En Niger se celebra el guerewol, ritual en el que las mujeres eligen a los varones más apuestos de la tribu
Termina la estación de lluvias. Los Bororo, un pueblo de la familia Peul de pastores nómadas que viajan durante todo el año en busca de nuevos pastos, se desplazan hacia el norte, en los límites del Sáhara con el Sahel, la gran línea geográfica de clima tórrido que separa el desierto de las grandes sabanas del África Central. Todos los miembros de la tribu se reúnen durante dos semanas, refuerzan lazos entre sus clanes, reafirman su identidad y surgen historias de amor.
Celebran el Guerewol, un auténtico concurso de belleza donde los hombres despliegan todas sus dotes masculinas para que las mujeres, a modo de jurado, elijan a su favorito. Ellos maquillan sus ojos de ocre, se alisan el cabello y lo peinan en torno a una especie de diadema de algodón coronada por plumas de avestruz. Toman una pócima de leche con hierbas mientras sus torsos desnudos bailan hasta el amanecer en una sutil danza donde destaca la mímica y el movimiento frenético de ojos. Ellas sólo tienen que dejarse seducir y entregar al elegido su corazón por esa noche o, quién sabe, si para toda la vida.
La mayorista Nobeltours organiza un viaje hasta estas tierras nómadas para presenciar una de las fiestas tribales más sorprendentes y desconocidas de África. El viaje comienza en Abalak, en la región de Tahoua al norte de Níger, justo en los alrededores del territorio Peul-Bororo. Como el Guerewol se celebra en múltiples asentamientos, la expedición se embarca en un 4x4 para seguir el rastro de los cebús –animal sagrado, fruto de sus sacrificios y ceremonias- en búsqueda de las remotas aldeas de las tribus peul.
Culto a la belleza corporal y danzas hasta el amanecer
Estas tribus peul del África subsahariana conforman una etnia de pastores y ganaderos de orígenes misteriosos, que se instalaron en sus actuales territorios, entre Chad y Mauritania, hace dos mil años. Las raíces trashumantes, el ganado y el pastoreo son elementos comunes a todos ellos. Sin embargo en Níger habitan los wodaabé, que se diferencian del resto por el culto exacerbado a la belleza masculina, además de por su porte altivo y la finura de sus rasgos. Cada gesto cotidiano forma parte de esa admiración por el cuidado corporal.
En esta parte del mundo, de clima seco y árido, la lluvia se considera una bendición del cielo. Por eso, precediendo al Guerewol –fin de la temporada de lluvias-, los wodaabé conmemoran anualmente el worso, donde los jefes de las diferentes fracciones tribales convocan a todos los parientes para celebrar los nacimientos y las bodas. Los jóvenes bailan el ruumi o danza de bienvenida en círculos, hombro con hombro, alrededor de los ancianos que baten las palmas.
Después el yakee, que comienza con unos largos cantos sostenidos en forma de llamada para reunir a los amigos dispersos. Los hombres lucen grandes sombreros de paja y cuero decorados por plumas negras de avestruz, falda del pellejo de un cebú y una camisola confeccionada por las chicas durante la estación calurosa. Las danzas se repiten durante varios días, toda la noche, hasta desembocar en el Guerewol.
A parte de asistir al Guerewol, en el mismo viaje Nobeltours propone una visita a Agadez, capital del pueblo Tuareg, territorio fronterizo donde se mezclan dos formas de vida: la nómada de los pueblos peul y la sedentaria de los Haussa. Un cruce de caminos entre el mundo blanco y negro por donde transitaban antaño la Caravana de la Sal, procedente de la cercana mina de Bilma. Agadez es la única gran ciudad del desierto que no ha entrado en decadencia como ocurrió con Tombuctú y Walata.
Publicada el miércoles, 12 de mayo de 2010
Copyright © 2024 - Todos los derechos reservados - Xcriptum Producciones A2 S.L
Template by OS Templates | Usuarios online