido colocada encima de éste agujero cuadrado, actuando como tapa.
No olvidemos, sin embargo que los investigadores buscaban en realidad una cueva que albergaba el Arca. El fruto de este esfuerzo llegaría, sin embargo, mucho más tarde. Fue en enero de 1982, cuatro años después de que Ron paseara con el Director de antigüedades. Localizó una apertura muy pequeña por lo que le pidió al hijo del árabe co-propietario del terreno, que se introdujera por él con una antorcha. Poco después salió al exterior... pálido.
Excitado, Ron agrandó el paso y se introdujo por el. Movió piedras y tablas de madera secas, que se descomponían al tacto. También halló pieles de animales que cubrían lo que reconoció como la Mesa del pan de la proposición del primer Templo. Continuó avanzando hasta que descubrió una caja de piedra. La tapa se había quebrado y estaba movida hacia un lado. Ron dirigió la luz de su linterna a través de la grieta y vio un Arca forjada en oro. Era el Arca de la Alianza. Wyatt comunicó su hallazgo a las autoridades y asegura que el director le espetó: "Sólo te prometí que la ENCONTRARÍAS. Saldrá a luz cuando sea el momento justo".
Ron fotografió y filmó su hallazgo aunque, sospechosamente, todo el material está borroso y la cueva volvió a ser sellada.

A modo de conclusión
Aunque en el extenso relato de Wyatt hay enormes lagunas he querido compartirlo porque parte de sus trabajos encajan con la tumba del jardín. Como encaja que la colina era ya un lugar tradicional para los sepelios musulmanes, judíos y cristianos, y que en la antigüedad era el lugar donde los criminales eran apedreados hasta morir. En el Mishná es denominado como "Beth ha-Sekelah", literalmente "Casa de Apedreamiento" y recordemos que fue aquí donde Esteban fue apedreado. Der hecho, cerca de allí se erige la iglesia de los Padres Dominicos de la École Biblique. El edifico custodia los restos de la basílica de san Esteban, construida en el s. V. La colina además, fue el lugar reconocido para la ejecución pública de los criminales judíos, tanto es así que a comienzos del siglo XX, escupían, arrojaban piedras y maldecían al "destructor de su nación".
Al final, sin embargo, todo se reduce a una cuestión de fe. Ortodoxos y católicos seguirán acudiendo al Santo Sepulcro de Jerusalén y los protestantes al Jardín de la tumba pero puede que muy pronto haya un tercer grupo, el de los curiosos que no contentos con lo que se cuenta de uno y otro decidan SENTIR por sí mismos

Publicado el jueves, 1 de abril de 2010

Comentarios

Afirmo que os restos mortais de Jesus estão guardados no interior do Calvário de Gordon! 

Antonio cesar domingues hedo | Publicado el 14/10/2017

Te faltó mencionar que se observa también el trozo de hierro que sirvió para asegurar la piedra de la entrada, el mismo está cortado (derretido) incrustado en la pared de roca!

José juan | Publicado el 24/03/2016

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