Momificación espontánea en San Bernardo atrae el turismo en Colombia

Este fenómeno capta el interés de extranjeros y mueve el negocio de las momias.

Una de las momias del museo de S. Bernardo
Corría el año 1974. El sepulturero Eduardo Cifuentes se preparaba para exhumar a la víctima de un homicidio en presencia de sus familiares en el cementerio de San Bernardo, municipio de Cundinamarca, ubicado a dos horas de Bogotá, la capital de Colombia.
Y al abrir el ataúd la sorpresa no pudo ser mayor. El cadáver estaba entero, el mismo rostro -aunque descolorido- duro, intacto, igual como fue enterrado. Sus ojos se conservaban; su cabello, también. Estaba momificado.
Este fue el inicio de una gran cantidad de hallazgos similares de cadáveres momificados en esta localidad de cerca de 10.000 habitantes. Hasta 60 cadáveres son recordados como incorruptos, asegura Cilia Monroy, administradora del campo santo.
Las momias de San Bernardo son toda una tradición. Lo suficiente para que la Alcaldía construyera desde 2004 un museo para albergarlas. El lugar, ubicado en un costado del cementerio, es misterioso.
Cuando se abre la puerta se siente un frío extraño, una tranquilidad en el lugar. En las calles de la localidad no se habla de otro tema. Algunos moradores piden en vida que después de muertos los exhiban si se convierten en momias. Otros, guardan silencio. Dejan que decidan sus familiares.
Al entrar uno topa con el cuerpo de Saturnina Torres de Bejarano. Piel rígida, falda blanca, larga, saco verde, una rosa roja que la acompaña desde su muerte permanece intacta.
Al lado, Susana Acero de Pedraza, víctima de un cáncer de estómago y muerta en 1987. En un costado, aparece su fotografía en vida. Confirma que después de fallecida permanece intacta. Conserva el mismo vestido largo, blanco, de bolsillos con franja azul que lució en sus 50 años de matrimonio. Los zapatos se los tragó el tiempo. Su esposo, Luis María Pedraza, también fue momia, pero no se exhibe. Su cabeza quedó “antiestética”, dicen.
Laureano Acosta, otra momia, falleció en 1981 y diez años después lo exhumaron. Su piel, pestañas y cejas se conservan. Su bigote, también. La camisa blanca, pantalón beige, medias cafés, que portó en su ataúd, se resisten a desaparecer.
Aunque antropólogos de España, Estados Unidos, Argentina, Perú y otros países han buscado desvelar el misterio de las momias de San Bernardo, nadie lo ha conseguido.

Guardar silencio
Lina María Ramos, directora de Medicina Legal en el sur de Colombia, explica que es “un fenómeno cadavérico poco usual” asociado presuntamente al clima -en San Bernardo alcanza los 23 grados centígrados- y los minerales que hay en la tierra y que permiten que los cuerpos se conserven.
No obstante, Luis Enrique Rojas, vecino de esta localidad, no lo cree. ¿Por qué unos cadáveres se momifican y otros no? ¿Por qué en Bogotá o Tunja- donde el clima es más bajo- no se produce la momificación? Nadie conoce la respuesta.
Mientras se resuelve el misterio, los pobladores siguen creyendo que sus momias se alimentaron de guatila -papa cidra- o balú -frijol de gran tamaño conocido como el árbol que nunca muere- . “Acá comemos en abundancia estos productos para ser recordados por siempre”, apunta otro vecino.
Las momias de San Bernardo se volvieron tan populares que muchos extranjeros llegan hasta la localidad a preguntar: “¿Acá es dónde momifican a la gente?” Y Cilia Monroy, les recomienda empezar por comer guatila y balú y orarle a Dios.

Publicada el martes, 8 de enero de 2013

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