Destinos inquietantes / Israel
Las autoridades arqueológicas judías han autorizado prospecciones arqueológicas a lo largo del muro occidental de la Explanada de las Mezquitas, en la ciudad de Jerusalén, donde se extiende una compleja red de túneles que comunican con el domo de la Roca. Los musulmanes denuncian que se trata de una maniobra para demoler la Cúpula de Al Aqsa, el tercer lugar más sagrado del Islam. ¿Está todo a punto para la construcción del Tercer Templo de los judíos?
Texto y Fotos Josep Guijarro
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STRONG>Cúpula de la Roca es el santuario más visible de Jerusalén. Fue erigido entre los años 687 y 691 por el califa Abd al-Malik en los terrenos del antiguo templo de los judíos. Al Aqsa –como también se la conoce- no es una mezquita al uso, es el lugar donde el califa Omar rezó tras la conquista de Jerusalén por parte de los musulmanes. Bajo su dorada cúpula se esconde el objeto físico, el símbolo de la más reciente lucha en Oriente Próximo. Nos referimos a la Setiyyah o Piedra de la fundación, la roca sobre la que Abraham, padre de todos los judíos y de todos los árabes, estuvo a punto de sacrificar a su hijo Isaac, y desde donde el Profeta Mahoma inició el mijray (el viaje nocturno), se trata en consecuencia de un lugar sagrado para las tres grandes religiones monoteístas. Es fácil imaginar que este lugar ha sido objeto de tensiones entre judíos y musulmanes durante años, un delicado equilibrio que amenaza con resquebrajarse hoy tras el inicio de nuevas prospecciones arqueológicas en sus alrededores.
Objetivo: El tercer templo
Todo empezó en febrero de 2008 cuando las autoridades israelíes iniciaron la construcción de un puente de acceso a la Explanada que, según los palestinos, ponía en peligro pequeños restos del periodo Omeya e islámico. Debajo de esta estructura se hallan las cuadrículas donde los arqueólogos israelíes han encontrado evidencias del Primer Templo, en el estrato correspondiente a la Edad del Hierro. Las autoridades palestinas, sin embargo, han puesto el grito en el cielo. Aunque no exista riesgo aparente para los cimientos de la mezquita de Al Aqsa, se trata, en realidad, de no ceder un centímetro del terreno más disputado del planeta. Y, ¿por qué? Pues porque la destrucción del domo de la roca es la señal que marca la llegada del Mesías de los judíos y la construcción del Tercer templo. Esto explica porque cuando los israelíes acababan de conquistar la Ciudad Vieja de Jerusalén, tras la Guerra de los Seis Días, el rabino jefe del Ejército, Shlomo Goren, le propuso al general Uzi Narkis colocar 100 Kilos de explosivo en la mezquita de Omar “y se acabó, nos libramos de ella para siempre". Por fortuna el militar hizo caso omiso, es más, antes de morir en 1997 reveló al historiador Avi Shlaim, que lo mandó callar.
Hay pocas dudas sobre la localización del primer Templo pero apenas hay datos acerca de sus dimensiones reales. El Templo que construyó Salomón fue destruido por el rey babilonio Nabucodonosor en el año 576 antes de Cristo. Fue reconstruido setenta años después por los judíos exiliados a su regreso de Babilonia. Roma volvió a saquearlo en el 70 de nuestra era pero el rey Herodes lo mejoró después sustancialmente y duplicó el área del monte Moriah, incorporando parte de la colina al noroeste (que debió ser nivelada para construir la Fortaleza Antonia) y transformó el Segundo Templo en un edificio esplendoroso, rodeándolo con sólidos muros de contención. La tradición asegura, además, que donde hoy se halla la mezquita dorada se ubicaba el Sancta Sanctorum que albergaba el Arca de la Alianza. Según la Misná y el Talmud, este objeto sagrado seguiría allí, enterrado en uno túnel secreto bajo el monte del Templo porque el rey Josías, alertado por una profecía sobre la futura profanación del Sancta Sanctorum por los babilonios, la ocultó en una gruta bajo la Piedra de la Fundación. Por las figuras del arco de Tito, en Roma, que muestra los objetos conquistados sabemos que el objeto sagrado no estaba entre ellos, entonces, ¿están los judíos buscando el Arca?
La guerra de los túneles
Fascinados por esa mezcla peligrosa de política, religión, historia y guerras, recorrimos el barrio judío atravesando el Cardo y, dejando atrás la iglesia-hospital de la Orden Teutónica, pusimos rumbo a la Explanada de las Mezquitas. Descendimos por las escaleras hasta un mirador presidido por la Menorah, o candelabro de los Siete Brazos, que una organización ultra-ortodoxa ha fundido en oro para ser albergada en el futuro Tercer Templo. Desde allí hay una magnífica perspectiva del Muro de las lamentaciones y de la Cúpula de la Roca. Resultó fácil localizar la pasarela de madera y las prospecciones de la discordia. Frente al control de seguridad se daban cita más de medio centenar de soldados israelíes. Josep se colocó la kipá y Patricia se cubrió los hombros con un chal, para acceder a la zona sagrada. Mientras las cámaras pasaban el preceptivo scanner, Arie Belinko, nuestro guía oficial en Tierra Santa, traducía al hebreo el propósito de nuestra visita. Sabíamos que la situación era tensa, tanto que la última semana de agosto las autoridades jordanas, custodios legales del santuario de Jerusalén, solicitaron al gobierno israelí que dejara de horadar bajo los cimientos de la Mezquita de Al Aqsa y advirtió que "esta delicada situación podría prender fuego a toda la zona". Desde entonces las medidas de seguridad se han incrementado notablemente.
No es para menos. En 1996, el primer ministro, Benjamín Netanyahu, decidió la apertura del llamado túnel de los asmoneos, adyacente a la Explanada, y la ira palestina se desató con furia. El resultado: murieron en la revuelta más de 60 árabes y 15 policías israelíes. Algo parecido ocurrió en octubre de 2000 cuando Ariel Sharon preparó su toma del poder con la visita más que intempestiva al santuario del Islam, provocando la segunda Intifada.
Mientras Arie gestionaba los permisos para acceder a los túneles, Patricia se aproximó a una pequeña ventana del Muro de las Lamentaciones, situada sobre el espacio concedido para la oración de las mujeres, y pudo hacerse una idea de lo próximos que están los lugares santos para los fieles judíos o musulmanes. Josep, por su parte, se internó por la sinagoga del movimiento Chabad, un grupo ultraortodoxo judío que se halla inserto en la sección occidental del complejo sagrado. Desde unos gruesos cristales pudo observar, 18 metros más abajo, el pavimento de la Jerusalén del siglo I. Al fondo del recinto una pequeña puerta da acceso a otra excavación. Cuando se disponía a fotografiarla Arie le invitó a entrar a los túneles... pero por la puerta principal.
Recorriendo los túneles
Se trata de una enorme puerta de hierro de dos metros de alto y por 1,80 de ancho pintada de color gris. Al atravesarla sentimos un gran alivio. Primero porque conseguimos zafarnos del duro sol y, después, porque íbamos a tener ocasión de recorrer por entero los 485 metros de túnel que discurren parejos al muro que Herodes levantó, incluyendo las bases y las cuatro puertas que alguna vez tuvo la construcción. Piedras, en definitiva, que son Historia.
En la primera galería, denominada pasaje secreto, ya advertimos signos de una gran actividad arqueológica. Tras los carteles de Prohibido el Paso, varios obreros extraían sedimentos a más de 15 metros de profundidad. “Cada caja es etiquetada con la procedencia de la tierra y después examinada en busca de objetos para saber de dónde fueron extraídos” –nos explica Arie. Los obreros permiten que los fotografíe aunque hemos preferido ocultar su rostro por temor a posibles represalias. Seguimos avanzando hasta el denominado Arco de Wilson, donde se halla una Sinagoga y de allí hasta una bóveda de cañón construida durante las Cruzadas. Después giramos hacia el norte, descendimos varios escalones, dejando atrás una sala con la maqueta del templo de Salomón para internarnos en otra, presidida por la bandera israelí. La estancia estaba rodeada por varias tapias que impedían el acceso a otras zonas de excavación arqueológica.
Su existencia invoca y agita uno de tantos misterios de Jerusalén. El militar británico experto en minas, Charles Warren, inició en la década de los sesenta las primeras excavaciones alrededor del monte del templo. Tuvo que atravesar 14 capas de roca para llegar al lecho, situado 18 metros más abajo y concluyó que gran parte de los cimientos del templo de Herodes seguían en pie bajo tierra.
La puerta del sumo sacerdote
Los muros fueron construidos con grandes piedras talladas cuyos bordes estaban hermosamente decorados. Cada hilera estaba colocada unos 2 ó 3 cm. más atrás que la inferior. Su peso ronda alrededor de las cinco toneladas y el de las esquineras el doble. Sin embargo unas pocas piedras se salen de este patrón. Nos referimos a la denominada Hilada maestra, tres enormes piedras de dimensiones colosales. Uno de estos sillares posee 12,8 metros de largo. Otro mide 12,2 metros y el tercero más de 7,5 metros. El radar de penetración de tierra indica que la profundidad supera los 4 metros. La mayor de estas piedras posee por tanto una masa de alrededor de 184 metros cúbicos lo que equivale a decir que su peso ronda las ¡600 toneladas! La segunda, un poco más pequeña, pesa unas 570 toneladas, y la tercera alrededor de 355 toneladas. ¿Cómo pudieron transportar y levantar estas enormes rocas? A día de hoy sigue siendo un misterio. No se usaron piedras tan enormes en ninguna otra parte así que los constructores debían tener una razón muy poderosa para invertir todo ese esfuerzo. El arqueólogo jefe, Dan Bahat lo tiene claro: “Creemos que al otro lado del muro occidental, en ese lugar, bajo el Monte del Templo, hay una enorme sala; nuestra teoría es que la Hilada Maestra se instaló para soportar y hacer de contrafuerte de una bóveda interior”. ¿El lugar donde residía el Arca? Es muy posible.
El complejo abovedado concluye en una enorme puerta descubierta en 1860 y que es mencionada por el historiador Flavio Josefo. “Es la puerta del Sumo Sacerdote, lo sabemos por algunos de los objetos que fueron encontrados aquí”- espeta Arie, junto a ella tres mujeres oran mirando a la pared “lo hacen porque es el muro más cercano al Arca”-precisa nuestro guía.
En este punto aun son visibles las losas de Herodes en el piso que brillan más que cualquier otra piedra.
Después nos dirigimos al norte por un largo corredor con habitaciones a ambos lados. Incorporado a este complejo se encuentra una estructura de cúpula romana y medieval, construida con grandes piedras calizas. Incluye una antigua habitación herodiana construida con piedras bien talladas, con doble apertura y muros decorados con pilastras protuberantes. Warren lo denominó erróneamente el "Salón Masónico".
Al final del túnel quedó al descubierto una sección de 20 metros de largo de un camino pavimentado y un viejo acueducto asmoneo labrado en la roca, que conducía al monte del Templo. Hoy se puede seguir a lo largo de él hasta un depósito público y, de ahí, a un nuevo túnel corto que conduce hacia la Vía Dolorosa, en el barrio cristiano-musulmán.
Una inquietante institución
Con la luz del exterior, de nuevo las cámaras de vigilancia, los soldados y el sonido del almuacín llamando a la oración a los musulmanes. Los túneles, en efecto, recorren norte-sur el muro occidental del templo de Herodes pero las excavaciones ni atraviesan los predios de la mezquita, ni parte en dos al Jerusalén judío del musulmán. Pero, sin embargo, algo se masca en el ambiente. Ya en España supimos que una organización religioso-educativa pretende acometer la construcción del Tercer Templo de los judíos. La nota de prensa, difundida por ACPress.net el pasado 12 de septiembre no precisaba quién se hallaba detrás del proyecto pero pronto averiguaríamos que se trataba del llamado Instituto del Templo (en hebreo, Machon HaMikdash) fundado en 1987 por el rabino Yisrael Ariel que fue paracaidista del ejército israelí durante la Guerra de los Seis días. Ya han recaudado más de 25 millones de dólares. El proyecto incluye la reconstrucción de todos los objetos sagrados, incluida el arpa antigua que, de acuerdo con la Biblia, perteneció al Rey David. El arpa será una réplica exacta y contará con piedras preciosas, oro y plata como la original.
La visita a su página web resolvió además varias dudas. La impresionante Menorah de oro que vimos en el barrio judío había sido construida con todo detalle por ellos así como los trajes que un grupo de sastres comenzó a confeccionar para crear los hábitos de medio centenar de voluntarios que confían en convertirse en sacerdotes del Tercer Templo de Jerusalén. Aseguran ser descendientes de los "cohanim", la casta de Aarón a los que se les confió el Arca según las escrituras. No podíamos dar crédito a lo que leíamos. Y es que la confección de estos hábitos es una labor titánica, porque la gama de los colores púrpura, blanco y celeste, según los describe la Biblia, es arcaica. De hecho, sólo el rojo púrpura de los cinturones proviene, por ejemplo, del llamado "gusano carmesí", un insecto que finalmente hallaron en Turquía. El instituto que goza de la simpatía del actual primer ministro y alcalde de Jerusalén durante la primera Intifada no repara en gastos. Su director Yehuda Glick está convencido que, tras la “"milagrosa" creación del estado de Israel en 1948, la reconstrucción del santuario está en el horizonte” para representar un lugar de paz y oración de todas las naciones.
“Nuestra meta a corto plazo –prosigue- es volver a encender la llama del Templo Santo en los corazones de Humanidad a través de la educación. Nuestra meta a largo plazo es hacer todo lo que esté en nuestro limitado poder para construir el templo hoy en día”.
Entre los proyectos del instituto se halla, también, una investigación topográfica y composición geológica de la Montaña de Templo así como un plan arquitectónico activo para la reconstrucción del Templo Santo en el monte Moriah, según las modernas reglas de arquitectura y con los mejores materiales y tecnología disponibles.
Mientras leemos la declaración de intenciones del instituto no podemos dejar de pensar en las declaraciones del jeque Mohamed Hussein, jefe del Consejo Supremo Musulmán que supervisa el santuario islámico de Jerusalén, cuando afirma "no tener la menor duda de que el gobierno israelí desea destruir la Mezquita de Al Aqsa. Sólo que quieren hacerlo de modo que parezca que la demolición es el resultado de causas naturales. Cuanto están haciendo aquí –prosigue- demuestra que están empeñados en destruir este santuario islámico. Es hora de que los pueblos musulmanes, los gobiernos musulmanes y las organizaciones musulmanas de todo el mundo actúen para detener esta blasfemia. Puede que mañana sea demasiado tarde".
A día de hoy Israel no ha realizado ninguna manifestación ante estas advertencias jordanas y optado por apaciguar a los grupos religiosos judíos que defienden la demolición de
los santos lugares islámicos y cristianos en Jerusalén. Pero a la vez, se niega sistemáticamente a que expertos musulmanes de la OIC (Conferencia Islámica) y de la UNESCO inspeccionen la zona donde la denuncia ubica las excavaciones que se estarían haciendo debajo de la mezquita, alegando que de aceptarlo podría ponerse en duda la "soberanía israelí" sobre la ciudad de Jerusalén.
El empeño en llevar a cabo estas excavaciones obedece a la búsqueda de evidencias del Primer Templo y, naturalmente, del Arca de la Alianza pues, si bien pueden reproducirse fielmente el resto de objetos y vestidos sagrados, éste es el único objeto que precisa del espíritu de Dios, de Yaveh, que le fue transferido a Moisés en el Monte Sinaí. Sólo así podrán renovar el pacto, la alianza, y dar la bienvenida al esperado Mesías... que lo consigan y a qué precio, es otra cosa.
“Acabo de llegar de un tour abreviado a la ciudad de Jerusalén. De una forma interesante tocas lo complejísimo del escenario histórico, socio-antropológico, político, estratégico y religioso entremezclados que nos explicaron en el camino a los sitios que alcanzamos a visitar. Creo importante que se haga un análisis de veras sistémico, extenso y a la vez profundo, a fin de que todos queden en realidad contentos. Son dos placas tectónico-ideológicas que compiten por ganar ese lugar que tú señalaste, milímetro a milímetro, aunque me queda la duda de que el Tercer Templo dedicado al Creador, (canalizado por el Pueblo Judío, pero de toda la Humanidad (como el Catolicismo)), tenga que ser construido justo AHÍ. En tiempos modernos, en un pueblo-Estado israelí con personas brillantes, grandes, inteligentes y hermosas, podrían primero ellos ponerse de acuerdo en el lugar donde construir este Tercer Templo. Que sea bello, espectacular, protegido de todas las amenazas con la tecnología. Desde ese lugar (que no tiene para qué ser el Meguido), podría ser otro espacio amplio, van a poder rogar a Dios para que todo el odio irracional, las rencillas interminables, ese acomodo que nunca llega de las ideologías, se pueda parar. Probablemente el Mesías, con su Espíritu Santo en los corazones de las personas que viven su existencia cotidiana, esté más dispuesto en definitiva a venir. Saludos, Andrés.
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